Capitulo VII

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|juego sucio|

——Ya lo sé, Revenna, no tienes que repetirlo mil veces —dije al teléfono mientras caminaba por el hangar, ajustándome la chaqueta de cuero negro.

El ruido de los motores de la avioneta llenaba el espacio, pero mi voz se mantenía firme.

Miré de reojo a mis hombres que trabajaban diligentemente subiendo las cajas al compartimiento de carga.

—Solo asegúrate de que todo salga perfecto. No quiero sorpresas. Tú sabes cómo son estas cosas —La voz de Revenna al otro lado sonaba risueña, como siempre

—Tranquila, caprichito, no será mi primera vez manejando un envío como este —respondí, usando el apodo que tanto odiaba.

Sabía que estaba revirando los ojos aunque no pudiera verla.

Una de las cajas resbaló levemente, y con un movimiento rápido hice un gesto con la mano para que tuvieran cuidado.

El encargado alzó el pulgar en señal de que todo estaba bajo control.

—Sabes que odio que me llames así —bufó Revenna, claramente molesta.

Solté una risa breve, disfrutando de haberle sacado de sus casillas—Lo sé, por eso lo hago.

—Nos vemos luego. Que todo salga bien.

—Siempre sale bien cuando yo estoy a cargo —le contesté, con una seguridad que no necesitaba demostrar, pero lo hacía igual.

—Adiós, Roxette—Su tono marcaba el final de la conversación.

—Adiós, caprichito. —Colgué antes de que pudiera quejarse otra vez.

Guardé el teléfono en el bolsillo y me giré hacia la avioneta, levantando la mano para señalar a los cargadores que apresuraran el paso.

Las cajas contenían algo más valioso de lo que cualquier inspector aduanero podría imaginar, y no había margen para errores.

—Una camioneta negra, lujosa y reluciente, frenó a pocos metros de la avioneta.

Sus luces destellaron antes de apagarse, y las puertas se abrieron lentamente.

Bajó Spartan, con ese porte imponente que siempre llevaba como una segunda piel.

Vestía un traje perfectamente ajustado, y el reflejo del sol hacía brillar su reloj de diseño exclusivo.

Su cabello blanco caía desordenado, pero su mirada, intensa, barría el hangar como si estuviera inspeccionando cada rincón.

Solté un suspiro. Claro, tenía que llegar justo ahora.

—¡Terminen rápido y cierren la avioneta! —ordené en un tono firme a mis subordinados.

Los hombres apresuraron el paso, asegurando las puertas del compartimiento de carga.

Spartan caminó hacia mí con esa confianza que siempre me ponía de los nervios

—Roxette —Su voz profunda resonó cuando se detuvo a un par de pasos de distancia.

Sin prestarle demasiada atención, di un último vistazo a la avioneta antes de voltear hacia mis hombres

—Buen trabajo, muchachos. Nos vemos en el próximo envío. Manténganse alerta.

Ellos asintieron, algunos lanzándome miradas rápidas antes de dispersarse.

Spartan no apartaba los ojos de mí, pero no le di el gusto de reaccionar.

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