R.P. 4

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Doy vueltas a la conversación con Jennie y su hermana mientras como en la zona de Bandini. Pensaba que Jennie era hija única.

«¿Dónde estaba durante el debut de su hermana?»

Creo que la habría reconocido si la hubiera visto antes. En cambio, he quedado como una idiota el primer día. Tengo grabada en el cerebro la imagen de sus ojos castaños atravesándome como si quisiera despellejarme viva. Es una mujer impresionante, incluso cuando está enfadada, con las fosas nasales ensanchadas, las mejillas coloradas y moviendo las manos sin parar. Necesito un plan para la gala de Bandini. En ningún momento ha sido mi intención empezar con el pie izquierdo con Jennie, ni con su hermana. No estoy orgullosa de haber parecido una imbécil, y antes de que comience la temporada. Jennie y yo vamos a pasar un montón de horas juntas en eventos de prensa y reuniones con patrocinadores, lo cual implica que también coincidiré mucho con su hermana.

Se me han cruzado los cables al oír que me acusaba de algo que no fue culpa mía. Espero que le sirva de lección para no volver a abrir la boca sin pensar, ha sido un ejemplo perfecto de cómo cagarla en público, con todo lo que eso conlleva. Aun así, no es excusa para pagarla con su hermana. Durante el recorrido de reconocimiento por la pista, le he pedido perdón de nuevo, porque me avergüenzo de lo que he dicho. Jennie ha aceptado mis disculpas a regañadientes, estrujándome la mano que le he ofrecido con la mandíbula apretada. Me paso el resto del día atendiendo más sesiones de prensa, la parte más aburrida de la Fórmula 1.Regreso al hotel con el tiempo justo para vestirme para el evento. Jennie y su hermana van a asistir a la gala, lo he confirmado preguntando con discreción a gente de confianza. Solo me faltaba llamar la atención con esto.

La penumbra del bar del hotel me da la bienvenida y le pido un whisky al camarero. Veo de refilón a una chica sentada a una mesa, removiendo su bebida con una pajita. Se parece vagamente a la hermana de Jennie. Me dirijo hacia ella, confirmando que en efecto es la Manobal con la que tengo que hablar.

«El momento justo.»

Decido que lo mejor es pedir perdón otra vez, porque no me gusta ignorar los problemas para evitar el conflicto. Hay quien rehúye los contratiempos; yo, en cambio, los encaro a 300kilómetros por hora, y que pase lo que tenga que pasar.

—¿Te importa que me siente? Su cuerpo se tensa al oír mi voz. No tiene pinta de que esto vaya a salir bien, a juzgar por la mueca que pone, la rigidez de su postura corporal y la manera en que sigue sujetando la pajita, aunque ha dejado de darle vueltas. Bueno, algo me inventaré. Le dedico una sonrisa radiante de esas que hacen que se derrita cualquier mujer.

«De eficacia más que comprobada.»

No hago ningún movimiento mientras me observa. Se me acelera el corazón al contemplarla, disfrutando de sus ojos ahumados, que se enturbian bajo mi presencia, de sus exuberantes labios fruncidos y de esos pómulos que me gustaría acariciar con los nudillos. Tiene el pelo oscuro recogido en lo alto de la cabeza, pidiendo a gritos que lo suelten. Unos pocos ricitos se le escapan del moño y caen por su fino cuello. El vestido escotado, con toda la espalda al descubierto, deja a la vista su piel bronceada. Siento el impulso de tocarle la piel y comprobar lo suave que es. Lisa me saca de mis pensamientos.

—¿Qué pasa si sí me importa?

«Mierda. No me acordaba de que le había hecho una pregunta.»

—Probablemente me sentaría de todos modos. —Esbozo una sonrisa amplia, me divierte su insolencia.

—Vale, pues adelante. —Suelta un suspiro y señala con la mano la silla vacía delante de ella.

«No hace falta que me lo pidas dos veces.»

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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