|El Rey de la alfombra|
Me miré en el espejo una última vez, ajustando la chaqueta de los Titanes sobre mis hombros.
El reflejo me devolvía la imagen de alguien que parecía tenerlo todo bajo control, pero por dentro, mi mente iba a mil por hora.
—Theo, cariño —la voz de mi madre resonó detrás de mí mientras la puerta de mi habitación se abría sin que yo le diera permiso—. ¿Así piensas salir?
—¿Qué tiene de malo? —pregunté, girándome hacia ella.
Llevaba un vestido impecable, como siempre, con ese aire de perfección que solo ella puede llevar.
Sus ojos azules recorrieron mi atuendo con una mezcla de desaprobación y resignación.
—Ese peinado, por ejemplo. —Se acercó rápidamente antes de que pudiera evitarlo, pasando sus dedos entre mi cabello para despeinarlo aún más—. ¿Por qué insistes en verte como si acabaras de salir de un campo de batalla?
—Es el estilo, mamá. —Intenté apartarla con una sonrisa, pero era imposible.
—"Estilo", claro. —Bufó, arreglando mi cabello a su manera, dándole un orden que yo sabía que desaparecería en cuanto saliera de esta habitación
—. Tienes que estar impecable, especialmente ahora.
—¿Por qué ahora? —pregunté, aunque ya sabía que algo venía.
—Tu padre te espera en el despacho. —Su tono cambió ligeramente, más serio, como siempre que hablaba de él
—. No hagas que espere. Y, por favor, intenta comportarte como un adulto.
Asentí, sabiendo que cualquier resistencia sería inútil. Ella me dio una última mirada, como evaluando si estaba presentable, y salió de la habitación dejando un rastro de perfume caro.
Respiré profundamente, echando una última mirada al espejo antes de dirigirme al despacho.
Hablar con mi padre nunca era simple. Siempre tenía una agenda, un plan que yo debía cumplir. Y aunque no tenía idea de lo que quería esta vez, una cosa era segura: esta conversación no iba a ser nada fácil.
—Ser hijo del presidente.
Nunca supe si debía decirlo con orgullo o con resignación. Desde que tengo memoria, he sentido el peso de ese título sobre mis hombros, como una sombra que me sigue a todas partes.
No es solo el apellido, es todo lo que conlleva: las expectativas, las miradas, las comparaciones. A veces, siento que soy solo un reflejo de lo que él quiere que sea, y no tengo idea de cómo manejarlo.
Mientras avanzaba por el pasillo hacia su despacho, mi respiración se volvió un poco más pesada.
Era como caminar hacia un campo de juicio en el que nunca sabía si saldría victorioso o derrotado. La puerta de madera maciza estaba entreabierta, y al empujarla suavemente, lo vi.
Mi padre estaba sentado detrás de su escritorio de caoba, perfectamente erguido, con una mano apoyada en la barbilla y la otra revisando unos documentos.
Vestía su clásico traje oscuro, impecable como siempre, y sus ojos —los mismos ojos que yo heredé— se alzaron para encontrarse con los míos en cuanto crucé el umbral.
No dijo nada al principio, pero no necesitaba hacerlo. Esa mirada era suficiente para que supiera que ya estaba siendo evaluado.
Respiré hondo, alisándome la chaqueta como si eso pudiera disipar la tensión que llenaba el aire.
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ESTRELLAS REBELDES
HorrorEn el instituto más exclusivo y peligroso de Las Vegas, el poder no se mide solo por el dinero, sino por la capacidad de sobrevivir. Allí reinan las chicas R: Revenna, Roxette y River, tres jóvenes que no solo son las más populares, sino las más tem...