El sol ya se había puesto, pero Valmira seguía llena de vida, con luces que se reflejaban en las aguas tranquilas del puerto. Devone caminaba por la orilla, dejando que la brisa marina despejara sus pensamientos. La tarde había sido larga y su mente seguía dándole vueltas a lo que había sucedido en el café. Era extraño cómo una simple conversación podía quedarse dando vueltas en su cabeza por horas.
Al día siguiente, casi sin pensarlo, se encontró de nuevo en el café. El lugar tenía algo reconfortante, como si siempre estuviera esperando que alguien llegara a encontrar lo que necesitaba, aunque no supiera qué era. Justo cuando se sentó, levantó la vista y vio a Pat entrando con su cámara colgada al cuello. Él la vio y, después de unos segundos de duda, se acercó a su mesa.
—¿Te importa si me siento de nuevo? —preguntó, como si fuera lo más natural del mundo.
—Claro, ya me estaba aburriendo de estar sola —respondió Devone con una sonrisa juguetona.
Pasaron la tarde conversando sobre cosas más personales. Pat hablaba de su pasión por la fotografía, pero también de sus viajes y el dolor que había llevado consigo desde su última relación. Sin querer, comenzó a abrirse más con ella de lo que había hecho con nadie en mucho tiempo.
—Supongo que nunca me he recuperado del todo —dijo él, mirando al frente, como si la respuesta estuviera más allá de las olas que se veían desde la ventana.
Devone, aunque sorprendida por su vulnerabilidad, se sintió conectada. Ella también tenía sus propios miedos, pero nunca había compartido tantos detalles con alguien.
—Lo entiendo —respondió ella, mirando su taza de café—. A veces parece que todo lo que hacemos es intentar llenar los vacíos que otros dejan.
Pat la observó durante un momento. No podía evitar notar la fuerza en ella, la manera en que, a pesar de sus propias batallas internas, nunca dejaba de ser auténtica. Esa era la misma sensación que le provocaba al fotografiarla: una belleza tranquila, casi reservada, pero que se mostraba cuando menos lo esperaba.
—Nunca me imaginé que alguien podría hacerme sentir algo de nuevo —dijo Pat, casi en voz baja. Devone lo miró, sorprendida por la confesión. No esperaba escuchar esas palabras.
Al final del día, cuando el café empezaba a vaciarse, Pat dejó escapar una sonrisa tímida.
—¿Tal vez te gustaría acompañarme a una exposición de fotografía este fin de semana? Tengo algunas nuevas fotos que quiero mostrar, y pensé que sería interesante que las vieras.
Devone, con el corazón acelerado por algo que no entendía bien, asintió.
—Claro, me encantaría.
El sábado siguiente, Devone se encontró frente a la exposición de Pat, rodeada de imágenes que hablaban de amor, de pérdidas, de lugares lejanos. Aunque nunca había sido una gran fan de las galerías, algo en las fotos de Pat la había conmovido profundamente. Cada imagen parecía contar una historia, y, aunque no lo admitiera, ella empezaba a verse en esas historias, aunque fuera en los matices más pequeños.
Al final de la noche, mientras caminaban hacia el coche, Pat la miró con seriedad.
—¿Sabes? Te agradezco por venir. Realmente... me hacía falta compartir esto con alguien.
Devone sonrió, pero por dentro sentía una mezcla de emociones que no lograba comprender del todo. Algo en su pecho se sentía ligero, como si las piezas del rompecabezas comenzaran a encajar.
Pero, al mismo tiempo, algo en el aire le decía que esto no iba a ser tan sencillo como ella esperaba.
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DEVONE
Short StoryEn la ciudad costera de Valmira, donde las olas rompían contra el malecón y el bullicio de las calles se mezclaba con el aroma a café, vivía Devone, una joven conocida por su independencia y su manera reservada de ver la vida. Devone nunca había cre...