Voces de alma

La magia del invierno

Clasificación : belleza y navidad

La noche guarda en su manto de estrellas
un lienzo intacto de escarcha perlada.
La luna, lámpara suave y serena,
besa los pinos con luz encantada.

En cada rincón, el invierno murmura
con su aliento de hielo, un cuento sin fin.
Los copos de nieve, que caen sin premura,
dibujan arabescos que adornan el jardín.

Las risas de niños resuenan vibrantes,
moldes de sueños en blanco cristal.
Y el eco travieso las lleva distantes,
hasta el bosque oculto de magia invernal.

La Navidad despierta, radiante, dorada,
con destellos de amor que abrigan el alma.
Los hogares susurran canciones añejas,
cargadas de luces, de fe y esperanza.

Un árbol se alza, guardián de memorias,
adornado con sueños de tiempos pasados.
Sus ramas contienen antiguas historias,
y promesas tejidas de días dorados.

Huele a canela, a leños, a hogaza,
a miel que revive memorias profundas.
La esencia se mezcla, como brisa que abraza,
y llena el invierno de notas fecundas.

Más allá de los brillos, las luces y el oro,
la belleza se esconde en lo elemental:
en miradas que tiemblan con puro decoro
y abrazos que curan la pena y el mal.

El perdón florece en las almas heridas,
como brota la rosa en el crudo glaciar.
Y los corazones, en manos unidas,
aprenden de nuevo a confiar y a amar.

La Navidad es la cuerda invisible
que une al extraño con quien llamas hogar,
es un cántico etéreo, un eco imposible,
que al mundo conmueve con su paz abismal.

Bajo el cielo invernal, las noches calladas
se visten de magia, de estrellas fugaces.
El mundo se entrega, con manos enlazadas,
a un sueño de amor que atraviesa los mares.

Cada vela que arde es un faro encendido,
un grito en la niebla, un abrazo a la fe.
Y cada caricia, en su gesto sencillo,
nos deja una llama que nunca se ve.

Es la Navidad, un lazo infinito
que envuelve la tierra en su manto de luz.
Es un canto de cuna que el tiempo ha escrito
con voces de estrellas y besos de azur.