Luke el tio luchon contra dos mocosos

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Luke no tenía idea de cómo había terminado siendo el niñero de Luceros y Alexander. Percy y Clarisse habían decidido tomarse un tiempo para una cita de reconciliación fuera del campamento, y a él, ¡LE DEJARON A SUS REVOLTOSOS HIJOS! Excepto a Selena, claro. Según Percy y Clarisse, no creían que él fuera capaz de manejar a los tres niños a la vez.

¿Se ofendió? Por supuesto que sí. Luke estaba seguro de que podía con los tres. O al menos, eso pensaba.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que esos niños no se quedaban quietos ni aunque estuvieran agotados. Lucerys, con su energía inagotable, corría de un lado a otro del campamento, mientras que Alexander no paraba de preguntar sobre todas y cada una de las cosas que veía.

—¡Lucerys, cuidado con esa espada! —gritó Luke, corriendo tras el niño que había conseguido hacerse con una espada de entrenamiento.

Alexander, por su parte, estaba fascinado con los artilugios del campamento.

—¿Esto es una brújula mágica? ¿Y esto? ¿Cómo funciona? —preguntaba sin cesar, haciendo que Luke tuviera que dividir su atención constantemente.

Después de un intento fallido de reunir a los niños para una actividad tranquila, Luke decidió que lo mejor sería llevarlos a dar un paseo por el bosque. Pensó que un poco de aire fresco y una caminata les ayudaría a calmarse. Error.

Lucerys encontró una rama que usó como espada, y Alexander comenzó a recoger insectos y preguntarle a Luke sobre cada uno de ellos. Luke trató de mantener la compostura, respondiendo a las preguntas y asegurándose de que Lucerys no se metiera en problemas.

—¿No tienes miedo de los monstruos del bosque? —preguntó Alexander de repente, sus ojos grandes y serios.

Luke esbozó una sonrisa. —No si estamos juntos. Los monstruos no se atreven a meterse con nosotros.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Luke logró reunir a los niños y llevarlos de vuelta al campamento. Estaban cubiertos de tierra y con una colección de ramas, piedras e insectos, pero al menos estaban ilesos.

—Hora de una siesta —declaró Luke, agotado.

——¡No estamos cansados! —protestaron los niños al unísono, con una energía que parecía inagotable.

Luke miró hacia el horizonte y vio el acantilado que bordeaba el campamento. Una idea fugaz cruzó su mente:

¿ Y si me tiro de ese acantilado? Se que me esta llamando . 

_Ven aquí Lukepucki , yo te salvo de ellos .. Solo tienes que lanzarte.

Hablo el acantilado

Sonaba tentador

Sacudió la cabeza, intentando deshacerse de esos pensamientos. Sabía que no podía dejar solos a los niños, sin importar cuánto lo tentara la idea de una breve escapada.

¿NUESTROS HIJOS ? - PerisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora