Capítulo 25 | El punto de No-Retorno

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Lía trató de enfocarse en la consola frente a ella, pero las palabras de Max seguían rondando su cabeza como un eco implacable. ¿Por qué había dicho eso ahora? ¿Por qué no podía simplemente mantenerse al margen, como siempre?

Max permanecía allí, detrás de ella, expectante. Su confesión flotaba en el aire, pesada y llena de posibilidades que Lía no sabía si quería enfrentar.

Finalmente, giró sobre sus talones, con el rostro endurecido.

—¡No! —dijo, su voz temblando de rabia y confusión. Max dio un paso atrás, sorprendido por su tono—. ¡No puedes simplemente decirme eso ahora! ¿Qué se supone que haga con todo esto?

Max la miró, atónito al principio, pero luego su expresión cambió. Su mandíbula se tensó y sus ojos brillaron con una mezcla de frustración y algo más profundo.

—¿Por qué estás tan asustada, Lía? —gritó, dando un paso hacia ella—. ¿De qué tienes tanto miedo?

—¡No estoy asustada! —respondió ella, pero su voz la traicionó. Max negó con la cabeza, avanzando un paso más, hasta que quedó casi frente a ella.

—¡Sí lo estás! —Su tono era fuerte, pero había un dolor evidente en sus palabras—. Estás aterrorizada, Lía. No de mí, no de esto... —Hizo un gesto amplio, señalando la sala y todo lo que los rodeaba—. Sino de lo que sientes. De lo que significa que puedas ser feliz, que puedas querer a alguien.

Lía lo miró con los ojos encendidos, sus puños apretados a los costados.

—¡No quiero hablar de esto ahora, Max! —gritó, su voz reverberando en las paredes—. ¡Esto no importa! Lo único que importa es acabar con esto. ¡Erin nos dio una oportunidad y no voy a desperdiciarla porque tú decides que ahora es un buen momento para complicarlo todo!

Max apretó los dientes, sus emociones desbordándose.

—¡Esto siempre ha importado, Lía! —gritó de vuelta—. ¿O vas a seguir pretendiendo que no? ¿Vas a seguir huyendo de todo como siempre?

Eso fue demasiado. Algo dentro de Lía se rompió. Antes de que pudiera pensarlo dos veces, sus manos se movieron hacia la consola frente a ella. En la pantalla, un comando parpadeaba: "Eliminar del sistema".

Sin pensarlo, con el rostro lleno de rabia y los ojos empañados, Lía seleccionó el comando.

Max se quedó inmóvil, observando cómo sus manos trabajaban furiosamente en la consola. Su rostro pasó de la confusión a la incredulidad, y luego al horror.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con voz baja y peligrosa.

—Te estoy sacando de aquí —respondió Lía, con voz firme pero rota—. Si no puedes concentrarte en lo que importa, entonces no puedo tenerte aquí.

Max intentó acercarse, pero un destello de luz lo detuvo. Lía había activado el proceso. En cuestión de segundos, el sistema empezó a aislarlo, a borrar su presencia digital poco a poco.

—Lía, espera... —Max trató de razonar con ella, pero su voz ya empezaba a desvanecerse—. Por favor, no hagas esto.

Lía no lo miró. No podía mirarlo. Si lo hacía, sabía que no sería capaz de seguir adelante.

—Lo siento, Max —dijo, con un hilo de voz—. Pero no puedo hacerlo contigo aquí.

Lo último que escuchó antes de que Max desapareciera por completo fue su voz, rota y desesperada:

—Te amo, Lía. No importa lo que hagas... siempre te amaré.

Y entonces, el silencio llenó la sala.

UNFOLLOW | M. HernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora