Agatha pasó los días siguientes inmersa en una rutina frenética. Volcó toda su energía en el trabajo, revisando casos hasta altas horas de la noche. Era su forma habitual de lidiar con las cosas: mantenerse ocupada, evitar el espacio para pensar demasiado. Pero Río estaba ahí, en la periferia de sus pensamientos, como una constante que no lograba ignorar.
El mensaje de la doctora seguía sin respuesta en su teléfono. Cada vez que lo veía, su pulso se aceleraba, pero siempre encontraba una excusa para no contestar. ¿Qué podría decirle? ¿Gracias por no juzgarme mientras me derrumbaba en tu auto? No. Eso sería demasiado.
Una tarde, mientras revisaba papeles en su oficina, un llamado de la recepción interrumpió sus pensamientos.
-Dra. Harkness, la Dra. Vidal está aquí para hablar con usted. ¿La dejo pasar?
Agatha sintió cómo su cuerpo se tensaba. ¿Qué hacía ella ahí? ¿Por qué no había avisado?
-Sí, claro. Déjala pasar -respondió, intentando que su voz sonara tranquila, aunque sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.
Cuando la puerta se abrió, Río entró con la misma calma que la caracterizaba. Vestía ropa negra impecable y ceñida al cuerpo, pero su expresión era más relajada de lo que Agatha esperaba. Cerró la puerta tras de sí y se acercó al escritorio.
-Hola, Agatha. Perdón por venir sin avisar, pero pensé que sería más fácil hablar en persona.
Agatha asintió, dejando el bolígrafo que tenía en la mano y cruzando los brazos sobre el escritorio.
-No hay problema. ¿Qué sucede?
Río la observó por un momento antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
-Noté que no contestaste mi mensaje. No quiero presionarte, pero quería asegurarme de que estuvieras bien.
La sinceridad en su voz desarmó a Agatha. No había intención de invadir, solo una preocupación genuina que no podía negar.
-Estoy bien -mintió, mirando hacia la ventana para evitar el escrutinio de la doctora.
Río no dijo nada de inmediato, pero cuando habló, lo hizo con suavidad.
-¿Eso te dices a ti misma, o eso crees que yo quiero escuchar?
Agatha volvió a mirarla, sorprendida por la precisión de su pregunta. Era como si Río pudiera ver más allá de las palabras, de las paredes que había construido.
-No es fácil... abrirme -admitió, bajando la mirada.
Río sonrió apenas.
-No tiene que serlo. Solo quiero que sepas que no estás sola, Agatha. A veces, el primer paso es simplemente permitirte sentir, aunque no sepas qué hacer con esas emociones.
Por un momento, el silencio llenó la habitación. Agatha podía sentir cómo las palabras de Río resonaban en su interior, como un eco que se hacía más fuerte con cada segundo. Finalmente, respiró hondo y asintió.
-Gracias. De verdad, gracias.
Río asintió también, sin intentar presionarla más.
-Cuando estés lista, sabes dónde encontrarme.
Y con esas palabras, se despidió, dejándola sola con sus pensamientos. Agatha permaneció en su oficina, mirando la puerta cerrada y sintiendo una mezcla de alivio y temor. Río estaba rompiendo algo en ella, algo que no estaba segura de querer arreglar.
Habían pasado algunos días, la habían llamado de la clínica, su proceso al fin comenzaría y había tratado de mantener su mente alejada de Río y todo lo que involucrara los recuerdos que había estado teniendo.
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Sin Reservas | Agathario
RomanceAgatha Harkness, una abogada de gran prestigio y fría ironía, ha forjado una vida de éxito en Nueva York. Distante y seria, suele mirar a los demás con condescendencia, siempre en control y rodeada del respeto que inspira su habilidad profesional. D...