Ahtohallan

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-

¡Y todos se casaron!


Agnarr le lanzó una sonrisa divertida a su esposa, luego se aclaró la garganta, dando a conocer la presencia de ambos a las niñas. Ambas estaban jugando en el suelo en camisón, justo antes de
acostarse. Los padres dieron un paso más en la habitación.

-¿Qué están jugando?- preguntó su padre, observando el pequeño montón de nieve y las figurillas de hielo que Elsa, de ocho años, había preparado para su juego. Anna siempre le suplicaba a su hermana mayor que le inventara pistas de patinaje sobre hielo, muñecos de nieve y otras formas de entretenimiento helado
para su disfrute, a veces siendo bastante persistente al respecto, como pueden ser los niños de cinco años . Pero para su mérito,
Elsa siempre estaba obligada. Nada le gustaba más que hacer sonreír a su hermanita. Sus padres solo la dejaban hacerlo en interiores, por supuesto. Dentro de la seguridad de las murallas del castillo, en los días en que
no tenían visitas. Incluso después de ocho años, Agnarr se mantuvo firme en la creencia de que deberían mantener sus poderes en secreto, lo cual Iduna entendia, aunque le entristeciera un poco. Odiaba la idea de que Elsa tuviera que crecer pensando que su hermoso regalo era algo que debía mantenerse oculto.
Sabía muy bien lo que se sentía no poder ser uno mismo.

Al menos tenía toda la adoración de su hermana.

-¡Bosque encantado!- Gritó Anna, respondiendo a la pregunta de su padre con su habitual exuberancia. Aunque Anna no tenía magia como la de Elsa, su naturaleza especial se manifestó en su energía ilimitada, curiosidad insaciable y amor genuino por todas las cosas divertidas. Mientras tanto, Elsa siempre había sido una niña cautelosa y cuidadosa, casi vigilada a veces. Elsa en varios aspectos se parecía al hombre en el que se había convertido su padre, mientras que Anna se parecía más al niño que había sido su madre.

Diferente como el verano y el invierno, pero cerca como podría ser.

- Eso no se parece a ningún bosque encantado que haya visto- bromeó Agnarr, sentándose en la cama. Inmediatamente, llamó la atención de sus hijas.

-¿Has visto un bosque encantado?- Anna preguntó, mirándolo con asombro.

Iduna frunció el ceño, algo se movía profundamente dentro de sí.

A Agnarr le encantaba contarle cuentos a sus niñas antes de dormir. Pero no estaba segura de que fuera prudente seguir el rumbo de esa historia. Todavía eran muy jóvenes.

Especialmente la pequeña Anna.

-¿Estás seguro acerca de esto?- Le preguntó a Agnarr, lanzándole una mirada de preocupación.

Le dio un leve asentimiento.

-Es hora de que lo sepan.

Suspiro. Iduna supuso que tenía razón. Era parte de la historia de Arendelle, por doloroso que fuera para ella. Algún día lo escucharían de alguien. También podría ser de su padre, que había estado allí para verlo de primera mano.
Las niñas y su madre se sentaron en la cama. Anna se inclinó hacia su hermana y le susurró algo al oído. Típico de la capacidad de atención de Anna: probablemente ya se había olvidado del bosque.

Agnarr enarcó una ceja.

- Si pueden calmarse y escuchar.

Iduna ahogó una risa cuando ambas cerraron la boca inmediatamente

-Muy lejos- comenzó Agnarr-tan al norte como pudimos ir ...

Y así comenzó a contar la historia, su voz de narrador suave pero dramática mientras ambas niñas escuchaban con atención absorta, con los ojos muy abiertos. La reina se recostó en la
cama, cerrando sus propios ojos, tratando de concentrarse en sus palabras. Pero pronto una tormenta demasiado familiar comenzó a arremolinarse dentro de ella, despertando recuerdos de hace mucho tiempo, casi olvidados, de ese fatídico día.

Habían pasado años desde que Agnarr y ella hablaron sobre el bosque. Ahora estaban ocupados gobernando un reino y criando a dos niñas. Habían enviado una patrulla a las nieblas que cubrían el bosque encantado cada seis meses, pero siempre volvían con las mismas noticias. La niebla aún se mantenía.

Volvió su atención a la historia, dándose cuenta de que Agnarr casi había terminado.

-Y alguien me salvó- explicó. -Me dijeron que los espíritus desaparecieron y una poderosa niebla se apoderó del bosque, bloqueando todo lo demás y manteniendo a todos adentro-. Miró solemnemente a las chicas. -Y esa noche, volví a casa siendo rey de Arendelle.

-¡Vaya, papá!- Anna respiró. -¡Eso fue épico! ¡Quien te salvó, lo amo!

Ella volvió a caer en el regazo de su madre en un dramático desmayo. Iduna no pudo evitar una pequeña sonrisa, la cual se desvaneció cuando Agnarr respondió con seriedad:

-Ojalá supiera quién era

A Iduna le dolía el corazón. Todos esos años habían pasado un matrimonio amoroso, dos hermosas niñas, un reino pacífico. Y nunca había encontrado el momento adecuado para contarle todo acerca de su pasado a su marido

"Quizás esta noche. Después de que las niñas se durmieran".

-¿Qué pasó con los espíritus? ¿Qué hay en el bosque ahora? - dijo Elsa, luciendo bastante preocupada.

Iduna suspiró. Sabía que esa historia las iba a alterar. Todavía eran muy jóvenes.

-No lo sé. La niebla sigue en pie. Nadie puede entrar. Y nadie ha salido desde entonces -respondió Agnarr.

- Así que estamos a salvo- agregó Iduna, lanzándole una mirada severa a su esposo.

-Sí- dijo él. -Pero el bosque podría volver a despertar. Y debemos estar preparados para cualquier peligro que podamos enfrentar.

-Y en esa nota, ¿qué tal si le damos las buenas noches a su padre? - Lo interrumpió la reina, poniendo una mano gentil en el brazo de Agnarr, aunque en ese momento quería empujarlo fuera de la cama. ¿Por qué pensó en contarles eso justo antes de acostarse, ¿era acaso una buena idea?

-¡Oh, pero todavía tengo muchas preguntas!-Anna hizo un puchero.

-Guárdalas para otra noche, Anna- bromeó Agnarr, tirando de su dedo del pie. Se levantó y se dirigió hacia la puerta, dejando a Iduna sola con las niñas.

La madre suspiró. Era tiempo para el control de daños si lo que quería era conseguir que sus hijas durmieran esa noche.

-¡Sabes que no tengo ese tipo de paciencia!- dijo Anna, frunciendo el ceño a su padre. Luego se volvió hacia su madre -¿Por qué los Northuldra nos atacaron, de todos modos? ¿Quién ataca a las personas que les dan regalos?

-¿Crees que el bosque se despertará de nuevo?- Añadió Elsa, todavía luciendo preocupada.

-Sólo Ahtohallan lo sabe- murmuro la reina antes de que pudiera detenerse.

-¿Ah-a-quién-qué?- Preguntó Anna,
sus grandes ojos cada vez más abiertos.

Iduna se sobresaltó un poco. ¿Lo había dicho en voz alta?

-Cuando era pequeña- dijo lentamente, sin saber cuál era la mejor manera de empezar - mi madre cantaba una canción sobre un río especial llamado Ahtohallan que se decía que contenía todas las respuestas sobre el pasado y de lo que somos parte...

-¡Whoa!-Anna respiró.

-¿Puedes cantarla? -preguntó Elsa.

La mujer se quedó sin aliento. ¿Podría hacerlo? Pero luego las miró, sus dulces rostros, sus grandes ojos. Anna curiosa, Elsa un poco más reservada. Y algo en su interior cedió, por primera vez en muchos años. Quizás era el momento.

No para contar toda su historia, todavía no. Pero quizás una canción no sería mala idea. Después de todo, era parte de quienes eran, incluso si no lo sabían. Y tal vez las consolará de alguna manera, tal como lo hizo con ella.

-Está bien- dijo, tomándolas en sus brazos. -Acurrúquense - les sugirió, como solía decirle su abuela.

Y luego comenzó a cantar.

La princesa y el cisne  (Reeditado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora