Silence-Gabellie

Una mañana extraña

Gabby sabía que tenía que regresar a su casa, pero la cabeza le dolía demasiado como para hacerlo.

Se frotó los ojos con pereza, suspirando y lamentándose haberse alocado la noche anterior.

A regañadientes, se levantó del sillón y se encontró en una habitación sumida en puro silencio. Aún descalza, se arrastró hasta la habitación de Tom, y una vez ahí, se aproximo a la cortina y la abrió de par en par dejando que los rayos del sol le alumbren la cara.

—¡Carajo Jake es temprano!—Maldijo tapándose el rosto

—Jake ya se fue—Le informó mientras le arrojó su camisa—Apúrate estoy por llegar tarde a la escuela—Dicho esto, salió del cuarto para que él se vista.

Una vez en la cocina, se acomodo lo mejor que pudo su ropa del día anterior e intentó buscar algo para desayunar. Al ver que solo había un limón y un cartón de leche algo aplastada en el refrigerador, Gabby decidió que hoy no iba a desayunar.

Por otro lado, la mañana de Ellie estaba siendo diferente. Mientras su madre untaba un poco de mermelada en su tostada recién hecha, su hija tenía su vista vacia clavada en una grieta de la pared.

—Apenas has tocado tu tocino—Le comentó dejando la mermelada a un lado—¿Estás bien linda?—La chica solo atinó a agarrar un tenedor y revolver los huevos revuletos sin meterlos a la boca.

Su madre no dijo absolutamente nada y continuo con su desayuno pensativa. Desde que su padre se había ido a vivir en la otra punta del país luego de su divorcio, su casa se había vuelto silenciosa, y su madre, no parecía muy interesada en intentar cambiar ese hecho.

Luego de jugar con el desayuno un rato más, la mujer mayor se levantó para lavar su plato y prepararse para el trabajo, por lo cual su hija aprovechó para agarrar sus cosas y marcharse sin despedirse.

Tal vez se lo reclamaria más tarde.

O simplemente se olvidaría como todas las veces anteriores.

Al salir de su casa, empezó a caminar lentamente hacia la escuela sin preocuparse de llegar tarde o en el hecho de que tenía un examen de historia para el cual no se habia preocupado.

En días como esos le daba todo lo mismo.

En el auto de Tom, Gabby suplicaba porque el último le deje abrir la ventana.

—Hablo en serio, el olor aquí es insoportable —Su compañero ignoró sus suplicas, siguiendo con su camino sin inmutarse—. Solo apreta el botón de bajar las ventanillas—Intentó llegar hasta la ventana, pero solo se ganó un golpe en su mano

—Vas a sobrevivir.

—No si sigo aquí —Él rodó los ojos, aunque debía admitir que también empezaba a sofocarse.

La próxima vez que Gabby le pidiera bajar las ventanillas, se haría el buen ciudadano y le cumpliría el capricho.

La chica se cruzó de hombros y se fue para atrás en el asiento del copiloto, observando la hora de su teléfono con impaciencia.

De todos los días posibles, hoy no era un buen día para llegar tarde y con olor a vomito de ayer.

Gabby no era la peor alumna, mucho menos la mejor, ya que generalmente estaba en esa categoría de chicos mediocres que pasaban el año con puros seis y sietes.

No eran las mejores notas, pero eran lo suficientemente buenas como para que su madre la dejara en paz.

Tom dio vuelta en una esquina, provocando que las cosas apiladas en la parte de atrás se calleran del asiento ocasionando que Gabby de exalte por el ruido.