Capítulo 3: Dudas y silencios

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La relación entre Devone y Pat parecía florecer en los momentos más inesperados. A veces, estaban sentados en el café, otras veces paseando por la ciudad o compartiendo largas conversaciones nocturnas por teléfono. Aunque las palabras fluían sin esfuerzo, había algo en el aire, algo no dicho, que mantenía a ambos al borde de lo que no se atrevieron a reconocer: una atracción que iba más allá de la amistad, una que comenzaba a tomar forma de amor, aunque nadie se atreviera a nombrarlo.

Devone sentía una mezcla de emociones al estar cerca de Pat. Había días en los que se sentía segura de lo que estaba experimentando, como si su corazón finalmente hubiera encontrado algo a lo que aferrarse. Pero había otros días, como este, en los que una sensación extraña se apoderaba de ella.

Estaban sentados en un parque, mirando cómo los últimos rayos del sol se desvanecían en el horizonte. Pat había pasado el día haciendo fotos, como siempre lo hacía, y Devone observaba mientras él ajustaba la cámara, inmerso en su trabajo.

—¿Te has dado cuenta de cuántas veces te observo haciendo eso? —dijo Devone, su voz suave, pero cargada de un sentimiento que no sabía cómo expresar.

Pat levantó la mirada, sorprendido, pero luego sonrió.

—¿Y cómo te hace sentir? —preguntó, como si la respuesta fuera tan sencilla como una fotografía bien tomada.

Devone dudó. La verdad era que la sensación era compleja.

—No lo sé... —admitió finalmente—. Es como si viera una parte de ti que nunca me muestras, algo que está más allá de las palabras. Pero no sé si eso me asusta o me atrae más.

Pat la miró con intensidad, como si estuviera viendo algo que no se atrevía a decir en voz alta. Pero, en lugar de responder, desvió la mirada hacia el horizonte, dejando un espacio incómodo entre ambos.

—Es complicado, ¿sabes? —dijo él después de un largo silencio—. No estoy seguro de poder dar lo que esperas de mí. No creo estar listo para algo más.

Devone sintió como si el suelo debajo de ella hubiera comenzado a moverse. No fue la respuesta que esperaba, y no sabía si lo decía porque realmente no quería seguir adelante o porque su propio corazón estaba atrapado en el pasado.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —preguntó, sin poder evitar que la vulnerabilidad se asomara en su voz.

Pat suspiró, un suspiro que sonaba pesado, como si estuviera cargando con algo mucho más grande que una conversación trivial.

—Porque no quiero que creas que esto va a ir a algún lado. Yo... —pausó—, no sé si puedo seguir aquí, no sé si puedo ofrecerte lo que necesitas. Estoy todavía tratando de sanar, y no estoy seguro de estar listo para abrirme de nuevo.

Devone lo observó, su corazón latiendo con fuerza. Todo lo que había estado evitando decirse a sí misma ahora estaba frente a ella en forma de palabras. Pat no estaba listo. Pero, ¿y ella? ¿Estaba lista para aceptar que su corazón ya había comenzado a entregarse a alguien que no podía corresponderle?

El silencio se alargó. Las palabras parecían inútiles en ese momento. Devone no sabía qué responder, y Pat no parecía estar esperando una respuesta.

Finalmente, Devone se levantó lentamente, mirando a Pat por última vez.

—Entonces, ¿dónde dejamos esto? —preguntó con un tono que trataba de ocultar el dolor que comenzaba a instalarse en su pecho.

Pat, con la mirada perdida, susurró:

—Creo que, por ahora, es mejor dejarlo en pausa.

Devone asintió, aunque por dentro sentía que su mundo acababa de dar un giro que no podía controlar.

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