La espera interminable

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La reina Iduna emergió de su sueño, estirando su cuerpo con un suspiro de alivio. La mañana dorada inundaba su habitación, y el aroma a lavanda flotaba en el aire. Se levantó de la cama y se desperezó, flexionando con placer sus músculos cansados.

Se acercó al buró y cogió el reloj de oro, cuyas manecillas brillaban en la luz matutina. Las 8:00 a.m. La espera se hacía interminable. Habían pasado tres semanas desde que Agnarr se había marchado, impulsado por un rumor que parecía tener vida propia.

Iduna se envolvió en una bata de lino púrpura y se dirigió a la ventana, apartó la cortina de seda y contempló el fiordo, cuyas aguas cristalinas reflejaban el cielo azul. La brisa marina acariciaba su rostro, llevando consigo el recuerdo de su esposo.

Aunque Adgar parecía convencido de la existencia del mago, Iduna no podía evitar sentir que era un sueño, un cuento de hadas que se desvanecería con la luz del día. Sin embargo, algo en su interior le decía que había verdad en aquella leyendas pues Atohallan también parecía una, sin embargo existía.

Después de unos segundos de reflexión, Iduna se cambió de vestimenta detrás del biombo, eligiendo un elegante vestido de seda azul que realzaba su belleza. Peinó su largo cabello castaño frente al tocador, acomodándolo en un elegante moño que resaltaba su rostro.

Con una serenidad que ocultaba su inquietud, Iduna caminó tranquilamente por el amplio pasillo que conectaba su habitación con la de sus dos hijas. Llamó suavemente a la puerta de Elsa, y luego entró con una sonrisa cálida.

-Elsa, cariño, buenos días.

Iduna entró a la habitación donde su pequeña hija la esperaba sentada frente al espejo del tocador. Al parecer tenía problemas para trenzar su cabello.

-Buenos días mamá - respondió Elsa, dejando el cepillo a un lado - ¿Papá aún no ha regresado?

-No. Su viaje es muy largo y puede que tarde más tiempo en volver. No tienes de qué preocuparte, prometió escribirnos ¿Quieres que te ayude con eso?

Iduna tomó el cepillo, pero Elsa retrocedió y negó. Y aunque sabía que su reacción se debía al temor que le provocaba la idea de hacerle daño con sus poderes, Iduna no pudo evitar sentirse dolida por su rechazó.

Elsa pareció notarlo y rápidamente se disculpó.

-Descuida, está bien. No pasa nada, cariño. Dejaré que continúes. Si necesitas algo dímelo ¿Está bien?

Al salir del cuarto de Elsa, Iduna recargó su espalda contra la pared. Estaba harta de ver a su hija encerrada como si de un vil criminal se tratase, harta de no poder ayudarla ¡Ni siquiera podía acercarse a ella para consolarla entre sus brazos!
Bastaba ver los ojos de Elsa para saber lo solitaria y melancólica que se sentía. Ninguna criatura merecía estar así. A sus ocho años, Elsa debería poder sonreír, jugar, tener amigos y divertirse como si nada más importará.

Sus lágrimas cayeron, mojando la alfombra del pasillo. Debía esperar. Aún cuando la vida parecía ser tan injusta con su hija, debía aguardar la llegada de Adgar.

-¿Mami? -Ana se asomó desde el umbral de su habitación.

Al ver a su madre en el pasillo, Ana abrió la puerta de par en par y corrió hacia ella.

-¿Por qué estás llorando? ¿Te duele algo? -preguntó Ana, con una mirada preocupada.

Iduna negó con la cabeza, secando rápidamente sus lágrimas con el dorso de su mano. No quería preocupar a su hija menor.

-Estoy bien, cariño -dijo Iduna, forzando una sonrisa y tomando a su pequeña hija entre sus brazos-. Vamos, te ayudaré a arreglar tu cabello. Recuerda que en unas horas empezarás tus lecciones.

-Pero mamá, ¿por qué debo aprender a tocar el arpa y a bailar? ¿No puedo hacer algo más divertido? -dijo Ana, su tono inquisitivo.

Iduna sonrió y acarició el cabello de Ana.

-La música y la danza son formas de expresar la belleza y la emoción, Ana. Serán herramientas valiosas cuando seas mayor. Y además, te ayudarán a desarrollar tu creatividad y gracia -explicó Iduna.

Ana pensó por un momento, luego sonrió.

-Quiero hacerlos felices, mamá. A ti, a papá y a Elsa. Quiero ser una princesa maravillosa -dijo Ana, con determinación.

Iduna abrazó a su hija, sintiendo orgullo y amor.

-Lo serás, Ana. Lo serás -dijo Iduna, con una sonrisa.

Ana abrazó a su madre por el cuello, apretándole con fuerza. Iduna correspondió el abrazo, sintiendo la calidez y el amor de su hija menor.

-Te quiero, mamá -susurró Ana en su oído.

-Y yo te quiero, mi amor -respondió Iduna, besando la frente de Ana.

Antes de entrar a la habitación de Ana, la reina miró de soslayo la puerta de la habitación de su hija mayor. Su corazón se estrujó al pensar en la última vez que había tenido a Elsa entre sus brazos.

Sí la búsqueda de su marido resultaba infructífera, aún podían aventurarse a buscar Atohallan, aun cuando tuviera que revelar los secretos del pasado.

Continuará...


Notas finales:

Un nuevo capítulo que, aunque corto, explica un poco la relación de tiene Iduna con sus hijas. Pronto estaré subiendo más capitulos.

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar, me encanta leer sus comentarios y saber que les parece la historia. Les mando un fuerte abrazo a todos ☺️

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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La princesa y el cisne  (Reeditado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora