Este one shot lo hacía mientras tomaba un café con chocolate y escuchando música navideña. xD
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En un pequeño pueblo cubierto de nieve, tres personas que han perdido la fe en el amor encuentran consuelo en una conexión inesperada. Entre luces navideñas y secretos del pasado, descubren que a veces el amor no viene en el formato que esperas, pero es exactamente lo que necesitas.
La villa de Snowvale era famosa por sus tradiciones navideñas: el desfile de luces, el mercado artesanal y el enorme árbol en la plaza central. Sin embargo, no todos en el pueblo vivían con el espíritu festivo.
Aquino, de 22 años, era un fotógrafo independiente, había regresado al pueblo tras pasar años en la ciudad. Snowvale era su refugio después de una ruptura dolorosa. Allí esperaba encontrar paz, aunque el lugar le recordaba constantemente los momentos felices que ya no tenía.
Farfadox, de 26 años, era el dueño de una librería que parecía sacada de un cuento. Amaba los libros y las palabras, pero evitaba a las personas. Después de una relación que terminó en traición, prefería refugiarse en su mundo de papel.
Shadoune, un chef de 27 años, había pasado los últimos años cuidando a su madre enferma. Tras la muerte de su madre ese otoño, Shadoune se sentía perdido, preguntándose qué quería para su propia vida. La Navidad, que siempre había sido un tiempo de dar, ahora la encontraba vacía.
Un viernes por la noche, la tormenta de nieve más grande del año atrapó a los tres en la biblioteca de Farfadox, el único lugar cálido en las calles vacías. Aquino, buscando refugio del frío, se refugió en la librería con su cámara al hombro. Shadoune había entrado minutos antes para buscar un libro que nunca encontró.
—No suelo recibir visitas tan tarde —comentó Farfa mientras encendía la chimenea del rincón.
—Bueno, culpa al clima —respondió Aquino, sacudiendo la nieve de su abrigo.
—O agradecelo. No hay muchas librerías con chimeneas activas —añadió Shadoune, sonriendo ligeramente.
El silencio que siguió fue cómodo, aunque los tres sintieron algo inusual, como si no fueran completos extraños.
Las horas pasaron y la tormenta no cesaba. Farfadox ofreció té caliente, y mientras bebían, comenzaron a hablar. Primero, sobre temas ligeros: el clima, libros, las luces del pueblo. Pero conforme avanzaba la noche, las conversaciones se volvieron más personales.
Aquino habló de cómo había huido de una relación tóxica. Shadoune confesó que aún no sabía quién era más allá de su papel de chef. Farfa, en un arranque de sinceridad, reveló que había dejado de creer en el amor hace mucho tiempo.
—A veces pienso que el amor es una mierda —dijo Farfadox, mirando al fuego.
—Tal vez lo es, pero también es algo que buscamos, incluso cuando nos decimos que no lo queremos —respondió Shadoune.
—Yo creo que el amor no tiene reglas. Puede ser cualquier cosa, siempre que sea real —añadió Aquino, su voz suave pero firme.
Esa noche, algo cambió. No fue romántico de inmediato, pero fue profundo: una sensación de conexión que no habían sentido en mucho tiempo.
En las semanas siguientes, los tres comenzaron a pasar más tiempo juntos. Shadoune ayudaba a Farfa a organizar eventos de lectura en la librería. Aquino le tomaba fotos a los libros antiguos y a la decoración, con la intención de ayudar a atraer clientes.
Un día, mientras decoraban juntos la librería para Navidad, Aquino colgó un pequeño muérdago sobre la entrada. Farfadox lo notó, sonriendo con ironía.
—¿Y esto? ¿Esperas que todos se besen al entrar?
—No webon. Solo los que quieran —respondió Aquino con un guiño.
Shadoune, al escuchar la conversación, miró el muérdago y luego a Aquino. Su corazón latía rápido, aunque no entendía por qué. Era como si algo invisible los uniera.
Esa noche, mientras celebraban con un vino caliente, el tema del amor surgió de nuevo.
—¿Es tan malo querer algo más? Algo que no sea... convencional —dijo Aquino, con nervios en la voz.
Farfadox frunció el ceño, pero no de disgusto. —¿Qué estás diciendo?
Shadoune intervino: —Que tal vez estamos buscando algo parecido, solo que no sabemos cómo llamarlo.
El silencio que siguió fue cargado, pero en lugar de incomodidad, estaba lleno de entendimiento.
En la víspera de Navidad, Aquino, Farfadox y Shadoune decidieron pasar la noche juntos en la librería. Había algo especial en ese lugar que los hacía sentir seguros. Mientras la nieve caía afuera, se sentaron cerca de la chimenea, riendo, compartiendo historias y recordando los momentos de las últimas semanas.
Farfadox, quien siempre había sido reservado, tomó la mano de Aquino mientras hablaban. Shadoune, al verlo, sintió una mezcla de nervios y un poco de alegría? Porque sabía que sentía lo mismo por Aquino.
Finalmente, fue Aquino quien rompió el hielo: —No sé si esto tiene sentido, pero... creo que no quiero perder lo que tenemos. No importa cómo lo llamemos.
Farfadox y Shadoune asintieron. Las palabras sobraban. Esa noche, bajo el árbol que habían decorado juntos, los tres compartieron su primer beso, sellando algo que no entendían completamente, pero que sabían que era suyo.
Con el tiempo, aprendieron a construir su relación a su manera. Los días buenos superaron a los difíciles, y aunque enfrentaron preguntas y miradas curiosas, su vínculo se fortaleció. Farfadox comenzó a creer de nuevo en el amor, Aquino encontró un propósito que lo hacía feliz, y Shadoune finalmente sintió que pertenecía a un lugar.
Esa Navidad marcó un comienzo: una historia única, imperfecta, pero profundamente auténtica.
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