Capitulo I

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|Dinastía|

——Los tacones de mis botas negras resonaban con fuerza contra el suelo pulido del pasillo.

No era mi intención hacer tanto ruido, pero tampoco me importaba. Los estudiantes a mi alrededor se apartaban de mi camino, con susurros llenos de miedo y respeto flotando en el aire como una melodía que nunca deja de repetirse.

Ajusté el cuello de mi abrigo rojo, largo hasta los tobillos, mientras tomaba un sorbo de mi batido verde. Un sabor amargo, pero refrescante, justo como me gustaba.

Podía sentir sus ojos sobre mí, intentando descifrarme, temiéndome. Algunos se quedaban paralizados, como si con solo mirarlos pudiera leer sus secretos más oscuros. No era mentira.

—¿Quién es ella? —preguntó una voz temblorosa detrás de mí.

Me detuve, girando apenas mi rostro lo suficiente para escuchar la respuesta.

—¿Ella? —dijo alguien con un tono bajo, casi reverente—Es River.

La estrella del instituto. La más inteligente. No intentes acercarte, y mucho menos meterte con ella. Tiene a todos aquí en la palma de su mano

Sonreí ligeramente, aunque no me molesté en mirar a quien lo dijo. Ya había escuchado suficientes versiones de esa respuesta antes.

—asi es, mi nombre es River Delacroix, y mi padre es el presidente de los Estados Unidos.

Para muchos, eso sería suficiente para ganarse el respeto, pero yo no me conformo con eso.

El poder que mi apellido trae no es un regalo, es una herramienta, y como todas las herramientas, solo es útil en las manos de alguien que sabe usarla. Ese alguien soy yo.

Empujé la puerta del aula con calma, dejando que el sonido de mis botas negras marcara mi entrada.

El abrigo rojo que llevaba, perfectamente entallado, se balanceó con mi andar, atrayendo las miradas de todos los presentes.

Susurros se elevaron como un zumbido, pero los ignoré. Sabía que no me miraban por simple curiosidad. Era miedo, respeto... y en algunos casos, envidia.

El profesor Drakwood, un hombre joven y apuesto con una presencia imponente, detuvo su explicación a mitad de una frase.

Sus ojos se encontraron con los míos, y pude ver el ligero destello de irritación que trataba de esconder.

—Señorita Delacroix —dijo, con voz firme—me complace que haya decidido unirse a nosotros hoy.

Sonreí de lado, avanzando hacia mi asiento habitual en la fila central, justo al frente.

—No podía perderme su clase, profesor Drakwood. Después de todo, dicen que es usted el mejor —respondí, con una dulzura que sabía que no podía rechazar, pero con un filo suficiente para recordarle que yo no estaba aquí para ser controlada.

—El profesor Drakwood intentó retomar su lección, escribiendo en la pizarra con una tiza que crujía ligeramente al contacto.

Su voz firme llenó el aula, pero apenas unos minutos después, la puerta se abrió de golpe, capturando nuevamente la atención de todos.

Ahí estaba ella: Revenna Bellamy, con un vestido rosado de encaje que parecía salido de un catálogo de alta costura y unos tacones que resonaron con fuerza contra el suelo al avanzar. Su cabello rubio brillaba bajo las luces del aula, perfectamente peinado en suaves ondas.

—¡River! —gritó con una voz emocionada que desentonaba por completo con el ambiente formal de la clase.

Antes de que pudiera reaccionar, Revenna corrió hacia mí con la gracia de una gacela... o al menos, lo más parecido que se puede ser con tacones de diez centímetros.

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