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Gavi, decidido a limpiar su nombre y recuperar la confianza de sus compañeros, sabía que debía enfrentar la situación de frente. Al día siguiente, se dirigió al vestuario con una determinación renovada. Al entrar, sintió nuevamente las miradas inquisitivas, pero esta vez no iba a dejarse intimidar.

Se dirigió al centro de la sala, donde todos los compañeros estaban reunidos preparándose para el entrenamiento. Gavi tomó aire y alzó la voz:

—Compañeros, necesito hablar con ustedes.

El murmullo cesó y todos los ojos se volvieron hacia él. Gavi notó la mezcla de curiosidad y escepticismo en sus rostros, pero no se dejó amedrentar.

—Sé que han oído rumores sobre mí, sobre lo que supuestamente hice a Ana. Quiero que sepan la verdad. Ana me engañó con Fermín, y cuando la confronté, decidió inventar esos rumores para hacerme quedar como el malo. No hay pruebas de lo que dice porque no es cierto. Les pido que no juzguen sin conocer los hechos.

El silencio se prolongó durante unos segundos que parecieron eternos. Finalmente, Riqui se adelantó.

—Gavi, es difícil para nosotros saber qué creer. Pero si estás dispuesto a hablar de esto abiertamente, quizás deberíamos escuchar.

Gavi asintió, agradecido por la oportunidad.

—Gracias, Riqui. Solo quiero que sepan que siempre he sido honesto con ustedes. Lo que Ana ha dicho es una mentira, y si alguna vez les he dado una razón para dudar de mí, me disculpo.

Pedri se levantó y se puso al lado de Gavi.

—Yo creo en Gavi. Siempre ha sido un buen amigo y un buen compañero. Confío en él y en su palabra. Si alguno de ustedes tiene dudas, hablen conmigo. Estoy aquí para aclarar cualquier cosa.

El apoyo de Pedri fue crucial. Poco a poco, los demás compañeros comenzaron a asimilar lo que Gavi había dicho. Aunque algunos seguían escépticos, otros comenzaron a acercarse para ofrecer su apoyo.

Esa tarde, durante el entrenamiento, Gavi notó una ligera mejora en el ambiente. Sus compañeros empezaron a pasarle el balón más a menudo y a comunicarse con él en el campo. No era una solución inmediata, pero era un primer paso hacia la reconstrucción de la confianza.

Después del entrenamiento, Pedri y Gavi se quedaron un rato más en el vestuario. Pedri le dio una palmada en la espalda.

—Lo hiciste bien hoy, Gavi. Va a tomar tiempo, pero estoy seguro de que todo volverá a la normalidad.

Gavi asintió, sintiéndose un poco más optimista.

—Gracias, Pedri. No sé qué haría sin ti.

Pedri sonrió.

—Para eso están los amigos, ¿no? Además, sabes que siempre estaré aquí para ti.

Esa noche, Gavi se fue a casa sintiéndose más fuerte. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo, pero con el apoyo de Pedri y su propia determinación, estaba dispuesto a enfrentarlo. Las heridas sanarían con el tiempo, y algún día, el equipo volvería a verlo como el compañero y amigo en el que siempre había confiado.

La relación con Ana, sin embargo, estaba rota de manera irremediable. Gavi comprendió que debía seguir adelante sin ella, aprendiendo de la experiencia y enfocándose en las personas que realmente importaban. Con el tiempo, encontraría la paz y la felicidad que buscaba, tanto en su vida personal como en su carrera futbolística.























En los días siguientes, la situación en el vestuario no mejoró tanto como Gavi esperaba. A pesar de su sincera declaración y del apoyo de Pedri, algunos compañeros seguían evitando su mirada y manteniéndose distantes. La presión era asfixiante, y Gavi sentía que, aunque había dado un paso importante, aún estaba muy lejos de recuperar la normalidad.

Decidió que necesitaba alejarse un poco, aislarse para poder pensar con claridad y procesar todo lo que había pasado. La playa, que solía ser su refugio, ya no le ofrecía la misma paz, así que buscó otros lugares donde pudiera estar solo con sus pensamientos.

Durante esos momentos de soledad, Pedri se convirtió en su único sostén. Pedri era su rayito de sol, la única persona que conseguía arrancarle una sonrisa incluso en los días más oscuros. Pedri lo llamaba todos los días, le mandaba mensajes y, a menudo, pasaba tiempo con él después de los entrenamientos, asegurándose de que Gavi no se sintiera completamente solo.

Una tarde, mientras estaban sentados en el banco de un parque casi desierto, Pedri rompió el silencio.

—Gavi, sé que esto es difícil para ti, pero quiero que sepas que no tienes que enfrentarlo solo. Estoy aquí, y siempre estaré aquí, pase lo que pase.

Gavi miró a Pedri, sintiendo una oleada de gratitud y algo más, algo que había estado intentando entender y aceptar desde hacía tiempo.

—Gracias, Pedri. No sé qué haría sin ti. De verdad, eres lo único que me mantiene cuerdo en medio de todo esto.

Pedri sonrió, pero había una seriedad en su mirada.

—Gavi, quiero que sepas algo. No importa lo que digan los demás, yo siempre voy a creer en ti. Eres una buena persona, y sé que saldrás de esta más fuerte.

Gavi sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero las contuvo. No quería mostrarse vulnerable, aunque con Pedri sabía que podía serlo.

—No sé cómo agradecerte todo esto, Pedri. A veces siento que no lo merezco.

Pedri negó con la cabeza.

—No digas eso. Todos merecemos tener a alguien que nos apoye, y yo estoy aquí porque quiero estar aquí, porque me importas.

Gavi sonrió, sintiendo que una pequeña parte de su carga se aliviaba.

—Gracias, de verdad. A veces me siento tan solo, pero tú siempre consigues hacerme sentir mejor.

Pedri se acercó y le dio un abrazo, un gesto simple pero cargado de significado. En ese abrazo, Gavi encontró la fuerza para seguir adelante, para enfrentar cada día con un poco más de esperanza.

Las semanas pasaron, y aunque Gavi seguía sintiéndose aislado en muchos aspectos, la presencia constante de Pedri lo mantenía a flote. Pedri lo animaba a seguir entrenando, a no rendirse, y poco a poco, Gavi empezó a ver pequeños cambios. Algunos compañeros comenzaron a hablarle de nuevo, aunque fuera de manera superficial, y en el campo, la dinámica mejoró gradualmente.

Gavi sabía que el camino hacia la recuperación completa sería largo y arduo, pero mientras tuviera a Pedri a su lado, sentía que podía superar cualquier obstáculo. Pedri era su luz en la oscuridad, su ancla en medio de la tormenta, y por eso, cada día se levantaba con un poco más de determinación, sabiendo que no estaba solo en esta batalla.



Gente yo quiero a un pedri en mi vida
Ns cómo esta quedando la historia porque es mi primera pero bueno jsjsj

Hug(gadri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora