La brisa de la tarde acariciaba la piel de Geto, pero no podía sentirla. Todo a su alrededor parecía estar suspendido en una quietud incómoda, como si el mundo mismo estuviera esperando que él dijera algo. O tal vez, todo estaba esperando que él dejara de cargar con ese peso invisible que lo estaba aplastando.
El sonido de los pasos de Gojo llegó hasta sus oídos antes de que lo viera. Sabía que estaba cerca, siempre tan seguro, tan brillante en su presencia. Pero hoy, Geto no podía dejar de sentirse abrumado. Gojo era la luz, la fuerza, la chispa que llenaba cualquier habitación. Pero esa misma luz ahora lo cegaba, y lo dejaba solo en la oscuridad que había comenzado a consumirlo.
"Geto," dijo Gojo, su tono tan despreocupado como siempre, pero con una pizca de preocupación que Geto apenas alcanzó a notar. "¿Qué pasa? Estás demasiado callado hoy. ¿En qué piensas?"
Geto desvió la mirada hacia el horizonte, evitando que Gojo viera la tormenta en sus ojos. "Nada", respondió, con la voz baja, pero firme. "Solo... cosas."
Gojo se acercó a él, su figura alta y casi imponente a la luz tenue del atardecer. "No eres bueno mintiendo, sabes," comentó Gojo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "A veces me pregunto si todo eso que tienes guardado no va a explotar algún día."
"Quizás no te gustaría ver cómo explota", murmuró Geto, casi como un suspiro, pero las palabras calaron hondo en su pecho. ¿Cuánto tiempo más podría seguir ocultando su dolor, esa parte rota de sí mismo? ¿Cuánto tiempo más podría vivir bajo la mirada constante de Gojo, sabiendo que su amigo no podía entender lo que estaba pasando?
"Eso no tiene sentido, Geto," dijo Gojo, acercándose más, su tono ahora más suave. "Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad?"
Pero las palabras de Gojo, que siempre habían sido un consuelo, ahora solo lo hacían sentirse más vacío. "No puedo seguir siendo lo que esperas de mí, Gojo," confesó, sin poder evitarlo. "Siento que ya no soy la misma persona que conocías. Y no sé cómo seguir adelante."
Un silencio pesado se instaló entre ellos. Gojo lo miró con esa intensidad que siempre tenía, como si intentara ver más allá de la fachada que Geto había construido. Pero Geto ya no podía ocultar lo que sentía. No era solo la fatiga, ni el dolor por las batallas pasadas. Era algo más profundo, algo oscuro que se había colado en su corazón y que no sabía cómo sacar.
"¿Qué estás diciendo, Geto?" Gojo preguntó, casi con desesperación. "¿Por qué estás diciendo eso? No te entiendo. No puedes... no puedes dejar que todo esto te consuma."
"Es demasiado tarde, Gojo," respondió Geto, sintiendo que las lágrimas amenazaban con desbordarse, pero se obligó a mantener la calma. "He hecho cosas que no puedo deshacer. Y eso... eso me ha cambiado. Ya no soy quien eras tú. Ya no sé quién soy."
Las palabras de Geto flotaron en el aire entre ellos, y Gojo dio un paso atrás, mirando a su amigo como si nunca lo hubiera visto antes. Era extraño. Geto siempre había sido tan fuerte, tan confiable. Pero ahora, parecía estar perdiéndose, desmoronándose ante sus propios ojos.
"No me dejes solo, Gojo," susurró finalmente Geto, sus palabras casi inaudibles. "No sé si puedo seguir."
Gojo no respondió de inmediato. Se quedó mirándolo por un largo rato, evaluando cada palabra, cada mirada de Geto. La preocupación en sus ojos se transformó en algo más profundo, algo que Geto no podía identificar. Finalmente, Gojo levantó la mano y, en un gesto que parecía romper todo lo que había entre ellos, la apoyó en el hombro de Geto, mirando su rostro por un momento.
"Lo que sea que estés pasando," dijo Gojo, su voz más grave y seria que nunca, "no tienes que hacerlo solo."
Geto cerró los ojos, sintiendo el peso de esas palabras. Pero la verdad era que, por mucho que quisiera creerlo, no podía. No podía aceptar la ayuda de Gojo, no cuando sabía que la oscuridad que lo envolvía no tenía cura.
"Lo siento", murmuró, como si esas palabras pudieran hacer que todo desapareciera. Pero no desapareció. Nada desapareció.
"Lo sé," respondió Gojo, su tono más suave, pero firme. "Solo no te alejes demasiado."
Geto, incapaz de decir algo más, asintió, aunque en su corazón sentía que la brecha entre ellos ya era irreparable. Sabía que Gojo no entendería, al menos no por completo. Pero algo en sus palabras le decía que su amigo, por una vez, estaba dispuesto a quedarse.
Por una vez, Geto se permitió creer en algo más que la oscuridad que lo rodeaba.
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sombras del infinito
RomanceEn un mundo donde el poder y la lealtad se mezclan en la oscuridad de los hechiceros, Satoru Gojo y Suguru Geto fueron una vez compañeros inseparables. Juntos, soñaban con cambiar el destino del mundo jujutsu, pero a medida que el tiempo pasa, las g...