𝚂𝚑𝚊𝚗𝚎 𝚆𝚊𝚕𝚜𝚑

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| EN LA OSCURIDAD |

PEDIDO DE:
@Meli_Carterx

ADVERTENCIAS:Este capítulo contiene escenas que pueden ser explícitas y detalles que exploran una conexión intensa entre los personajes. Si este tipo de contenido no es de tu agrado, te sugiero deslizar hacia adelante o saltarte este capítulo.

 Si este tipo de contenido no es de tu agrado, te sugiero deslizar hacia adelante o saltarte este capítulo

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El sol quemaba con fuerza mientras Shane y Elena avanzaban por el terreno boscoso al oeste de la granja. El calor, combinado con la humedad del mediodía, hacía que cada paso fuera más pesado. Hershel había insistido en que las medicinas escaseaban, y Rick, siempre con su moral intachable, había designado a Shane y Elena para la tarea.

Elena, con el rifle colgado al hombro y su camiseta sin mangas pegada a la piel, caminaba unos pasos por delante.
Su coleta alta oscilaba con cada movimiento, dejando al descubierto su cuello y hombros. Shane, con la escopeta en mano, no podía apartar los ojos de ella. Era un maldito hábito: observarla, desearla, recordar las noches clandestinas en las sombras de la granja, cuando la única realidad era el calor de sus cuerpos y el silencio cómplice de la oscuridad.

—¿Piensas seguir mirándome o vas a ponerte a trabajar? —dijo Elena sin volverse, pero con una sonrisa ladeada que Shane conocía demasiado bien.

— Solo estoy asegurándome de que no metas la pata, nena —respondió él, con ese tono entre socarrón y desafiante que siempre la hacía apretar los dientes... y algo más.

Elena resoplo una risa breve. — Claro, siempre tan heroico.

Caminaban en dirección a una vieja clínica veterinaria que, según el mapa, no estaba lejos. La tensión entre ellos era palpable, una corriente invisible que ninguno mencionaba, pero que ambos sentían en cada mirada y cada palabra. Cuando llegaron, el edificio estaba casi derrumbado, con ventanas rotas y la entrada cubierta de ramas. Entraron en silencio, con cuidado. Shane lideró el camino, revisando cada esquina con la escopeta lista. El interior estaba en ruinas, los estantes vacios y el aire cargado de polvo y humedad.
— Esto parece un maldito nido de ratas. — murmuró Shane, pateando un montón de escombros.

— ¿Y qué esperabas? ¿Un hospital de lujo? —replicó Elena, inclinándose para abrir un armario bajo el mostrador.

El movimiento hizo que su camiseta se subiera un poco, dejando al descubierto la piel de su espalda baja.

Shane se quedó inmóvil por un momento, su mandíbula apretándose mientras intentaba apartar la mirada. Pero no podía.

—Nada útil aquí —dijo ella, dejando escapar un suspiro mientras se incorporaba. Cuando se giró, Shane ya estaba a un paso de distancia, su mirada fija en ella, intensa como siempre.

— ¿Qué? —preguntó Elena, aunque conocía esa expresión demasiado bien.

— Tienes algo en la mejilla —dijo el, su voz grave, mientras levantaba una mano para quitarle un rastro de polvo con el pulgar.

Elena permaneció inmóvil, su respiración ralentizándose mientras sentía el contacto de su piel contra la de él. La atmósfera cambió de inmediato. Ya no era solo tensión. Era algo más profundo, más visceral.

— Shane... —empezó a decir, pero su voz se quebró cuando él dio un paso más, acorralándola contra el escritorio.

— Cállate —murmuró él, su aliento cálido rozando su rostro antes de que sus labios se encontraran con los de ella. El beso fue urgente, feroz, como si el tiempo se detuviera y el mundo exterior desapareciera.

Las manos de Shane se movieron a su cintura, atrayéndola hacia él mientras sus labios exploraban con hambre. Elena respondió de la misma manera, aferrándose a los bordes de su camiseta y tirando de él con fuerza.

— Esto no es... —intentó protestar entre besos, pero Shane deslizó sus manos bajo su camiseta, acariciando la piel caliente de su espalda, y cualquier intento de resistencia se desmoronó.

— Dime que no lo necesitas tanto como yo —murmuró él, su voz baja, ronca.

— Elena le devolvió una mirada desafiante, pero el temblor de su respiración la delató. No necesitaba responder; Shane ya lo sabia.

—Por aquí —dijo él, agarrándola de la mano y llevándola hacia la puerta trasera del edificio.

Afuera, encontraron un pequeño cobertizo medio oculto entre los árboles. Apenas era más que una estructura improvisada, con paredes de madera desvencijada, pero ofrecía privacidad. Shane abrió la puerta de un empujón y la cerró detrás de ellos.

— Elena no le dio tiempo a hablar. Lo empujó contra la pared, besándolo con una pasión que bordeaba la desesperación.

Sus manos se movieron rápidamente, desabrochando su cinturón y tirando de la tela áspera de su camiseta. Shane dejó escapar un gemido bajo cuando los labios de ella descendieron hasta su cuello.

—Joder, nena... -susurró, sus manos encontrando su cintura y levantándola con facilidad.

Elena envolvió las piernas alrededor de él, aferrándose a sus hombros mientras los movimientos de Shane se volvían más firmes, más urgentes. La madera crujia bajo el peso de sus cuerpos, pero ninguno se detuvo. El mundo exterior podía desmoronarse; en ese momento, nada importaba más que ellos dos.

—Siempre es igual contigo —murmuró Shane contra su oido, su tono una mezcla de burla y admiración.

— ¿Ah, sí? —jadeó ella, arqueándose contra él.

— No puedo... — comenzó a decir, pero las palabras se desvanecieron en un gemido ahogado cuando los dedos de Elena se hundieron en su espalda.

El calor entre ellos alcanzó un punto de quiebre, sus movimientos sincronizados como si fueran la única constante en un mundo caótico. El tiempo se detuvo dentro de aquel cobertizo.

Cuando todo terminó, Shane apoyó su frente contra la de ella, sus respiraciones entrelazadas en el aire cargado de su pequeño refugio.

— Siempre haces que quiera volver a más -dijo él, una sonrisa torcida curvando sus labios.

— Y tú siempre haces que me arrepienta de dejar que esto pase —respondió ella, aunque la risa en su voz suavizó las palabras.

— Ambos se separaron lentamente, ajustando su ropa mientras el peso de la realidad regresaba. Shane se acercó a la puerta, pero antes de abrirla, se giró hacia ella.

— Volvamos antes de que Rick empiece a jodernos.

Elena se cruzó de brazos, todavía con el cabello revuelto y las mejillas sonrojadas. —Espero que tengas una buena excusa.

Shane sonrió de lado, ese maldito gesto que siempre la desarmaba. - Mentir, nena, es mi especialidad.

Salieron juntos, dejando tras ellos el cobertizo y llevándose consigo un secreto más.


nota de la autora.

Para que veáis que haría de todo por vosotros/as... ¡Hasta un one-shot de Shane! Lo odio mucho 💀

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𝐀𝐋𝐋|ᵗʷᵈ ᵒⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora