Capítulo 2

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- ¡Mamá! - los gritos desgarradores resonaban por todo el lugar como un eco.

Las pequeñas manos temblorosas limitándose a estirarse hacia adelante, sin poder moverse del todo.

La mujer que yacía adelante, caminando hacia una puerta con una leve luz blanca.

Ni siquiera la voz chillona detrás la detuvo. Siguió caminando sin mirar atrás, dejando a un niño pequeño devastado, con cualquier tipo de esperanza destruída, así como su débil corazón.

La respiración del niño era visiblemente entrecortada. Las lágrimas caían sin control sobre sus mejillas y labios. Cerró los ojos deseando que nada fuera real, que las pequeñas cenas entre risas siguieran ahí, que no dejaran de existir.

...

Geto abrió los ojos rápidamente. Notó unas pocas lágrimas secas sobre sus mejillas y como el sudor y la desorientación estaban presentes. Al parecer seguía en la parte trasera de un auto, el cual justo acababa de frenar.

Un hombre adulto de cabello negro se asomó desde el asiento del conductor.

- Hemos llegado, señor Geto. - ahora lo recordaba. Después de que el hombre misterioso se presentara y le explicara un poco la situación, él accedió a ir.

Se enderezó y vió como la puerta del auto lujoso se abría.

- Sígame, por favor. - Suguru le siguió como él había indicado.

A lo lejos vió una gran mansión, con mucha iluminación y una fuente afuera de la entrada. Era como un castillo, casi creyó alusinar, si no fuera por el leve pellizco que se dió.

Al entrar, un largo pasillo hizo presencia e Ijichi le mostró el camino.

Finalmente habían llegado a la susodicha oficina del Gojo ese. Pero había algo que desde hace mucho estaba molestando a Geto. ¿Qué era lo que este tipo quería de él? Bueno, Suguru no tenía nada más que su cuerpo, ¿Es un cliente de hace meses que no recuerda?

Antes de entrar, los gritos de una persona se escucharon desde adentro.

- ¡Que no lo haré, maldita sea! - un estruendo sonó. - ¡Agh, mierda! ¡Jódete! -

Geto vió como Ijichi se atrevía a tocar la puerta. ¿Acaso tenía intenciones de morir? Era obvio que el tipo de adentro no se encontraba de buen humor.

Cómo esperó, la persona de adentro no se lo tomó muy bien y pegó un grito.

- ¡Dije que no quería que nadie me llamara! -

- Lo lamento, señor, pero está aquí su invitado. - no hubo respuesta. En vez de eso, se escucharon los pasos de alguien, acercándose cada vez más a la puerta.

La puerta se abrió y lo primero que Suguru vió fué el cabello plateado, para después bajar hasta esos ojos azules cielo.

Aquella mirada era muy diferente de la que se imaginó, casi parecía como si un niño encontrara su dulce, él creyó que sería alguien enojado y viejo.

Se dió cuenta que él no era para nada un cliente suyo, era imposible que no reconociera a algún cliente como él.

- ¡Suguru! - la voz que hace unos segundos era de enojo, ahora le llamaba de una forma tan íntima y dulce.

No pudo reaccionar, pues el hombre se acercó con los brazos totalmente abiertos y le abrazó. "¿Y a este tipo que le sucede?"

La fragancia olor a vainilla inundó sus fosas nasales.

- Disculpa, pero, ¿te conozco? - Geto preguntó.

Estaba realmente incómodo teniendo a alguien abrazándole de esa manera. ¿No estaba demasiado cerca?

- ¡Oh, por supuesto que no! - el albino finalmente se alejó.

Eso dejó completamente confundido a Geto.

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Me disculpo por ausentarme tanto tiempo, es que estuve ocupada con varias tareas de la escuela. Aún tengo imaginación pero me gusta hacerlos esperar (no se crean). Les agradezco por su apoyo, eso me da ganas de continuar con la historia. Intentaré apurarme con el capítulo 3.

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Espejito Espejito (SuguSato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora