Los Ecos de lo Irreparable

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La academia estaba tranquila, pero no era la calma habitual. Había un peso en el aire, algo que todos los estudiantes y profesores sentían pero que nadie se atrevía a mencionar en voz alta. Satoru Gojo estaba sentado en una de las salas comunes, su cuerpo reclinado contra una silla mientras mantenía su vista fija en el techo.

Había recibido la noticia hace apenas unas horas.

Suguru Geto no solo había abandonado la academia; había hecho algo que Gojo nunca hubiera creído posible. La masacre de una aldea entera. Hombres, mujeres, niños. Todos muertos.

El reporte era claro y detallado. Geto había tomado la decisión de asesinar a todos aquellos que no eran hechiceros, declarando que eran la raíz del sufrimiento del mundo. Gojo había leído esas palabras una y otra vez, esperando que cambiaran, esperando que no fueran ciertas. Pero lo eran.

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La puerta de la sala se abrió y Yaga entró, su rostro sombrío. "Satoru," comenzó con cautela, como si temiera que cualquier palabra pudiera desencadenar algo en él. "Sé que esto es difícil de aceptar, pero Geto tomó su decisión."

Gojo no respondió de inmediato. Permaneció en silencio, su cabeza todavía inclinada hacia el techo, como si buscara respuestas en las grietas que lo recorrían.

¿Difícil?" murmuró finalmente, su tono tranquilo pero cargado de algo peligroso. "Es más que difícil, Yaga. Esto no tiene sentido. No es él. Suguru no haría algo así.

Las pruebas están ahí," insistió Yaga, aunque su voz también llevaba un tinte de dolor. "Él eligió este camino, Satoru. Lo único que podemos hacer ahora es...

¡Cállate!" La voz de Gojo resonó en la sala como un trueno, y Yaga se detuvo de inmediato. Gojo se levantó de golpe, sus manos temblando mientras intentaba contener la furia que lo consumía. "No me digas que lo acepté, porque no lo haré. No puedes pedirme eso.

Yaga suspiró, mirando a Gojo con compasión. "Sé que lo considerabas más que un amigo, Satoru. Pero hay cosas que ni siquiera tú puedes cambiar."

Gojo apretó los puños, clavando la mirada en el suelo. "No lo entiendes. Suguru estaba... roto. Y yo no hice nada. Vi cómo se hundía, y pensé que estaría bien. Que él lo superaría. Pero no lo hizo, ¿verdad? Solo se hundió más y más... y ahora está fuera de mi alcance... 

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