Yolo y Mariana se fueron a dormir después de compartir una noche tranquila juntos. Al día siguiente, el sonido de su teléfono despertó a Yolo. Era un mensaje de Nando: "Flavio, necesito que vengas a la empresa. Surgió un problema y necesito tu ayuda."
Con un suspiro, Yolo se levantó de la cama con cuidado de no despertar a Mariana, quien seguía dormida. Se vistió rápidamente, optando por un traje oscuro y corbata, y dejó una nota en la mesa de noche: "Volveré pronto. Te amo."
Antes de salir, se detuvo un momento para mirarla. Había algo en la calma de su rostro que le recordaba cuánto valoraba tenerla en su vida. Con una pequeña sonrisa, tomó su maletín y salió rumbo a la empresa.
Yolo llegó a la empresa, aún somnoliento por la hora temprana, y fue directamente al despacho de Nando. El edificio estaba casi vacío, con apenas unos pocos empleados que empezaban su jornada.
Al entrar, vio a su amigo sentado detrás de su escritorio, con el ceño fruncido mientras revisaba unos documentos.
—Buenos días, hermano —saludó Yolo, dejando su maletín sobre una silla—. ¿Qué problema tan urgente surgió para hacerme madrugar así?
Nando suspiró y le pasó una carpeta con papeles. —Tenemos un retraso con uno de los contratos más importantes. Si no se resuelve hoy, podríamos perder al cliente. Necesito que revises esto conmigo.
Yolo tomó los documentos, los leyó detenidamente y asintió. —Está bien, vamos a solucionarlo. Pero la próxima vez, hazme este drama a una hora decente, ¿sí?
Nando soltó una leve risa y agradeció la disposición de Yolo, mientras ambos se ponían manos a la obra para enfrentar el problema.
Mientras Yolo y Nando revisaban los papeles en silencio, el sonido del bullicio típico del inicio de la jornada laboral comenzó a llenar el edificio. Los empleados llegaban, algunos saludaban de paso y otros se acomodaban en sus oficinas.
Entre ellos, Valeria entró con paso seguro, cargando un bolso grande y con una ligera sonrisa en el rostro. Era su primer día oficial en la empresa después de haber sido contratada, y parecía lista para enfrentarlo.
Nando, que había levantado la vista hacia el pasillo, comentó en voz baja:
—Ah, ya llegó la nueva.Yolo apenas levantó la mirada de los documentos, sin darle demasiada importancia, pero alcanzó a verla de reojo mientras pasaba frente a la oficina. Valeria, al notar que ambos estaban dentro, lanzó un rápido saludo con la mano desde la puerta.
—Buenos días —dijo ella con tono amable, mirándolos por un momento antes de seguir hacia su escritorio.
Yolo respondió con un leve movimiento de cabeza, volviendo de inmediato al contrato que estaba revisando con Nando. Sin embargo, algo en su expresión denotaba cierta incomodidad, aunque no comentó nada al respecto y siguió concentrado en su trabajo.
El bullicio creciente en la empresa distrajo a Yolo, quien dejó de teclear en su computadora para fruncir el ceño. Era inusual escuchar tanto alboroto, sobre todo a esas horas de la mañana. Se levantó de su silla, ajustándose la corbata, y salió de su oficina para ver qué estaba pasando.
Al llegar al área común, se encontró con una escena inesperada: el pequeño Ángel, vestido con un mini traje que lo hacía lucir como un diminuto empresario, corría entre los escritorios, seguido por algunas risas y gestos de ternura de los empleados. Algunos intentaban "atraparlo" mientras él esquivaba con agilidad, disfrutando de la atención.
Yolo cruzó los brazos, observando la escena con una mezcla de sorpresa y diversión. El niño parecía ser el centro de atención de toda la oficina. Justo en ese momento, Valeria apareció apresurada desde su escritorio, con una expresión de ligera vergüenza.
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