pov Alexander
La sala de profesores estaba iluminada por la luz cálida de las velas flotantes, y el aire estaba impregnado con el olor a té de hierbas que el propio Dumbledore había preparado. A pesar de las tensiones que se cernían sobre Hogwarts y el inminente peligro que amenazaba a todos, los profesores encontraban momentos de calma entre las sombras.
El gran escritorio de Dumbledore estaba cubierto con papeles, pero el ambiente en la sala no era el de una reunión seria. En su lugar, se respiraba un aire de camaradería. Severus Snape estaba reclinado en una silla, mirando con escepticismo una taza de té que le había ofrecido el director, mientras Minerva McGonagall se mantenía erguida, con su típica postura recta.
Alexander, que había sido invitado a la reunión, se encontraba de pie junto a una de las ventanas. A pesar de que estaba acostumbrado a la seriedad de estas situaciones, no pudo evitar sentir una ligera sensación de alivio. Era extraño ver a los adultos en una situación tan... relajada.
—Severus, por favor, al menos inténtalo. No te hará daño —dijo Dumbledore, con una sonrisa pícara en su rostro, mientras observaba cómo Snape se negaba a tocar su taza.
—No lo haré. ¿Quién sabe qué clase de veneno has puesto en esta cosa? —Snape gruñó, cruzando los brazos y mirando a Dumbledore con desconfianza.
Minerva soltó una risa leve, pero apenas perceptible. Estaba sentada al otro lado de la mesa, observando cómo la tensión entre Dumbledore y Snape aumentaba con cada intento del director de hacer que su colega aceptara el té.
—Al menos, Severus, debes reconocer que este es el mejor té que he probado en mucho tiempo —intervino Minerva, sonriendo abiertamente mientras tomaba un sorbo de su propia taza.
Snape la miró, como si estuviera evaluando si realmente podía confiar en su palabra.
—Minerva, tú también estás conspirando con él, ¿verdad? —Severus dejó escapar un suspiro frustrado, pero al final tomó la taza con un gesto resignado.
Alexander, que estaba observando la escena con una sonrisa disimulada, no pudo evitar comentar:
—No se preocupen, si envenenan a alguien, yo me aseguraré de que el veneno sea suficientemente potente como para que no sufran.
Todos lo miraron brevemente, y aunque sus expresiones eran serias, el ambiente relajado hizo que la tensión disminuyera un poco. Incluso Snape levantó una ceja, reconociendo el comentario, pero sin dar señales de querer responder. Dumbledore, por su parte, estalló en una risa suave, su mirada llena de una energía que parecía querer transmitir calma a todos los presentes.
—Ah, Alexander, siempre tan directo —dijo Dumbledore, su risa apagándose lentamente. Se volvió hacia Snape y Minerva—. ¿Lo ven? Con Alexander, incluso las reuniones más formales parecen una reunión de amigos.
Minerva sonrió, pero la sonrisa se desvaneció rápidamente al recordar el tema que realmente los había reunido esa noche. Había algo que no podían ignorar, algo más grande que los pequeños momentos de diversión que se compartían entre ellos. La guerra, aunque invisible para muchos, ya había comenzado.
—Alaric —comenzó Minerva, su voz ahora seria—, ¿estás seguro de que todo está bajo control con el chico Potter?
La pregunta cortó la diversión en la sala, como un cuchillo afilado. Alexander, que había estado observando el ambiente más relajado, se puso en guardia. El nombre de Harry siempre parecía desencadenar una reacción en los adultos, como si se tratara de una presión invisible que se acumulaba en el aire.
—¿Harry? —Alexander se aclaró la garganta y miró a Dumbledore primero, como si buscara una aprobación tácita. El director, sin embargo, se mantuvo callado, observándolo con atención—. No sé qué tan controlada esté la situación. Potter es impredecible, y aunque tiene talento, también tiene una tendencia a meterse en problemas.
Minerva frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Snape intervino con un tono sarcástico:
—¿Quién podría haberlo predicho? Un niño de Gryffindor metido en problemas. ¡Qué sorpresa!
Alexander dejó escapar una sonrisa burlona, pero sin dar demasiada importancia al comentario de Snape. Sabía que Severus y Harry no se llevarían nunca bien, pero eso no era lo que le preocupaba. Lo que realmente lo inquietaba era la conexión de Harry con Voldemort. Había algo en ese chico que no podía entender, algo que parecía ir más allá de la simple rivalidad entre casas.
Dumbledore, por su parte, seguía observando con interés la dinámica entre los tres, pero no parecía dispuesto a interrumpir la conversación. En cambio, se levantó lentamente de su silla, caminó hacia su estantería llena de libros y sacó uno que parecía más antiguo que el resto. Cuando volvió a la mesa, lo dejó frente a Alexander.
—Este libro —dijo Dumbledore, señalando el título con un dedo arrugado— contiene información sobre hechizos oscuros. He estado investigando más sobre la magia antigua y sus conexiones con Voldemort. Creo que es necesario que tengas acceso a esta información.
La atmósfera en la sala se tensó de nuevo, y Alexander observó el libro con una expresión cautelosa.
—¿Por qué me lo das? —preguntó, aunque sabía la respuesta. Todos sabían que había una conexión entre él y la magia oscura, pero la pregunta seguía estando en el aire.
Dumbledore sonrió suavemente, como si la respuesta fuera obvia.
—Porque eres la única persona que puede entenderlo completamente. Y, si las cosas siguen como van, necesitarás este conocimiento. No solo para la batalla, sino para lo que está por venir.
De repente, el aire en la sala se hizo más pesado. La guerra contra Voldemort no era un futuro lejano; estaba aquí, en el presente. Y aunque las bromas y las risas seguían fluyendo en su pequeña burbuja de seguridad, todos sabían que la paz era solo un espejismo.
De pronto, un estruendoso sonido rompió la calma. Los tres miraron a la puerta, y a través de ella, apareció una figura familiar. Era el elfo doméstico Dobby, con una expresión urgente en su rostro.
—¡Profesor Dumbledore! —gritó Dobby, corriendo hacia la mesa—. ¡Hay noticias de Voldemort! ¡Algo está sucediendo en el Ministerio!
Todos se levantaron al instante, y el rostro de Dumbledore se tornó grave. Snape miró a Alexander, su rostro más oscuro que nunca, mientras Minerva se tensaba, anticipando lo que vendría. Voldemort ya no estaba simplemente acechando en las sombras; estaba actuando.
Alexander miró el libro frente a él, con el peso de sus palabras ahora más claro que nunca. La guerra no iba a esperar, y el destino de todos estaba por cambiar.
Continuará...
4o mini
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solo quiero una vida tranquila
RomanceUn joven es reencarnado en el mundo de Harry Potter, pero no tiene planes de meterse en la trama el solo quiere vivir una vida tranquila, pero un día ve que Harry Potter está en problemas con los Slytherin así que decide ayudar, lo que lo lleva a qu...