El felices para siempre puede venir en diferentes formas, al igual que con diversos problemas.
Con la llegada de un nuevo bebé, las dudas comienzan a saltar, no solo para Hanna, también para Travis, quien no quiere cometer ni un solo error al tratar...
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Holis, tengo instagram nuevo, alguien es tan torpe que no recuerda sus contraseñas...
Travis
No tengo ni la menor idea sobre arte, crecí en una granja donde la mejor imagen que podrías apreciar se conseguía al levantar el rostro y posar tus ojos en el horizonte, donde alguna que otra vaca rezongaba. Años después, vistiendo la mejor ropa que he traído conmigo, observo un cuadro del cual he escuchado mucho en los últimos meses, pero que no me interesa en lo más mínimo.
—Veo que tiene un gusto exquisito, es un cuadro hermoso —admite una señora más baja que yo, llegando a un lado mío.
—¿Sí? —me quejo, sabiendo que es mentira.
Le doy un corto vistazo, curioso por la persona que se ha atrevido a entablar una conversión con el vaquero que no encaja para nada en este lugar. Me es difícil no mirarla mas de cinco segundos, observando su aspecto físico.
—No solo por su belleza, esta obra de arte oculta una magnifica historia —alaba.
Me ofrece la copa extra que lleva consigo, sin querer ser grosero, la acepto, dando un pequeño sorbo como me enseñó Hanna.
—Se perdió durante la segunda guerra, fue cuando era trasportada en barco, unos piratas sin escrúpulos la robaron, asesinando a toda la tripulación —informa.
Es una historia que luce como difícil de creer, pero la edad de la mujer, junto a algunas arrugas en sus ojos me hacen imposible contradecirla.
Debo reconocer que hay cierta belleza y elegancia en la mujer mayor, no cualquiera luciría un vestido rojo demasiado escotado en una gala de la galería más prestigiosa de la ciudad.
—Se escucha interesante —bebo otro sorbo, sin disimular las miradas que mando a la señora.
No sé porque, pero, en cierto modo, ella me recuerda a mi esposa, quizás sea por el cabello pelirrojo. Hace que piense en el futuro, en que si Hanna lucirá igual a ella cuando envejezcamos juntos.
—Si que lo es. ¿Eres conocedor del arte? Este artista tiene obras muy famosas, pocos logran entenderlas —sonríe, llevando su larga cabellera hacia atrás de sus hombros.
—No me gusta el arte —confieso, sonriendo de lado—. En realidad, estoy más interesado en la persona que la ha restaurado.
Inclina la cabeza, intrigada.
—Es un trabajo difícil de hacer, ¿conoce a la persona?
Conocerla se queda corto, comparto mi vida con ella desde hace tiempo, siendo profundamente feliz a su lado.
—Si. Es mi esposa —digo con orgullo.
Dejo la copa vacía en la charola de un mesero que pasa rápidamente.
