Drake
Cuando llegué a mi departamento, lo primero que hice fue soltar las llaves en la mesita de la entrada y dejarme caer en el sofá. Todavía llevaba puesta la camisa manchada de helado. Ni siquiera había tenido tiempo de cambiarme, pero no me importaba.
Apoyé la cabeza en el respaldo del sofá, dejando escapar un suspiro mientras los recuerdos del día cruzaban por mi mente. La guerra de helados, las risas interminables y Ryan intentando hacer malabares con un palo que encontró en el parque... todo había sido tan caótico y, a la vez, tan ligero.
Solté una risa baja al recordar el último ataque de Connor, lanzando helado directamente a la frente de Ryan.
—Es un buen chico —murmuré sin darme cuenta.
Connor... Había algo en él que me intrigaba. Parecía tan tranquilo, tan adaptable, pero a la vez tenía una energía contagiosa. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que tenía algo en común con alguien.
Tomé mi teléfono y revisé el grupo que Ryan había creado en la tarde. "Los Tres Bocaditos Supremos". ¿Cómo no? Ryan siempre encontraba formas de hacer las cosas absurdas.
El primer mensaje fue de Connor:
—¿Por qué ese nombre? jajaja
Ryan respondió casi al instante:
—¡Porque somos legendarios y deliciosos! ¿Acaso no es obvio?
Sonreí mientras leía la conversación. Estaba a punto de escribir algo en el grupo cuando mi teléfono vibró con una nueva notificación. Al ver el nombre en la pantalla, mi corazón se detuvo por un momento.
Madeline.
¿Cómo era posible? La había bloqueado hacía meses, después de todo lo que había pasado. Y, sin embargo, ahí estaba.
Abrí el mensaje con manos temblorosas.
"Hola, Drake. ¿Podemos vernos mañana? Es importante."
Sentí un nudo en el pecho, como si todo el aire hubiera sido expulsado de golpe. Me quedé mirando el mensaje, incapaz de procesarlo. Los recuerdos comenzaron a invadirme como una tormenta: la traición, las mentiras, y finalmente, la imagen de ella con Mark.
Apreté los ojos con fuerza, intentando bloquear los pensamientos, pero fue inútil. Las lágrimas comenzaron a caer antes de que pudiera detenerlas.
Me levanté del sofá, buscando algo, cualquier cosa que me distrajera. Caminé hacia mi armario y abrí un cajón. Ahí estaba: una caja que no había tocado en mucho tiempo. Dentro, una foto de Madeline y yo, tomada en algún momento en que las cosas todavía parecían perfectas.
Mis dedos temblaban mientras sostenía la imagen. El dolor en mi pecho era casi insoportable.
—¿Por qué ahora? —susurré, sintiendo cómo las lágrimas seguían cayendo.
El sonido de una nueva notificación me sacó de mi trance. Solté la foto y miré mi teléfono, esperando lo peor. Pero esta vez, no era Madeline. Era Connor.
"Estoy en la puerta. ¿Puedes abrir?"
Fruncí el ceño, confundido. ¿Connor? ¿En mi puerta? ¿Cómo sabía dónde vivía?
Me levanté rápidamente y fui al baño a lavarme el rostro. Me miré en el espejo: los ojos hinchados, las mejillas rojas. Respiré hondo, intentando calmarme. Cuando sentí que estaba lo suficientemente presentable, fui a abrir.
Connor estaba ahí, con una libreta en la mano y una sonrisa tímida.
—Ryan me pasó tu dirección. Espero no molestar, pero necesitaba hablar contigo sobre los exámenes finales.
—¿Exámenes finales? —pregunté, todavía intentando procesar su presencia.
Connor asintió.
—Sí. Como se acercan los exámenes, quería repasar los temas de química general. La rectora me dio la oportunidad de exonerarme, pero decidí presentarme igual. Quería decírtelo porque necesito ayuda para ponerme al día...y...
Me hice a un lado, dejándolo entrar.
—Claro, pasa.
Connor dejó su mochila en el suelo y me miró con detenimiento.
—¿Estás bien? —preguntó, con un tono que dejaba claro que no estaba convencido.
—Sí, solo estoy cansado —respondí rápidamente, evitando su mirada mientras iba a la cocina por un vaso de agua.
Connor no insistió, pero su mirada seguía clavada en mí. Nos sentamos en la mesa del comedor, y él sacó sus apuntes. Me explicó qué partes le costaban más, y aunque me sentía agotado emocionalmente, decidí concentrarme en ayudarlo.
Mientras estudiábamos, comencé a sentirme más tranquilo. Connor tenía algo reconfortante en su forma de ser, una calma que parecía contagiosa.
—Gracias por ayudarme, Drake. Sé que probablemente estabas ocupado.
Negué con la cabeza, apoyándome en el respaldo de la silla.
—No es problema. Prefiero esto a estar solo.
Marklen me dedicó una pequeña sonrisa antes de volver a concentrarse en sus notas. Por un momento, lo observé en silencio. Su cabello caía ligeramente sobre su frente, y fruncía el ceño de una manera casi adorable mientras resolvía un problema.
—Es lindo... —murmuré sin darme cuenta.
Connor levantó la vista.
—¿Qué?
Mi corazón dio un salto.
—Nada. Eh... dije que el problema es complicado.
—Oh, sí. Es un poco difícil —respondió, volviendo a su cuaderno sin notar mi nerviosismo.
Sentí cómo mi rostro se calentaba. ¿Acababa de llamarlo lindo? Sacudí la cabeza, intentando sacar ese pensamiento de mi mente. Tenía que concentrarme en lo que estaba haciendo, pero las palabras seguían repitiéndose en mi cabeza, como un eco imposible de ignorar.
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Promesas en Ruinas
Teen FictionUn impulso prohibido, una promesa rota y un amor que nunca debió ser. Dos chicos atrapados en un torbellino de emociones deberán enfrentarse al deseo, la culpa y las consecuencias de sus decisiones... En las ruinas de lo que fueron, ¿podrán perdonar...