Yolo salió temprano de su casa y decidió pasar primero por la oficina. Quería adelantar algunos pendientes antes de prepararse para el evento de Renata. Se dio un baño rápido en las instalaciones, se cambió a un traje más cómodo y se sentó en su escritorio, revisando documentos mientras su mente volvía a Mariana de vez en cuando.
No pasó mucho tiempo cuando Nando entró a su oficina sin tocar, como era su costumbre.
—Hermano, hace siglos que no salimos y no nos divertimos —dijo Nando con una sonrisa relajada, dejando caer su cuerpo en la silla frente al escritorio de Yolo.
Yolo lo miró por encima de los papeles y soltó una leve risa.
—Pues yo me voy a divertir dentro de dos días —respondió con calma.
Nando arqueó una ceja, intrigado.
—¿Ah, sí? ¿Y en qué te vas a divertir?
Yolo se recargó en su silla, mirándolo con una mezcla de humor y resignación.
—Tengo un compromiso con Mariana.
La sorpresa en el rostro de Nando fue instantánea, seguida por una carcajada.
—¡Sabía que el regreso de Mariana te iba a traer felicidad! —exclamó, golpeando el brazo de la silla como si celebrara una victoria.
—Obvio —respondió Yolo con una sonrisa tranquila, dejando que la emoción de su amigo pasara.
—Pero, a ver, ¿cómo le hiciste para que Mariana te perdonara? Porque, siendo honestos, pensé que no volverías a verla después de lo que pasó hace dos años.
Yolo suspiró y negó con la cabeza.
—No sé si me haya perdonado, Nando. Apenas hemos cruzado un par de palabras, y esto no es personal. Es por profesionalismo.
—¿Profesionalismo? —repitió Nando, alzando una ceja incrédulo.
—Sí. Renata, ya sabes cómo es ella, nos invitó a ambos a uno de sus eventos. Según dijo, Mariana es la persona perfecta para asistir conmigo, y Mariana aceptó porque no quiso rechazarla.
Nando se quedó en silencio por un momento, observando a Yolo con una expresión mezcla de admiración y curiosidad.
—Vaya, hermano, estás jugando en terreno complicado, pero parece que estás dispuesto a hacerlo bien esta vez.
Yolo asintió con seriedad.
—No quiero apresurarme ni forzar nada, Nando. Hace dos años no supe manejar las cosas, y lo sé. Pero ahora, si hay una oportunidad, quiero que sea por lo correcto, no por presión.
Nando lo observó, cruzando los brazos mientras sonreía.
—Te escuchas diferente, Yolo. Maduro, incluso. Pero, dime algo: ¿crees que Mariana haya olvidado todo lo que pasó?
Yolo se quedó pensativo un momento antes de responder.
—No lo sé. Tal vez no. Pero no quiero enfocarme en eso. Lo único que puedo hacer ahora es demostrarle quién soy hoy.
Nando asintió lentamente y se levantó de la silla.
—Sabes, hermano, siempre pensé que eras impulsivo, pero parece que estás aprendiendo a tener paciencia. Y, siendo honesto, creo que esa chispa entre ustedes dos sigue ahí.
Yolo sonrió.
—Eso espero, Nando. Pero esta vez, no hay prisas.
Nando caminó hacia la puerta, pero antes de salir, se giró con una expresión seria.
