La brisa primaveral hacía caer los delicados pétalos de los árboles que adornaban el patio de la Preparatoria Nekoma. La ceremonia de graduación se llevaba a cabo en este mismo lugar, y por mucho que el rubio no hubiese deseado reconocerlo, su estómago se encontraba revuelto por la emoción. A su lado, se encontraban sus compañeros de equipo de segundo año. Debido a la cantidad de invitados que asistían a la ceremonia, sólo se permitía hacer uso de los asientos a quienes primero confirmaran su asistencia. Por supuesto, los familiares de los de tercero eran prioridad, y le seguían los alumnos de segundo, quienes despedirían a sus superiores.
En el escenario se encontraban Morisuke, Tetsurō y Nobuyuki, además de sus otros compañeros ad portas de concluir su etapa escolar. El rubio, por su parte, se encontraba al medio de los dos polos que resultaban Yamamoto y Shōhei. Sorpresivamente, el de costados rapados se había mantenido bastante calmado en lo que llevaban sentados. Quizás porque tanto Kuro como Yaku se habían encargado de advertirle de los coscorrones que le llegarían si se le ocurría interrumpir el acto con uno de sus gritos. Sí, eso debía ser. Porque el número cuatro se encontraba moviendo de forma ansiosa su pierna derecha, probablemente conteniéndose a hacer algo estúpido, pensaba Kenma.
Mientras el director de la escuela daba un discurso agradeciendo a las familias de los graduados por escogerlos para formar a dichos jóvenes, y al mismo tiempo, deseándole éxito a estos últimos, el rubio no podía dejar de mirar a su mejor amigo. Nunca había dimensionado lo distinto que sería todo cuando él dejara de ser capitán del equipo. O cuando ya no caminaran juntos de regreso a casa. O que ya no pudiera escaparse a la casa del mayor para pasar la tarde porque Kuro se mudaría más cerca de su facultad. O simplemente, verlo a diario, como hasta ahora habían hecho.
El moreno del flequillo se encontraba frente al podio del escenario, dando unas breves palabras a nombre de su generación. Se veía tan adulto, tan preparado para lo que se le venía ahora encima y Kenma no podía sentirse más orgulloso de él por aquello. Kuro tenía todas aquellas facultades que él carecía, y por eso se sentía tan a gusto cuando estaba junto a él. Más allá de acrecentar todas esas inseguridades que rodeaban al armador, Tetsurou siempre sacaba a relucir las cualidades de éste, como si fueran suficientes, como si fuera perfecto así tal y como era.
Por primera vez en mucho tiempo, Kenma sintió un nudo en la garganta al pensar en cuánto iba a extrañar a Kuro. Quería pensar que seguirían hablándose y viéndose de tanto en tanto. Tal vez los fines de semana cuando el ex capitán viniese de visita a casa de su madre, y de paso, así volviera a aparecer en la suya para que comieran helado del envase mientras veían una película de terror.
Al terminar la ceremonia, el rubio le envió un mensaje a su amigo. Los tumultos de gente y el ruido le hostigaban bastante, por lo que le preguntó si podían juntarse en uno de los pasillos de la escuela para entregarle un regalo que tenía para él. Tetsurō le dijo que no era necesario, que con que se hubiese levantado temprano ese día para ir a su ceremonia, había sido más que suficiente. El moreno suponía que como tantas veces, su amigo se había quedado hasta tarde jugando partidas online. No había sido el caso en esta ocasión.
Se encontraron en una de las escaleras del ya vacío edificio de los de tercer año. Eran aproximadamente cinco salas, una para cada clase (separadas según las notas de los estudiantes). Tras el pequeño cóctel que habían ofrecido a los recién graduados y sus familias, el ex número uno apareció ante su amigo. El rubio sostenía a los pies de la escalera un pequeño bolso de regalo negro, adornado con un listón rojo. Además de unas flores que su madre le había mandado al moreno. A Kenma nunca le fueron demasiado las formalidades, pero su madre insistió que era lo adecuado dadas las circunstancias.
—No te rías.
Pero fue lo primero que el otro hizo cuando lo vio desde unos escalones más arriba con su uniforme impecable, llevando un sencillo ramo de alstroemerias en su izquierda y una bolsita en la derecha. Se veía cabreado, probablemente por la espera.