El reflejo en el espejo parecía desvanecerse mientras la voz del gato seguía resonando en mi cabeza: "Eres nuestra única esperanza." Una frase tan simple y, sin embargo, tan cargada de significado.Mis pensamientos eran un caos. No podía entender por qué alguien como él —un gato que flotaba y sonreía como si todo fuera un chiste— pensaba que yo podía salvar al País de las Maravillas. Yo, la futura Reina de Corazones, encerrada en un castillo, temida por mi propio pueblo.
—No entiendo —murmuré, apretando mis manos contra el borde del espejo. Aunque el gato ya no estaba, mi reflejo seguía mirándome con una mezcla de incredulidad y desesperación.
Una risa baja y ronca surgió de algún lugar del cuarto. Sentí un escalofrío en la espalda cuando volví a escuchar esa inconfundible voz.
—Lo que no entiendes ahora, querida reina, lo entenderás con el tiempo. —El gato volvió a aparecer, flotando con la misma facilidad con la que desaparecía. Sus ojos brillaban como dos pequeños soles.
—No me hables en acertijos. —Mi tono era más severo de lo que pretendía, pero no podía evitarlo. Estaba cansada de las palabras que no llevaban a nada.
El gato dio una vuelta en el aire, como si estuviera disfrutando de mi frustración. Luego, se detuvo frente a mí, sus ojos clavándose en los míos.
—¿De verdad quieres saberlo todo, mi reina? ¿Estás lista para cargar con la verdad? Porque la verdad es más pesada que cualquier corona que vayas a llevar.Tragué saliva, incapaz de responder. Una parte de mí quería gritarle que se fuera, que no me complicara más la vida. Pero había algo en sus palabras que encendía una chispa dentro de mí, algo que no podía ignorar.
—Hablas como si todo dependiera de mí —dije finalmente.
—Porque así es.Suspiré. Me sentía atrapada entre dos mundos: el de la obediencia y el deber, y el de la incertidumbre y la libertad. Decidí cambiar el rumbo de la conversación.
—¿Por qué yo? Hay cientos de personas en este reino. ¿Qué tengo yo que no tengan ellos?El gato ladeó la cabeza, como si considerara mi pregunta.
—Tienes algo que nadie más tiene: una elección. Puedes seguir el camino que tus padres han trazado para ti, un camino de sangre y miedo... O puedes crear tu propio destino.Su respuesta me dejó sin aliento. Nunca había pensado en mi vida como algo que pudiera cambiar. Siempre había asumido que ser Reina de Corazones significaba aceptar todo lo que venía con ello, incluso si no estaba de acuerdo.
—¿Y qué pasa si fallo? —pregunté en voz baja.
El gato bajó hasta quedar frente a mí. Su sonrisa, aunque grande, parecía más suave ahora.
—En el País de las Maravillas, fallar no es el fin. Es solo el principio de algo nuevo.Antes de que pudiera responder, un fuerte golpe en la puerta me hizo dar un salto. Era la voz de uno de los guardias:
—Su alteza, la Reina Madre desea hablar con usted.Miré hacia el espejo, pero el gato ya no estaba. Solo quedaba mi reflejo, pálido y asustado. Cerré los ojos un momento y respiré profundamente antes de dirigirme a la puerta.
Cuando llegué al salón principal, mi madre estaba allí, impecable como siempre. La luz de las lámparas hacía brillar las piedras preciosas de su vestido. Sus ojos me evaluaron al instante.
—Victoria, pareces distraída —dijo con un tono dulce, aunque sabía que detrás de esas palabras siempre había juicio.
—Estoy bien, madre —respondí, esforzándome por mantener la compostura.Ella no pareció convencida, pero no insistió.
—Recuerda que tu coronación está a la vuelta de la esquina. Como futura Reina de Corazones, es tu deber ser fuerte y ejemplar. El reino depende de ello.Asentí en silencio, aunque sus palabras pesaban más de lo que podía soportar.
Esa noche, de vuelta en mi habitación, el aire se sentía más denso. Todo parecía más oscuro, más frío. Me senté frente al espejo, como si esperara que el gato volviera, pero no lo hizo.
"¿Crear mi propio destino?" pensé. Era una idea tentadora, pero aterradora. Durante toda mi vida, había sido moldeada para cumplir un papel específico. ¿Podría realmente cambiarlo?
Miré por la ventana. Afuera, el mundo parecía tan lejano, tan inaccesible. El castillo que antes me había parecido un refugio ahora se sentía como una jaula.
"Si no lo intento, nunca sabré si puedo hacerlo", me dije a mí misma. Y por primera vez en años, sentí un destello de esperanza.
Esa noche, me juré a mí misma que encontraría una forma de cambiar mi historia, aunque todavía no supiera cómo.
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La heredera de corazones
FantasíaVictoria nunca pidió ser la heredera del País de las Maravillas. Atrapada en un castillo que se siente más como una prisión, vive con el peso de un reino que teme mirarla a los ojos. Su vida está regida por reglas crueles, decisiones que nunca tomó...