01

146 10 1
                                    

Gavi siempre había pensado que tenía la vida resuelta. Con apenas 19 años, ya jugaba en el primer equipo del Barcelona, había encontrado el amor junto a Ana, una chica cariñosa y con los pies en la tierra, y tenía un mejor amigo en Pedri, con quien compartía más que el campo de juego. Para Gavi, Pedri era como un hermano, el tipo de persona con quien se podía reír durante horas, jugar videojuegos o simplemente hablar de cualquier cosa.

La amistad entre ambos era sólida, inquebrantable, o eso creía Gavi. Sin embargo, hubo un momento que lo cambió todo, un instante fugaz que transformó para siempre su percepción del mundo y de lo que sentía.

***
Todo comenzó después de un partido difícil. El equipo apenas había conseguido un empate contra un rival que parecía inferior, y el vestuario estaba cargado de frustración. Gavi, aunque intentaba mantener la calma, estaba molesto consigo mismo. Había perdido un pase clave en los últimos minutos, y no podía dejar de darle vueltas.

Pedri, como siempre, fue el primero en acercarse.

—Tranquilo, tío, no pasa nada. Lo hiciste bien —dijo, dándole una palmada en la espalda.

Pero Gavi apenas reaccionó. Salió del vestuario sin decir mucho, buscando un poco de aire fresco. Pedri, fiel a su carácter, no lo dejó solo y lo siguió hasta el túnel vacío del estadio.

—Gavi, para. ¿Qué te pasa? —preguntó, poniéndose frente a él.

El joven mediocampista suspiró, frustrado.

—No lo entiendes, Pedri. Siempre quiero dar lo mejor, y siento que estoy fallando. No sé, quizá no soy tan bueno como todos piensan.

Pedri lo miró en silencio durante unos segundos, y luego, sin previo aviso, lo abrazó. Fue un gesto simple, pero inesperado. Pedri no era alguien que mostrara mucho afecto físico, así que el abrazo lo tomó completamente por sorpresa.

—Eres más que suficiente, Gavi. Siempre lo has sido —dijo Pedri, con un tono de voz bajo, pero firme.

Gavi se quedó quieto, sin saber cómo reaccionar. Al principio pensó que era solo un gesto de apoyo, algo entre amigos, pero había algo diferente en ese abrazo. Era cálido, reconfortante, pero también lo hizo sentir algo que no había sentido antes.

Cuando Pedri finalmente lo soltó, Gavi se quedó mirándolo, incapaz de decir nada. Fue en ese momento que lo sintió: una especie de vacío y, al mismo tiempo, un cosquilleo en el pecho. No entendía por qué, pero algo había cambiado.

***
Esa noche, Gavi volvió a casa con Ana, como siempre. Ella lo recibió con una sonrisa y un beso, intentando levantarle el ánimo después del partido. Pero mientras hablaban, Gavi no podía concentrarse. Su mente seguía volviendo al abrazo de Pedri, al calor de sus brazos, a la forma en que lo había mirado justo antes de soltarlo.

No era que no quisiera a Ana. Era feliz con ella. Ella era perfecta, el tipo de persona que cualquiera desearía tener a su lado. Pero ahora no podía evitar preguntarse si lo que sentía por ella era lo mismo que debería sentir por alguien a quien realmente amas.

Con Pedri era distinto. Siempre lo había sido, pero nunca se había detenido a analizarlo. Cada vez que estaban juntos, sentía que todo era más fácil, más ligero. Pedri lo entendía de una forma que nadie más podía.

Y ahora, después de ese abrazo, se daba cuenta de que tal vez siempre había habido algo más entre ellos, algo que no había querido admitir.

***
Al día siguiente, en el entrenamiento, todo parecía normal. Pedri lo saludó con su sonrisa habitual, y Gavi intentó comportarse como siempre, pero sentía que algo estaba diferente.

Hug(gadri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora