Llevo tres días sintiéndome pésimo y parece que tengo demasiada fiebre. Hoy visitaremos a un amigo de mi madre que está hospitalizado desde la semana pasada, debido una apendicitis severa, que podría causar su muerte.
Ya sabemos que se va a morir.
Mi madre esperaba afuera, en la sala de espera, dado que su amigo estaba en condición crítica y no podía recibir visitas.
Era triste sentarse allí. Era triste observar a todas esas personas con semblantes preocupados y notoriamente cansados. Era fácil distinguir que llevaban días sin dormir, y que habían llorado hasta la desesperación, por causa de alguba enfermedad que consumía lenta y dolorosamente a algún ser querido.
Me sentía incómoda porque no paraba de toser, y la gente de la sala me observaba con irritación.
-Voy a salir un minuto a tomar aire.
Le anuncié a mamá, ella asintió con la cabeza y al fin desalojé esa endemoniada sala.
Una vez afuera, saqué un cigarro de mi bolso y lo prendí. La frustración de estar atrapada en una sala donde todos están bebiendo café para no dormirse y rezando, me traía los pelos de punta.
Fumé por aproximadamente quince minutos, observando desde afuera los árboles moverse por la brisa y a los pajaritos volar tan felices y sin ninguna enfermedad matándoles en una sala blanca.
Cuando me di la vuelta, divisé por la ventana gigante de vidrio a un doctor de bata blanca que conversaba con mamá. Estaba claro que éste le avisaba que su amigo no sobrevivió.
Rompió en llanto.
Solté el cigarrillo y corrí hacia adentro.
-Mamá.
La abracé y apoyé su cabeza en mi hombro, sintiendo cada sollozo como un golpe.
Quise evitar toser, porque no podía toserle en la cara a mamá, pero eso sólo lo empeoró. Retener la tos hizo que mis pulmones se confundieran.
De repente dejé de respirar. No importaba cuántas veces intentara inhalar y exhalar, me era imposible.
Un sabor a nicotina me inundó la boca, y entonces entendí que se me terminaba el aire contenido, y como acababa de fumar, el cigarrillo aún rondababa vagamente por mis pulmones, pero se agotaba...
Me alejé lentamente de mi madre, claramente asustada y temía por mi vida.
Es entonces cuando sabes que vas a morir y que no puedes hacer nada. Todo eso de que ves cada instante de tu vida pasar frente a tus ojos justo antes de morir es una estupidez. No piensas en nada, ¿sabes? Simplemente no hay espacio para pensar en esas cosas cuando te estás muriendo. Sólo piensas en que... estás muriendo, y listo, no hay marcha atrás.
A los pocos segundos el aire se me acabó, y lo último que recuerdo fue a mi madre gritando mi nombre entre mi tos y al doctor intentando tranquilizar a mamá. Todo era borroso, pero lo recuerdo con mucha exactitud.
[...] CUARENTA Y TRES DÍAS DESPUÉS [...]
Bueno, hoy tal parece que es mi día #43 hospitalizada en éste retén, es decir, clínica.
-Mamá, estoy respirando bien, tranquila.
-Bueno... -sonrió aliviada- Hija, ha venido alguien a verte.
Genial, tus pulmones y tus bronquios dejan de funcionar momentáneamente y de repente todos te quieren y te visitan.
-Hey -entró un chico que conocí en la facultad y me sonrió afectivo.
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Mil Caras
De Todo"La moneda tiene más de dos caras". Aquí compartiré con ustedes historias que, de alguna u otra forma, despiertan el corazón. Gracias por leerme. Hacen feliz a esta solitaria alma enamorada de la literatura. Bienvenido.♡ ©Todos los derechos reservad...