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𓏲 ๋࣭𝘛𝘳𝘢𝘥𝘶𝘤𝘤𝘪𝘰́𝘯es 𝘕𝘚𝘍𝘞
Ninguna de estos son mios
Mal redactadas
Traducción literaria
Faltas de ortografía
Favor de evitar malos comentarios
Crédito a sus respectivos creadores.
ADVERTENCIA DE CONTENIDO: SUSTANCIAS OBSCURAS (mayores de 18 años, mdni por favor), coerción, acoso sexual de adultos, aprovecharse del lector, manipulación, trauma, mención de secuestro, mención de pesadillas, trastorno de estrés postraumático, manipulación psicológica, diferencia de edad (no especificada pero legal), sexo sin protección, toqueteo, besos, estrangulamiento, hematomas, leve pelusa, Hannibal enamorado que hará cualquier cosa para tener al lector. La terapia era simplemente un escape.
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Para ti, lo fue.
Un escape de las personas que te miraban con lástima, que simpatizaban contigo, que se sentían mal por una chica como tú que sufrió tanto a tan temprana edad.
Te molestaba cada vez que asistías a cenas en casa de tus familiares o cuando tus amigos te miraban con una mirada triste y patética, tratándote como una niñita frágil que necesitaba cuidados adicionales. Todo eso era abrumador para ti.
La oficina de Hannibal Lecter era el escape perfecto.
Él no te veía como una muñeca rota, no. Más bien te validaba, te comprendía, te escuchaba y te hacía sentir cómoda en su presencia. La única persona que no te miraba con una mirada lastimera y triste.
Lo viste como un hombre amable y educado que atendía tus necesidades, tus necesidades mentales y te cuidaba de una manera que nadie más lo había hecho antes.
Habías asistido a tu sesión de nuevo, con una sonrisa en tu rostro. Cuando abriste la puerta de su oficina, tu sonrisa se ensanchó y Hannibal te la devolvió. Simplemente te encantó cómo había creado un espacio seguro para ti, cómo se preocupaba por tu bienestar. Eras su paciente, así que era su trabajo, pero al menos él era mejor que todas las demás personas que solo te veían como una cáscara rota.
—Hola —saludó Hannibal y usted asintió con una sonrisa mientras entraba—. Buenas noches, doctor Lecter.
Las líneas de expresión de su rostro se hicieron más profundas. “Buenas noches. ¿Cómo te sientes hoy?”
Te quitaste el abrigo de cuero y lo colgaste del gancho. Hannibal te acompañó hasta tu asiento y tú lo seguiste felizmente, una rutina constante a la que te habías acostumbrado. Hannibal se sentó frente a ti, en su propio sofá de cuero marrón.
—Me siento bien —dijiste tímidamente, mientras tus manos jugueteaban entre sí. No era una señal de incomodidad, sino más bien de nerviosismo. Hannibal se había asegurado de que te sintieras cómoda a su lado.
Hannibal no era un hombre que se dejara llevar fácilmente por la pasión, pero se quedaba maravillado cuando jugabas con tus manos, girando un dedo sobre el otro. Esa costumbre tuya le resultaba adorable, algo propio de él.
