Capitulo 8.- La nada lleva a la nada

376 41 8
                                    

• = •

• = • = •

Una cosa llevó a la otra y en menos de media hora ya estaban todos comiendo helado en un restaurante cercano.

El lugar era barato y de calidad dudosa, pero tenía área de juegos; y para dos padres con niños hiperactivos era el lugar perfecto, sin importar que lo único decente en el menú era específicamente el helado.

Después de media hora viendo a los pequeños acabarse la energía en el resbaladero, alberca de pelotas y demás, los dos adultos decidieron que era momento de conversar entre ellos. El único que había dicho palabra alguna además de los infantes había sido el señor Miyagi, con sus comentarios ocasionales sobre la vida, bonsáis o como las calcetitas de Tony eran dispares.

Ante eso último, Robby se encargó de decir un comentario agradable, diciéndole al menor de ellos que se veían divertidas.

-Oye, Johnny... tu hijo... tu hijo es bastante agradable...- Le mencionó el de ascendencia italiana al rubio. Tal vez era su expresión, o el tono de voz que había usado, pero parecía realmente enternecido por aquello, incluso sorprendido.

-¿Tan raro es? A mi me sorprende que tus hijos no se hayan agarrado a patadas hasta ahora.- Agregó Johnny, con algo de saña, pero en el fondo solo jugueteaba con sus palabras.

Daniel le dio un pequeño golpe en el hombro al rubio, sin saber si reír u ofenderse por aquello. -Tu eras el que atacaba primero...-

De nuevo quedaron en silencio. Ambos hombres se lanzaban miradas retadoras, hasta que Johnny notó una mancha de helado en la mejilla de LaRusso. Sin pensarlo mucho el rubio tomó una servilleta y, llenando una esquina con agua, limpió con extraña delicadeza aquella marca de postre mal comido.

Cabe resaltar que Daniel estaba horrorizado, mirando a Lawrence como si se estuviera comiendo un marciano.

Mientras tanto, para Johnny era algo tan normal y rutinario como lo fue alguna vez cambiarle los pañales a Robby. Estar con un niño que se ensucia tan pronto sale de bañarse había hecho de aquellos detalles algo de lo que no se preocupaba demasiado.

Pero Daniel, ganador de peleas a muerte y padre de dos hijos, se había puesto pálido y después rojo hasta el cuello con aquel gesto tan mundano. Es solo que, ¡eso no se lo haces a tu ex-rival!

De fondo solo se escuchó la risita de una camarera, acompañada de el ancianito medio calvo.

Después de diez minutos de incomodidad por parte de Daniel, decidió hablar de nuevo, sacando e tema por el cual se habían encontrado principalmente.

-Y... ¿te sientes bien?- Preguntó el pelinegro con un tono suave y algo tembloroso.

-¿Sentirme bien? ¿A que te refieres? Yo estoy genial.- Johnny respondió con total firmeza, a secas, ignorando el hecho de que días atrás había llorado por la noticia y los sentimientos abrumadores que lo golpearon en la madrugada.

Pero, las mentiras no se le escapan al señor Miyagi, quien aprovechó que Johnny estaba sentado para palmear su cabeza, revolviendo su cabello rubio antes de dirigirse al baño.

Daniel también vió la duda y los movimientos torpes de su viejo rival, y después del gesto del señor Miyagi no había duda: Lawrence no estaba muy bien que digamos.

-Johnny... Mmh... Mira, se que nuestra historia no es la mejor, ¿bien? Pero, se lo que se siente perder a alguien que fue importante para ti... si necesitas hablar...-

-LaRusso, calla. No creo que sepas como me siento justo ahora. Y si estás asumiendo por culpa de ese viejito zen, que la muerte de Kreese me está afectando ¡estás muy equivocado...!- Pero la voz le tembló al final de su oración. Al rubio aún le quedaban capas protegiendo, o más bien, ocultando sus sentimientos.

El sonido de un teléfono celular salió del bolsillo del hombre moreno, obligándolo a apartar su atención de Johnny ya que su esposa llamaba. Después de una breve conversación que el rubio apenas y pudo entender, LaRusso se levantó y habló a sus hijos.

-Lamento tener que irme ya, pero Amanda me necesita para unos negocios que en los que estamos trabajando y... bueno...- El de ascendencia italiana sacó un recibo de compras y viejo y en la parte trasera escribió algo con un crayón que Sam le prestó amablemente. -No dudes en llamar.- Y después de tomar a sus hijos y al adulto mayor, LaRusso salió del restaurante apurado para atender sus deberes.

Johnny miró toda aquella escena en silencio, tomando el papel medio arrugado entre sus manos y viendo lo que había escrito el pelinegro con tanta prisa.

Y ahí estaba, el número de Daniel LaRusso, escrito con un crayón azul cielo.

-¿Qué- Qué hago yo con esto...?- Se preguntaba el adulto de la pequeña familia, aun con ese papelito sobre la mesa, mientras que su hijo dibujaba tranquilamente en la sala de estar.

Decir que Johnny sobrepensó las cosas era decir poco, ya que aún siendo las 11 de la noche, el rubio no se atrevía a llamar o tomar su propio teléfono. Y no lo hizo por los próximos tres días, si no era por alguna emergencia, claro.

Cada noche, antes de dormir veía ese número escrito a las prisas en un bonito tono de azul, sin el coraje suficiente para hacer una llamada. Tal vez era su orgullo irrumpiendo en el camino, pero algo en su pecho se oprimía cada vez que dejaba ese papel desgastado sobre su mesita de noche, de nuevo, sin llamar a LaRusso.

• = • = •

• = •





Hi! :D










Bye! :D

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 27, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Cobra Dad - Lawrusso/Kiaz FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora