CAPÍTULO 4

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—Ya llegamos —gritó Murdoch. Sinceramente, sonó muy grave; no sabía que él tenía esa voz hundida en su ser. 
Nos bajamos todos: primero Murdoch, después yo, luego Rasmussen, y de último Harvey, a quien tuvimos que despertar. El parqueo era enorme y las vistas eran preciosas. Había lagos y muchos árboles; esta clínica estaba hundida en lo más profundo del bosque escocés. 
Al final del enorme parqueo estaba el jefe. Mientras caminaba hacia él, parecía llevar una bata blanca, y conforme me acercaba, esta sospecha se hizo una realidad.
—¿Hoop? 
—Esa misma. ¿Tengo el gusto, señor…? 
—Raphael McLain. 
—Mucho gusto, señor McLain. Este es el equipo: Murdoch, Rasmussen, Harvey y yo. 
McLain saludó a todos y cada uno de los miembros. Después, su semblante cambió y empezamos a hablar de trabajo. 
—¿Qué van a hacer? 
—Vamos a identificar el tipo de ente. Tenemos instrumentos para eso. 
—¿A mediodía? 
—Sí, claro. Cualquier hora está bien. 
—Siempre creí que esas cosas preferían la noche. 
—A veces es así, pero no siempre. Por eso estamos aquí antes de la noche. 
—Bueno, les traje los planos de la clínica. Es un poco grande, pero se acostumbrarán —dijo, quitando la mirada del mapa. Acomodándose los lentes, me preguntó—: ¿Qué haré yo? 
—Vaya a la clínica con sus compañeros. ¿A dónde terminaron? 
—Clínica Maas. 
—Bien, vaya allí. ¿Puede darme su número? Es para llamarle cuando terminemos, o en caso de algún inconveniente. 
—Claro, apunte —respondió, mientras me daba su número. Murdoch, como buen ayudante, también lo apuntó. 
—Puede retirarse, señor McLain. Pero antes, déme las llaves. 
—¡Casi se me olvidan! Tenga. ¡Buena… investigación! 
—…Cacería… —susurró Harvey. 
—Gracias —coreamos todos. 
—Bueno, vamos por el equipo —dijo Rasmussen. 
—De paso, revisamos el mapa en la mesita —añadí. 

Clínica GreumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora