Agatha se quedó mirando la puerta que Río acababa de cerrar, sintiendo que el aire en la habitación se hacía más pesado. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el libro que Nicky le había entregado.
—¿Vamos a leerlo, mamá? —preguntó Nicky, alzando la vista con ojos llenos de inocencia y expectativa.
La palabra "mamá" seguía resonando en su mente. No era solo un título; era un peso, una responsabilidad, y, sobre todo, un deseo que durante años había creído inalcanzable.
—Claro, cariño —respondió finalmente, obligándose a sonreír mientras le hacía espacio en el sofá.
Nicky se acurrucó a su lado, y mientras leía, la voz de Agatha comenzó a estabilizarse. Aunque las palabras en el libro eran simples, el acto de leerle a su hijo, de tenerlo cerca, era profundamente significativo. Durante esos minutos, pudo dejar de lado el caos emocional que la envolvía.
Cuando finalmente cerró el libro, notó que Nicky se había quedado dormido con la cabeza apoyada en su brazo. Lo observó por un momento, su pecho llenándose de una mezcla de amor y tristeza. ¿Cuántas noches como esta se había perdido? ¿Cuántas historias, risas y abrazos no había podido compartir con él?
Con cuidado, lo cargó en sus brazos y lo llevó al pequeño sofá cama que tenía en la sala. Lo arropó con una manta ligera y le dio un beso en la frente antes de volver a sentarse sola en el sofá.
El silencio de la noche se rompió con el sonido de su teléfono. Al mirar la pantalla, vio un mensaje de Wanda:
"¿Estás bien? Hoy noté que estabas un poco distraída. Si necesitas hablar, aquí estoy."
Agatha suspiró, sintiendo una calidez inesperada al leer el mensaje. Wanda tenía esa habilidad de hacerla sentir vista, incluso cuando ella intentaba ocultar lo que realmente estaba pasando.
"Gracias por preocuparte. Estoy bien, solo… ha sido un día largo."
La respuesta llegó casi de inmediato.
"Recuerda que no tienes que cargar todo sola. A veces, compartirlo con alguien ayuda."
Las palabras de Wanda le hicieron pensar. Compartir. Abrirse. Algo que siempre le había resultado difícil, especialmente ahora, cuando sentía que su vida era un torbellino de emociones.
Agatha dejó el teléfono a un lado, pero las palabras de Wanda seguían resonando en su mente. Compartir. ¿Con quién podría hacerlo? Río estaba cerca, sí, pero no se sentía preparada para enfrentar todo lo que eso implicaba. Y con Wanda… aunque sus palabras fueran reconfortantes, todavía no sabía si confiar plenamente en ella era una opción.
El sonido de pasos en la cocina la sacó de sus pensamientos. Río estaba allí, moviéndose con la confianza tranquila de alguien que había pasado muchas noches entre fogones. La luz tenue que salía de la cocina proyectaba su silueta contra la pared, y por un instante, Agatha sintió que la línea entre el pasado y el presente se difuminaba.
Con un suspiro, se levantó y caminó hacia la cocina. Río estaba sirviendo una taza de té, su cabello desordenado cayendo sobre sus hombros, y su postura reflejaba cansancio, aunque también determinación.
—No sabía que seguías aquí —dijo Agatha desde el marco de la puerta.
Río giró la cabeza, sorprendida.
—No quería irme sin asegurarme de que tú y Nicky estuvieran bien —respondió con suavidad, sosteniendo la taza entre las manos—. ¿Quieres una?
Agatha asintió, y Río comenzó a preparar otra taza. Había algo en su presencia que la desarmaba. Esa calma, esa capacidad de quedarse sin invadir, como si entendiera que Agatha necesitaba espacio pero también alguien cerca.
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Sin Reservas | Agathario
RomantikAgatha Harkness, una abogada de gran prestigio y fría ironía, ha forjado una vida de éxito en Nueva York. Distante y seria, suele mirar a los demás con condescendencia, siempre en control y rodeada del respeto que inspira su habilidad profesional. D...