Capitulo 4

31 6 3
                                    

¡¡Feliz año nuevo!! Este es el primer capitulo del año, mis mejores deseos para este nuevo año que comienza, que todos sus sueños y metas se cumplan, l@s quiero mucho.

Hanna

Cada vez que entro en este lugar vuelvo a ser yo misma, vestida con un par de tacones de aguja y un vestido de un color que destaca a simple vista.

Para ser un día soleado, los rayos del sol no se filtran por las enormes ventanas de cristal de la habitación.

—No crees que le pase algo, ¿cierto? —inquiere Tom, mirando el lienzo con duda.

—Debe estar segura —apuesta Pam, la abogada de la compañía—. De lo contrario, todos nos quedaremos sin trabajo.

Apresuro mi andar, dejando mis cosas cobre mi escritorio.

Mi corazón late desenfrenadamente, emocionado hasta llegar a un punto en el que la adrenalina corre por mis venas, empujándome hasta llegar a Tom y Pam, impaciente por observar lo mismo que ellos.

—Por Dios, ¿es la pintura? —inquiero, asombrada.

Al pararme frente a la pintura, todo lo que me rodea se desvanece, dejándome a solas con la pintura, creando un lazo difícil de romper.

Ni quiera me atrevo a tocar el marco del lienzo, solo apozar frente a ella.

—Llego esta mañana, la hemos dejado lista para ti —dice Tom, tocando mi hombro ligeramente.

El artista que la dibujo sufría de una terrible enfermedad al crearla, así que, al saber que esta sería la última que podría hacer, puso todo de si para que quedara perfecta, aun con su último aliento, se esforzó por terminarla. Si pones atención, en algunas partes puedes ver como los trazos parecen disparejos debido a que en ocasiones no tenía el control completo de sus manos. El dedicó su vida entera al arte, incluso si este le hacía daño.

Suele ser difícil comprender el arte, llegar a tener sentimientos por la obras, pero una vez que logras entenderlo, conectar hasta que puedes sentir emociones, conmoverte, enojarte y llorar por una obra, observas el mundo con otros ojos, desbloqueando dimensiones que nunca antes pensaste.

La pintura es la prueba viviente de que muchos artista desean morir en el nombre del arte.

—Es tan hermosa —confieso, deslumbrada.

—Y cara —agrega una voz femenina detrás de mí.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal, mis oídos chillan de inmediato.

Nada puede prepararte para el momento en el que aquello que tanto evitaste llegue hasta tu puerta, azotando tu puerta con una tormenta detrás de ella.

Volteo para mirar a Tom exigiendo respuestas.

La mirada en sus ojos demuestra la traición cometida, aquello que sabia que claramente me lastimaría, pero que, aun así, decidió no advertirme

—Lo siento, debí decirte antes, pero de lo contrario nunca habrías aceptado, eres la mejor en tu trabajo. No quería que nadie más tocara esta obra, lo siento mucho —divaga.

Lo miro directo a los ojos, permitiéndole que vea el dolor en mi mirada, mientras que la suya demuestra lo angustiado que se encuentra, no por lo que me ha hecho, sino por miedo a que termine rechazando el trabajo.

—No deberías alimentar su ego, cientos de más curadores se han peleado por tener en sus manos esta pintura —avisa ella, contoneando las caderas al caminar.

Igual que cuando era una niña pequeña, muerdo la parte interna de mi mejilla, evitando que un sollozo se escape de mi garganta.

—Será mejor que corras a un lugar al cual no pueda alcanzarte —amenazo.

Nuestra Vida Soñada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora