Shouyou lo espera sentado fuera de los vestidores. Tiene la cabeza baja y la chaqueta negra de Karasuno apoyada sobre sus hombros, algo caídos: como toda la expresión que envuelve su rostro. Kenma se muerde un labio, sintiéndose por segunda vez culpable desde que terminó el partido y teme acercarse. Algo en su mente se pregunta si Shouyou está aquí para reclamarle, si por poner demasiado esfuerzo o no el suficiente, no lo sabe. Tampoco está muy seguro de querer saber la respuesta. Se queda parado en la puerta del vestuario, bolso al hombro, esperando a que Shouyou note su presencia.
No deben pasar más que segundos entre que se detiene en el umbral y Kuro tropieza contra él, el último del equipo en salir. No puede evitar el chasquido de sus dientes, al mismo tiempo que Kuro lanza una exclamación de sorpresa. Es suficiente para que Shouyou levante la vista y Kenma no pueda mirar más que a sus ojos; brillosos por las lágrimas, no tardan más de un segundo en iluminarse cuando se fijan en él, suavizando la expresión de su rostro.
―¡Kenma! ―Shouyou se levanta de un salto y compone una sonrisa en sus labios. La chaqueta cae de sus hombros, pero Shouyou no parece notarlo, da un paso hacia adelante y se detiene, fijándose en la presencia de Kuro detrás de Kenma. ―Kuroo-san.
―Te esperamos fuera, ―Kuro fija la vista en Kenma, con el ceño levantado. Kenma asiente, porque sabe que Kuro espera su confirmación de que estará bien. Su mejor amigo levanta una mano para revolver su cabello, pero parece pensárselo mejor y la deja caer a un lado. Kuro le regala una sonrisa pícara como despedida.
Kenma se queda observando su espalda hasta que Kuro desaparece al final del pasillo, antes de girarse hacia Shouyou. Su amigo sigue estático en el mismo lugar, la chaqueta aún olvidada en el suelo. La intensidad de sus ojos hace que Kenma no pueda sostenerle la mirada, un nudo atándose en su garganta en medio de una disculpa que no sabe cómo expresar.
―Shouyou...
―¡Estuviste genial, Kenma! ―Su expresión es tan honesta que Kenma no sabe cómo reaccionar. De todas las cosas que podrían salir de labios de Shouyou, lo último que espera es aquella afirmación. Un nuevo reto, tal vez, una promesa de ganarle, quizás. ―Fue... Estuviste... Eres... woah.
Shouyou sólo detiene el movimiento acelerado de sus brazos cuando termina su exclamación y los deja caer a un lado de su cuerpo, expectante. Kenma puede sentir el calor que crece por su cuello y se asienta en sus mejillas.
―Gracias, Shouyou. ―Su voz es apenas un suspiro, pero ésta vez no se atreve a mirar a otro lado que no sea a Shouyou y la sonrisa que crece en sus labios hasta ocuparlo todo. Kenma muerde el interior de su mejilla y esconde sus manos en los bolsillos de su chaqueta, antes de volver a hablar. ―Tú también ―hace una pausa―, tú también eres woah.
Se siente ridículo por lo que dura un segundo, porque entonces el rostro de Shouyou irradia felicidad y es incapaz de arrepentirse de sus palabras. Memoriza en un segundo el claro movimientos de sus labios, abiertos en sorpresa y el brillo resplandeciente de sus ojos, así como la manera en que sus manos vuelven a moverse inquietas.
―¡Kenmaaaaaaaa!
Los brazos de Shouyou le envuelven de golpe y todo lo que puede ver es el color rojizo de sus cabellos. Kenma siente como sus músculos se contraen por la sorpresa, pero Shouyou no se detiene pese a ello, continúa aferrándose a él con firmeza hasta que Kenma logra comenzar a relajarse y le devuelve el abrazo. Shouyou huele a sudor, talco y lágrimas y a Kenma se le contrae la garganta hasta que no puede más que apoyar su frente contra su hombro. Sus siguientes palabras las esconde contra la camiseta de entrenamiento de Karasuno, su aliento húmedo contra la tela y Kenma siente que se ahoga en ella. ―Lo siento.
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