tan cerca

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Mariana tomó una de las toallas que había cerca, se secó un poco y luego se acostó en una de las cómodas sillas de sol que Yolo tenía en su patio. Con un suspiro de tranquilidad, tomó su teléfono y comenzó a revisarlo. Mientras deslizaba su dedo por la pantalla, ocasionalmente se reía o sonreía por algo que veía.

Yolo, que ya había terminado de secarse, se sentó cerca de ella, fingiendo estar concentrado en ajustar las pesas, pero en realidad no podía evitar observarla de reojo.

—¿Qué tanto ves? —le preguntó con curiosidad, rompiendo el silencio.

Mariana levantó la mirada del teléfono y, con una sonrisa ligera, respondió:

—Nada interesante, solo mensajes y cosas sin importancia. ¿Por qué? ¿Tienes miedo de que esté hablando mal de ti?

—¿Mal de mí? Para nada —dijo Yolo con su característico tono de seguridad—. Pero seguro estoy en la conversación, ¿verdad? Nadie olvida a Flavio Andrés tan fácilmente.

Mariana rodó los ojos y volvió a concentrarse en su teléfono, aunque no pudo evitar soltar una pequeña risa.

Mientras Mariana estaba revisando su teléfono, de repente le entró una videollamada. Miró la pantalla y vio el nombre de Sergio. Se acomodó rápidamente, tomando el teléfono de forma que cubriera lo más posible a Yolo, que seguía cerca.

—¡Hola, Sergio! —saludó Mariana, intentando sonar casual.

Sergio alzó una ceja al notar algo en la pantalla. —¿Quién anda allá atrás? Vi algo moverse.

—¿Atrás? Ah, no, nada, debe ser... el viento o algo —respondió Mariana rápidamente, con una sonrisa nerviosa mientras ajustaba la cámara para enfocarse solo en su rostro.

Yolo, divertido por la situación, no pudo resistir. Se inclinó un poco más hacia el teléfono, asegurándose de aparecer en el cuadro. Mariana lo notó y trató de apartarlo con el codo, pero Yolo, más rápido, le arrebató el teléfono.

—¡Hola, Sergio! —dijo Yolo con entusiasmo, sonriendo de oreja a oreja.

—¿Flavio Andrés? —respondió Sergio con sorpresa, mirando incrédulo a la pantalla.

—El mismo. Solo quería saludar, pero ya te la devuelvo —dijo Yolo, guiñándole un ojo antes de pasarle el teléfono de vuelta a Mariana, que lo miró con una mezcla de frustración y resignación.

—¿Qué hace Yolo ahí? —preguntó Sergio, confundido, mientras Mariana suspiraba, buscando la mejor manera de explicar.

Mariana suspiró, aún sosteniendo el teléfono.

—Es una historia larga, Sergio... luego te cuento con calma.

Sergio arqueó una ceja, divertido. —Ahí, Mariana, tú y tus cosas raras de siempre. ¿Qué estás tramando ahora?

—¡Nada raro! —respondió Mariana, rodando los ojos mientras intentaba parecer convincente.

Yolo, que seguía cerca, soltó una pequeña risa y Sergio notó el sonido.

—Seguro que ese tipo está metido en tus "cosas" —dijo Sergio, señalando la pantalla con una sonrisa burlona.

—Ya, ya, Sergio, mejor dime para qué me llamaste —atajó Mariana, intentando cambiar el tema.

—Solo quería saber cómo estabas, pero veo que muy... entretenida —bromeó Sergio antes de despedirse.

Cuando la llamada terminó, Mariana miró a Yolo con una mezcla de molestia y diversión.

—¿Tenías que hacer eso?

—Claro, no podía dejar pasar la oportunidad de saludar a tu hermano —respondió Yolo, sonriendo con aire despreocupado.

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