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Una semana más tarde de haber regresado al instituto, los alumnos comenzaban a adaptarse nuevamente a la rutina escolar, un proceso que para algunos resultaba más fácil que para otros. La sala de clases solía llenarse de murmullos y risas entre compañeros, mientras los profesores trataban de captar la atención de un grupo que, en su mayoría, todavía lidiaba con la resaca psicológica del verano.

Kyle, con su habitual determinación y dedicación, se había adaptado con una rapidez sorprendente, como siempre lo hacía. Era un alumno ejemplar, un verdadero modelo a seguir, cuyas notas siempre eran perfectas. Su capacidad para absorber información y ponerla en práctica era admirable, y en tan solo unos días había recuperado su posición como el mejor de la clase.

Sin embargo, no todos contaban con la misma fortuna. Tweek, el amigo de Kyle, se encontraba en una batalla muy distinta. El regreso a la rutina escolar había sido un desafío monumental para él. A pesar de que este año parecía estar un poco más adaptado que en años anteriores, las dificultades seguían acechándolo como sombras persistentes. A menudo, se podía ver a Tweek sentado en su pupitre, la mirada perdida en el aire, mientras el maestro explicaba conceptos que él apenas lograba registrar. La atención le resultaba el mayor de los retos. A veces, el ruido de la clase se convertía en un estruendo ensordecedor para él, y sus pensamientos se dispersaban como hojas en el viento.

Kyle estaba concentrado, escuchando cada palabra del profesor como si estuviera desentrañando un misterio importante. Con su cuaderno abierto y la pluma en mano, tomaba apuntes rápidos y organizados, decidido a no perderse ni un solo detalle. Mientras algunos compañeros parecían distraídos o luchaban por mantenerse despiertos, él seguía relajado pero enfocado, seguro de que ese esfuerzo lo ayudaría a obtener las buenas notas que buscaba.

Debido a su concentración casi imperturbable, Kyle no notó que el rubio a su lado no estaba teniendo una experiencia tan agradable como el. No hasta que oyó un leve sonido seco, un crujido minúsculo que apenas se distinguía, como un tirón grave y agudo. Ese chasquido fue seguido por un grito corto y punzante. La atención de Kyle al fin fue captada, lo que llevó a que el pelirrojo volteara rápidamente a ver a su amigo para entender que era lo que sucedía. La imagen que vio seguido a eso logró sorprenderlo, Tweek miraba fijamente su mano, con una mirada que reflejaba miedo y preocupación. En su puño cerrado, un mechón de su rubio cabello.

—¡Tweek! — Reaccionó Kyle de inmediato, su voz un poco más alta de lo planeado. Al ver el mechón de cabello en la mano de su amigo, se inclinó hacia el, bajando el tono. —¿Qué hiciste?

—¡Lo siento! ¡Fue un error! ¡No quería hacerlo! —se apresuró a explicar el rubio, con la voz temblorosa y los ojos llenos de pánico. Sus manos temblaban visiblemente, y pequeños espasmos recorrían su cuerpo, reflejando los nervios descontrolados que lo dominaban. Kyle frunció el ceño, aún más preocupado al verlo así, intentando pensar en algo que pudiera calmarlo.

—Tranquilo, Tweek, respira. No pasa nada —dijo en un tono bajo y firme, buscando estabilizarlo mientras colocaba una mano reconfortante en su hombro. — ¿Quieres salir? Podemos ir al baño, aprovechas para lavarte la cara y explicarme qué pasa, ¿si?

—¡Está bien! — Respondió con la voz temblorosa, aún nervioso por lo que acababa de ocurrir. Kyle asintió rápidamente, para luego levantar su mano, buscando captar la atención del profesor. El profesor no tardó en darle la palabra al pelirrojo, quien pidió de manera apresurada acompañar a Tweek fuera de la clase. Normalmente, este tipo de actitudes serían cuestionadas, sin embargo, como se trataba de Kyle, el profesor no dudó en permitirlo.

Los dos amigos abandonaron el aula en poco tiempo, marchándose apresuradamente bajo la mirada de todo el salón. Los murmullos no tardaron en aparecer, estudiantes curiosos que se preguntaban qué había pasado para que los dos jóvenes se marcharan de aquella manera, tan apurada. Clyde, siempre atento a sus alrededores, no tardó en buscar con quién hablar al respecto, y al ver a un amargado Craig a su lado, no dudó en hablar.

𝐒iempre 𝐟uimos 𝐩andilla - South ParkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora