Capítulo 4: El peso de las palabras no dichas

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Pasaron días sin que Devone supiera de Pat. Al principio pensó que quizá estaba ocupado, pero conforme pasaban las horas y los mensajes quedaban sin respuesta, la ansiedad comenzó a instalarse en su pecho. Había intentado distraerse, pero su mente siempre volvía a él, a sus palabras, a sus silencios, a esa pausa que parecía prolongarse sin un final claro.

Finalmente, decidió llamarlo. Necesitaba respuestas, algo que aclarara el torbellino de emociones que llevaba dentro. Pat respondió después de varios tonos, con una voz que sonaba lejana, casi como si estuviera intentando protegerse tras un muro invisible.

—¿Puedes verme hoy? —preguntó Devone, sin rodeos.

—Claro, ¿dónde? —respondió él después de una pausa.

Acordaron encontrarse en un lugar tranquilo, lejos del bullicio de Valmira. Un pequeño parque al borde del río, donde el sonido del agua corría como un murmullo constante. Cuando Pat llegó, Devone ya estaba ahí, sentada en un banco de madera con la mirada fija en el agua.

—Gracias por venir —dijo ella cuando lo vio acercarse.

Pat asintió y se sentó a su lado. Había algo en su postura, en la forma en que evitaba mirarla directamente, que hizo que Devone sintiera un nudo en el estómago.

—Necesito entender algo, Pat —comenzó ella, con un tono calmado pero firme—. ¿Cómo puedes besar a alguien de esa manera, tan tierna, tan... apasionada, y luego decir que no sientes nada? por la forma en la que me besas uncluso pareciera que me amas.

Pat la miró por fin, sorprendido por la pregunta. Por un momento, pareció perdido, como si no supiera qué responder.

—No es que no sienta nada —dijo finalmente—. Es solo que... no siento lo suficiente.

—¿Lo suficiente? —repitió Devone, incrédula—. ¿Y qué se supone que significa eso? Porque para mí, esos besos no eran vacíos. Para mí, significaban algo, significaban mucho, significaban todo.

El silencio que siguió fue casi insoportable. Pat parecía estar buscando las palabras correctas, pero nada de lo que dijera iba a cambiar lo que Devone ya sentía en su pecho.

—Devone, no quiero herirte. Pero... yo todavía estoy atrapado en el pasado. Hay alguien más que nunca pude dejar ir, alguien que sigue ocupando un espacio que no puedo vaciar, por más que lo intente.

El corazón de Devone se encogió al escuchar esas palabras. No era solo que Pat no estuviera listo; era que él estaba en otro lugar completamente. Y ella... ella estaba aquí, entregándole un corazón que él no podía aceptar.

—Entonces, ¿por qué me buscaste? —preguntó ella, su voz temblando de rabia y dolor—. ¿Por qué permitiste que esto pasara si sabías que no podías darme nada?

—Porque tú me hiciste sentir algo que no sentía desde hace mucho tiempo —respondió él, con la voz rota—. Y, por un momento, pensé que tal vez podría ser suficiente. Pero no lo es.

Devone se levantó, incapaz de seguir escuchándolo. Había querido respuestas, pero las respuestas no hacían más que abrir heridas más profundas.

—No sé si puedo seguir con esto, Pat. No sé si puedo ser la persona que está ahí mientras tú sigues pensando en alguien más.

Pat no dijo nada. Solo la miró, como si quisiera detenerla, pero sabiendo que no tenía el derecho de hacerlo.

Mientras Devone se alejaba, sintió que una parte de ella quedaba atrás, una parte que nunca había entregado a nadie antes.

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