Impaciente por partir...

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Impaciente por partir hacia la lejanía incierta, hacia el horizonte oscuro y frío, está la princesa del misterio.

Aquella, que fue mi musa.
Fría y hermosa,
hoy nada en el vacío detrás de mis ojos y surge de la niebla espesa de los sueños a enseñarme su mirada nocturna, para envolverme así en aquella tan lejana madrugada envuelta con la magia oscura de su abrazo.
Me extiende sus brazos de marfil cada vez que la nostalgia enciende una chimenea en mi corazón, para mitigar su frío solitario, eterno. Y el recuerdo de su encaje negro y su blanca piel de criatura marina se desvanece cuando al fin siento tocarla una vez más. Y le digo "¡Aguarda, aún no te vayas!"

Tantas vueltas de manecillas, tantas hojas del calendario cercenaron el tiempo que dista de aquel momento. Momento en que me veía con sus ojos de mar nocturno y tormentoso, ansioso y nostálgico a la vez.
"Aún no..."

Deseosa estaba de viajar al país del recuerdo, cruzando el Mar de Las Lágrimas, ese donde todos aquellos de corazón herido se reúnen a verter su tristeza, que manan de sus ojos como líneas de cristal transparente y tibio. Con el pecho Lleno de horror recuerdo ese lugar, y odiaría explayarme en su descripción.
Me miraba con deseo, y con incertidumbre.
Sus ojos me decían: "detenme, no me dejes matar nuestro amor. Sabes que mi naturaleza es tal, por tanto no me dejes crear monstruos que atormentaran mis sueños todas las noches. Sálvame de mí!!!"
Pero su boca solo titubeaba, con el fantasma de nuestro último beso vibrando aún.

Cierta sombra negra se movió detrás de ella, y su atención me reveló que no estábamos solos. Esos demonios me miraban por sobre su hombro. Con la promesa en sus ojos hambrientos de inmiscuirse también en mis sueños.
Sus ojos hambrientos, sus cuerpos de sombras.
No ibas a ser la única.
Ellos acompañarían para siempre tu recuerdo.

Pero nunca me gustó salvar a la gente de su propia voluntad, empapada por el llanto de la conciencia. Y la odie por verla convertida en algo que me juró que no era. Solo por dos segundos.
Busqué en mi bolsillo un pedacito de amor.
"Quisiera darte algo" dije, y en lo más lejano de su mirada la lluvia amainó. Mas no se fue, estaba ahí... expectante de aquél último revelador suceso:
(Sabía que esa lluvia no tardaría en volver) "Quiero regalarte un dibujo" le dije. "nada hay en mi, mas que eso. Si los lápices no existieran yo solo sería viento. Podrás verlo cuando quieras recordarme"
y ella sonrío. Dijo: "será acaso el retrato de nuestras almas celebrando nuestra unión y llorando nuestro fin?"
"Tal vez, dímelo tú." le dije
"y tu como me recordaras?" me contestó.

Su sonrisa.

Guardé para siempre aquel tesoro. En mi memoria...

"aquello que me dijiste al oído será la pluma, y aquel instante perfecto será la tinta" me dijo con su voz mas dulce.
Nos miramos y le sonreí.
Mi mejor sonrisa, para clavarme en sus recuerdos.
Pero ella fue mas, sus ojos se tatuaron en mi mente.

Es por eso que su recuerdo suele nadar en las altas horas desveladas, detrás de mis ojos dormidos. Cuando la noche solitaria llena de hielo mi corazón y mi mente parece flotar, queda, en la fría oscuridad debajo del abismo de un glaciar. Como si todo mi ser fuera una partícula estatica en el agua silenciosa y quieta. Entonces miles de demonios surgen del misterio, deslizándose perezosamente a mí alrededor enseñando sus agudos dientes. Viéndome con sus ojos brillantes y hambrientos.

Retorciendo sus oscuros cuerpos como criaturas de la noche marina.
Y acechan mi corazón, expectantes de su recuerdo. Que parece ahuyentarlos.Y una débil luz, un rayo de luna penetrando el agua silenciosa y opresora, llena de esa niebla onírica de la cual surges, ilumina tus brazos de marfil que se extienden hacia mi desde aquella noche ya lejana.
Esto sucede todas las noches desde aquél día.
Nadando en el frío trato de alcanzarte... una vez mas.
Sentir tu piel, una vez mas.
Tu sonrisa, tus besos.

Antes que te desvanezcas.
Y ellos vengan a comerse mi corazón... una vez más.

Buena suerte Sirenita...

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