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Goncho era un porteño de pura cepa, orgulloso de su mate y de su rutina de tomarlo cada mañana, tarde y noche. Para él, el mate no era solo una bebida: era un ritual sagrado, una conexión con sus raíces y con todos los que se dignaban a acompañarlo en esa ceremonia.
Un día, Goncho conoció a Aquino, un chico estadounidense que estaba de intercambio en Buenos Aires. Se conocieron en un café por casualidad, y Goncho se ofreció a mostrarle la ciudad. Pero apenas lo invitó a su departamento para "la experiencia completa", Aquino se encontró ante un misterio: una bombilla de metal, una calabacita decorada, y un Goncho que insistía en enseñarle "lo más importante de Argentina".
-Aquino, antes de que pienses que estamos por hacer alguna especie de brujería, te explico: esto se llama *mate* -dijo con seriedad Goncho, sosteniendo la calabaza en alto como si estuviera alzando un trofeo.
-¿Mate? -preguntó Aquino, intrigado-. ¿What's that? ¿A special tea?
Goncho se horrorizó y suspiró profundamente, como si acabara de escuchar la peor herejía.
-No, no, no. Esto no es un simple té. Es... ¡es la identidad del argentino! ¡Es como una poción mágica que te une con todos los que se sientan a tomarlo! -le dijo, con fervor.
Con movimientos ceremoniosos, comenzó a cebar el mate. Aquino observaba todo, impresionado, mientras Goncho le daba instrucciones detalladas sobre cómo sostener la bombilla y no moverla ni por accidente. Después de unos segundos, finalmente Aquino se animó a darle un sorbo.
-¡But this is very bitter ! -exclamó Aquino, haciendo una mueca-. ¿That's how they always take it ?
Goncho se rió.
-¡Claro! Esa es la gracia, lindo. No es para cualquiera. Si lo tomás bien, sos oficialmente uno más del club -dijo guiñándole un ojo, como si fuera un honor secreto al que solo unos pocos privilegiados podían acceder.
A pesar de la sorpresa inicial, Aquino no se rindió. A cada sorbo, su mueca de disgusto se convertía en una sonrisa. Y, para el tercer mate, ya estaba entregada a la experiencia.
-¿You know what, Goncho ? Este mate argentino no está tan mal. ¡Hasta creo que ya empiezo a disfrutarlo! -dijo, intentando imitar el acento de él.
Goncho se rió a carcajadas y le dio una palmada en la espalda, orgulloso.
-Aquino, ¡sos un verdadero argentino ahora! Solo falta que te pongas a debatir sobre fútbol y ya estás listo para la ciudadanía.
Desde ese día, Goncho y Aquino se hicieron inseparables, compartiendo mates y momentos divertidos, cada uno a su estilo. Al final, Aquino entendió que en Argentina el mate no era solo una bebida, sino una excusa perfecta para compartir risas, historias y, por supuesto, una que otra broma sobre el acento gringo.
Y así fue como Aquino, de extranjero despistado, se convirtió en un fanático del mate argentino... aunque todavía le ponía azúcar cuando Goncho no lo miraba.
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