La temporada invernal se acercaba, trayendo consigo fuertes vientos que hacían tambalear las copas de los altos árboles en la región. Hextec, con las manos heladas enterradas en los bolsillos de su pantalón, llegó a casa. Su nariz estaba roja y su rostro pálido por el frío, pero nada de eso le importaba más que la confusión que cargaba. Al entrar, sus ojos se posaron en la fuente de su tormento moral: Eegan. Este, despreocupado, estaba recostado en el sillón, leyendo un libro de historia con páginas amarillentas por el tiempo.
Hextec cerró los puños con fuerza y dio un paso al frente. Su tono era firme, aunque cargado de tensión.
—Tenemos que hablar —dijo con severidad, aunque su semblante traicionaba su incomodidad—. Lo que ocurrió ayer fue un error. No quiero que pienses que fue algo especial. Solo estaba ebrio. Te pido que lo olvides.
Eegan, al escuchar esto, dejó el libro a un lado y se incorporó en el sillón con una calma que descolocó a Hextec.
—¿Olvidarlo? —preguntó, su tono curioso, casi burlón—. ¿Por qué razón debería hacer eso?
Hextec vaciló, su expresión mostró duda. Pero antes de que pudiera articular una respuesta, Eegan tomó la iniciativa.
—Voy a ser claro. Me gustas. —Las palabras de Eegan cayeron como un golpe, directas y sinceras. La sorpresa en los ojos de Hextec era evidente—. No pienso olvidar lo que pasó ayer, así como tampoco quiero que ignores esta confesión. No voy a ocultar lo que siento, aunque te incomode.
Hextec frunció el ceño, sintiendo una presión creciente en el pecho. Por un momento, Eegan extendió una mano hacia él, pero Hextec, con un ademán brusco, la apartó. Sin embargo, en ese instante, su mente volvió a la noche anterior, a las heridas que había notado en el cuerpo de Eegan. Antes de que pudiera arrepentirse, tomó a Eegan del brazo y lo arrastró hacia el baño.
Sin mediar palabra, abrió la puerta de la regadera y empezó a quitarle la ropa con determinación. Eegan, desconcertado pero curioso, no opuso resistencia.
Cuando solo quedó en ropa interior, Hextec lo miró con una mezcla de furia y preocupación.
—¿Quién te hizo esto? —preguntó, señalando las cicatrices que marcaban su cuerpo. Al no recibir respuesta, su voz se alzó—. ¡Dime quién te hizo esto!
Eegan apenas movió un músculo, su expresión imperturbable.
—Nadie me hizo nada. Son marcas del entrenamiento.
—¿Llamas a esto entrenamiento? —espetó Hextec, señalando las numerosas cicatrices de diferentes tamaños que cubrían el torso y brazos de Eegan.
El silencio llenó la habitación por unos segundos, roto solo por el sonido del agua en las tuberías. Hextec, al observar las heridas más de cerca, sintió un profundo remordimiento por no haberlo notado antes. Cada vendaje, cada momento en que Eegan parecía más agotado de lo normal, ahora tenían un aterrador sentido.
Pero antes de que pudiera decir algo más, Eegan dio un paso hacia él.
—Tal vez deberías preocuparte menos por esto y más por la posición en la que estás ahora.
Hextec apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Eegan lo acorralara contra la pared. Con ambas manos firmes contra la baldosa fría, Eegan lo tenía atrapado, y Hextec finalmente se dio cuenta de que había entrado directamente a la boca del lobo.
Eegan lo miró fijamente, una intensidad en sus ojos que hizo que Hextec desviara la mirada, nervioso. Sin saber qué más hacer, alcanzó la llave de la regadera y la giró, dejando caer un torrente de agua helada sobre ambos. Tal vez eso alejaría a Eegan, pensó.
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NOCHES HUMEDAS
FanfictionDespués de escuchar un rumor extraño, Ekko se aventura a un misterioso lugar con el objetivo de encontrar a quien alguna vez fue su mejor amiga. Un amor retorcido lleno de lujuria y un pasado borroso los perseguirá, estarán listos para esto? ...