" Y no quiero que el mundo me vea
Porque no creo que lo entiendan
Cuando todo está destinado a romperse
Sólo quiero que sepas quién soy..."
Fragmento "Iris" – Muñecas Goo goo.
.
.
.
En una tarde como cualquier otra, de un día como cualquier otro, Kuroo y Kenma se encontraron en la habitación del primero.
—¿Sabes lo que es un " zeptosegundo "? —Preguntó Kuroo de pronto.
Él estaba sentado en el piso con la espalda apoyada sobre el borde de su propia cama, leyendo una revista de Ciencia y curiosidades. Kenma, a su vez, estaba aovillado sobre el colchón, jugando con su PSP.
—Mmhh? —Fue toda la desmotivada respuesta que obtuvo un cambio, acompañada de los sonidos y la música del juego.
—Un zeptosegundo equivale a la miltrillonésima parte de un segundo —explicó Kuroo con sumo interés; interés que su interlocutor no demostraba en respuesta, pero él siguió disertando:— Es el tiempo de vida que tiene el Bosón de Higgs, también conocido como la " Partícula de Dios " y...
Continuó exponiendo muy entusiasmado su reciente saber adquirido sobre aquella medida de tiempo totalmente inservible en la vida diaria, pero útil en los campos de la física y la química.
Un zeptosugundo, la medida del tiempo que le dio inicio a todo el universo conocido.
Un concepto así revolucionaba la mente inmensamente curiosa y ágil de Kuroo quien, a sus catorce años, era un muchacho tan normal y sano como cualquier otro. Era buen estudiante, practicaba deporte, tenía varios amigos con los que se divertía día a día, ya su vez no tenía mayores problemas ni grandes inquietudes adolescentes que aquejaran su joven vida. Era un chico feliz.
—Me estás escuchando? —Quiso saber Kuroo de pronto; bajó la revista y giró la cabeza para observar a su amigo.
Kenma seguía concentrado en la pantalla de su consola portátil.
—Oh, me quedé sin pociones de maná... —musitó frunciendo a penas el ceño.
—Eres increíble —rezongó Kuroo, enrolando la revista de Ciencia y usándola para pegarle en la cabeza a Kenma.— ¿Para qué vienes a visitar a tu mejor amigo si lo ignoras?
—Yo no vine a visitarte, tú me trajiste contigo después de clases —repuso sin apartar la vista del juego.
Kuroo hizo una mueca y también se trepó a la cama, empujando a Kenma para que le hiciera lugar.
—Aún no pasas esa etapa? —Preguntó al contemplar la pantalla de la consola.
—Mmm, no...
—A ver, déjame intentarlo.
Kenma ascendió y le pasó el juego, acomodándose a su lado para observarlo jugar. Así pasó el resto de la tarde.
Los demás amigos de Kuroo en la escuela media no tenían en mucha estima a Kenma, a quien consideraban un chico aburrido y apagado, y no entendían por qué Tetsuro lo consideraba su mejor amigo cuando el chico menor, evidentemente, pasaba de todos y todo lo. que no fuese su pequeño y propio mundo ligado a su PSP. Cuando lo interpelaban al respecto, Kuroo solo sonreía y respondía que era asunto suyo a quién consideraba su mejor amigo o no. Sabía que Kenma era un chico retraído y poco motivado en general (por no decir " nada motivado "), y que la primera impresión sobre él no solía ser muy buena ni interesante; a menos que se considere como atributo positivo que el chico no incordiaba, pues su modo de proceder era " no molestar ni ser molestado ". Pero Kuroo conoció al Kenma que se escondía detrás de ese retraimiento desapegado y esa mirada siempre evasiva. Sabía que era un chico normal como cualquier otro, solo que le ganaba la ansiedad social, que le costaba mucho confiar y abrirse con alguien, pero que cuando por fin lo hacía era de modo absoluto, incluso uniéndose a un deporte que nunca le interesó solo. por acompañar a su amigo. Sabía que a su manera un poco rara y distante, Kenma disfrutaba de su mutua amistad, en la que ambos se entendían sin necesidad de grandes elocuencias ni aparatosas demostraciones amistosas para el público. Confluían y se entendían en un ecosistema creado por y para ellos.