CAPÍTULO 5

1 1 0
                                    

—Hay dos pisos, y ya. El lugar es grande. En el piso de abajo hay zonas de administración, sala de espera, cuartos para los pacientes y demás. Pero arriba está el comedor y, obviamente, la cocina. Después de eso, solamente hay cuartos para los pacientes. 
—Listo, entonces. ¿Alguien que le tome una foto? —dijo Rasmussen. 
—¿Alguna otra cosa? —dijo Murdoch. 
—Pues las herramientas —respondí. Luego proseguí—: Tenemos lector de actividad EMF, la caja de espíritus, dos crucifijos, dos velas, cuatro linternas, una cámara de video, un libro en blanco con un lápiz, unos lentes especiales por si el fantasmita hace orbes, y una Biblia… 
—¿Una Biblia y un crucifijo? —preguntó Rasmussen. 
—¿Quién de aquí cree en Dios? —pregunté genuinamente. Solo Murdoch respondió, así que proseguí—: ¿Ninguno, en serio? ¿Solo Murdoch? ¡Qué tan mal estamos...! 
—¿Tú sí? —preguntó Rasmussen, levantando su ceja derecha. 
—Claro que sí. Esta Biblia y esos crucifijos solo los puedo usar yo y Murdoch. 
—En caso de alguna posesión, solo estamos nosotros dos. Nunca sabemos qué tenemos entre las manos —dijo Murdoch. 
—Voy a llamar a Van Valen, para que sepa que estamos aquí. Quién sabe, algo puede salir muy mal —dijo Harvey riendo. 
Mientras Harvey llamaba a Van Valen, agarré mi linterna y la puse en mi hombro. Luego cogí una de las radios de la estantería, después un bolso, y dentro metí un crucifijo, la Biblia, el cuaderno y el lápiz. Rasmussen hizo lo suyo: agarró otro bolso y metió ahí la caja de espíritus, un lector de actividad EMF, su radio y la cámara de video. El trípode tuvo que llevarlo en la mano. 
Murdoch siguió un ritual similar: agarró su bolso, metió las dos candelas, el encendedor, el otro crucifijo, su radio y, después, se quitó sus lentes y se puso los lentes especiales. Estos lentes eran como visores de visión nocturna, pero con filtros morados. Todo se veía morado desde ellos. 
Salimos los tres y nos quedamos esperando a Harvey, que seguía con Van Valen. Aguardamos unos treinta segundos más, y por fin regresó. 
—Ya volví. ¿Qué me dejaron? 
—No sé. Algo te quedó, estoy segura —dije. 
Harvey agarró su bolso y metió su lector de actividad EMF. Y ya. 
—¿Solo el lector de actividad? 
—Busca en la gaveta. Recuerdo otros visores —dije. 
—Déjame revisar… ¡Eureka! Bueno, llevo otros visores. ¡Entremos de una vez! 
Luego del descubrimiento de esos otros visores, Harvey salió de la van, pero recordó que iba sin linterna y sin radio. Volvió corriendo a la van, se puso su linterna y su radio y volvió con nosotros. 
Y así fue. Caminábamos los cuatro como un equipo en esas películas de superhéroes. Me sentía un poco incómoda porque nadie nos veía, pero, al final, llegamos a la puerta. Harvey la abrió, entró primero Murdoch, luego Rasmussen, después yo y, cerrando la puerta, el último fue Harvey.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 14 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Clínica GreumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora