Y así fue como los cuatro nos subimos a la van. Harvey manejaba, y de acompañante iba Murdoch, que por alguna razón creía que era útil aprender a manejar una van. Atrás íbamos Mia y yo.
—Oye, Hoop, ¿cómo te llamas?
—Eva. Eva Hoop.
—Lindo nombre. Además, me encanta tu apellido.
—A mí también me gusta el tuyo. Te da como seriedad.
—No soy para nada seria. Soy loquita.
—Me agradas igual.
Me dormí, al igual que Mia, durante el camino. Mientras tanto, Harvey le daba clases a Murdoch sobre cómo manejar y sobre las leyes de la carretera. El chico, con sus lentes, anotaba algunas cosas.
Cuando por fin llegamos a Glasgow eran ya las ocho y media, y moríamos de hambre. Un poco descentralizados, encontramos una soda llamada Keith's Spoon y desayunamos ahí. Tomé un sándwich con café, y fue suficiente.
Cuando íbamos de vuelta a la van, les dije que subiéramos todos a la parte trasera. Ocupaba conversar con ellos.
—Blanefield. Ahí está la clínica. Está al norte de Glasgow. Creo que lo mejor será esperar aquí hasta el almuerzo.
—Así es —dijo Rasmussen.
—Entonces no matemos tiempo. Repasemos el plan —dijo tímidamente Murdoch.
Saqué una pequeña mesa plegable de una de las paredes de la van, agarré unos instrumentos y empezamos a hablar.
—No sabemos lo que es, así que tendremos que descubrirlo.
—¿El tipo no te dijo nada? —preguntó Murdoch.
—Oían voces, a veces las cosas se movían y dijo algo sobre ver figuras físicas.
—¿Contacto físico? —preguntó Rasmussen.
—Sí, apariciones. Ojalá esa entidad se quiera ir al cielo.
—Entonces esperemos a ver qué tal. Ojalá el tiempo pase rápido —dijo Harvey.
—Revisemos las herramientas. No queremos inconvenientes.
—Igual, esta vez no traemos nada para llevarlo al cielo —dijo Murdoch, de nuevo.
—Es cierto. Solo podemos identificarlo —dijo entonces Rasmussen.
—Mierda, es cierto. Le diremos eso al… a él… no sé su nombre. Ojalá igual nos dé el trabajo —dijo Harvey.
—No creo que se nieguen.
Esperamos hasta las once y media, cuando nos reunimos afuera de la soda. Rasmussen y Murdoch andaban comprando recuerdos, Harvey veía la ciudad y yo estaba sentada en una banca al frente de la soda. Entramos y comimos. Elegí arroz con carne de res y gaseosa. Además, compré otra, ya saben, por si la ocupaba más tarde.
Esta vez manejé yo. Harvey estaba un poco cansado, pero el tipo era un tanque. Sin embargo, se durmió en la parte trasera, junto a Rasmussen. Y Murdoch, como buen aprendiz, me analizaba mientras manejaba. En el camino le enseñé algunas cosas.
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Clínica Greum
ParanormalUna clínica en las faldas de Glasgow se convierte en el epicentro de manifestaciones sobrenaturales. Eva Hoop y su equipo son los cazadores encargados de tan peculiar contrato, pero, ¿realmente son los cazadores? ¿O los cazados? Relato basado en un...