Devone había pasado semanas tratando de evitar pensar en Pat, pero siempre volvía a él, como un imán del que no podía escapar. Decidió salir a caminar para despejar su mente, y sin darse cuenta, terminó en aquella cafetería donde tantas veces habían compartido risas y café.
Cuando vio a Pat sentado al fondo, con la mirada perdida en su taza, su corazón se detuvo. Dudó por un momento, pero algo en su interior le pidió quedarse. Cuando sus miradas se cruzaron, él se levantó y se acercó a ella.
—Devone —dijo con suavidad, como si su nombre fuera algo sagrado.
—Hola —respondió ella, intentando que su voz no temblara.
—¿Te quedas? —preguntó, señalando la mesa.
Ella asintió, y juntos volvieron a sentarse en el rincón que tantas veces había sido su refugio. Pero esta vez, la atmósfera era distinta, cargada de una tensión que ninguno de los dos parecía saber cómo manejar.
Devone no pudo evitar abrirse, como siempre lo hacía con él. Había algo en Pat que hacía que sus barreras se desmoronaran.
—¿Sabes algo? —comenzó ella, con la voz apenas audible—. Antes de conocerte, mi mente era un caos. Siempre estaba llena de pensamientos que me torturaban, cosas que nunca le había dicho a nadie... cosas que me hacían sentir, que no merecía ser amada.
Pat la miró fijamente, pero no interrumpió.
—Esa culpa, esa sensación de vacío, era mi constante. Pensaba que si alguien me conocía de verdad, jamás podría quedarse. Pero luego llegaste tú, y por primera vez en mucho tiempo, esos pensamientos desaparecieron. Todo mi mundo empezó a girar en torno a ti. Porque pensé que, tal vez, tú sí te quedarías.
Pat cerró los ojos, como si las palabras de Devone fueran un peso que no podía cargar. Finalmente, tomó aire y la miró directamente.
—Devone, yo... lo que dices me conmueve más de lo que puedo explicarte. Pero no puedo ser lo que esperas de mí.
Ella parpadeó, sin entender.
—¿Qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que no tengo pensado estar contigo de una manera más seria, más profunda. No porque no me importes, sino porque sé que terminaría haciéndote más daño. Sería más perdida que ganancia estar contigo, ninguno de los dos ganaría nada, sería más mal que bien.
Las palabras la golpearon como un puñetazo al estómago.
—¿Más mal que bien? —repitió, incrédula—. ¿Eso es lo que piensas de mí?
—No es lo que pienso de ti —intentó aclarar él—. Es lo que pienso de nosotros.
Devone sintió que algo dentro de ella se rompía. Toda su vida había sido la persona que estaba ahí para los demás. La amiga que nunca fallaba, la que siempre daba más de lo que recibía, la que reparaba a quienes estaban rotos. Y ahora, escuchar que alguien pensaba que estar con ella podía causar daño... que sería una perdida... que sería malo...
—¿Sabes lo que acabas de hacer? —preguntó ella, con lágrimas rodando por sus mejillas—. Acabas de destrozar a la única persona que nunca te habría abandonado, que te habría amado a pesar de todo. Que te hubiese esperado toda la vida.
Pat bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de sus palabras.
—Lo siento —murmuró, pero su disculpa solo hizo que el dolor de Devone se profundizara.
Ella se levantó, temblando de frustración y dolor.
—No vuelvas a decir que lo sientes. Porque si realmente lo sintieras, no habrías permitido que esto llegara tan lejos.
Sin esperar respuesta, salió de la cafetería, dejando a Pat sentado allí, con la culpa pesando sobre sus hombros.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, Devone sintió que estaba perdiendo más que a Pat. Estaba perdiendo una parte de sí misma que no sabía si podría recuperar.
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DEVONE
Short StoryEn la ciudad costera de Valmira, donde las olas rompían contra el malecón y el bullicio de las calles se mezclaba con el aroma a café, vivía Devone, una joven conocida por su independencia y su manera reservada de ver la vida. Devone nunca había cre...