el regreso de alguien inesperado

27 2 0
                                    

Yolo y Mariana avanzaron hacia el majestuoso salón que ambos habían planeado con tanto esmero. La alfombra roja estaba desplegada frente a ellos, y las luces brillaban intensamente, iluminando cada paso que daban. Los flashes de las cámaras no paraban de estallar, capturando la elegancia de ambos. Mariana llevaba un vestido que parecía hecho a medida para resaltar su figura, mientras que Yolo, con un traje impecable, mantenía su mirada fija en ella, como si el resto del mundo hubiera desaparecido.

Mientras cruzaban la entrada, Mariana le susurró a Yolo:
—Parece que todo salió perfecto, Flavio Andrés.

Él le sonrió de lado y, sin apartar la mirada de ella, respondió:
—Perfecto está porque tú estás aquí, Mariana Ávila. Este evento no tendría sentido sin ti.

Ella rodó los ojos, conteniendo una sonrisa, y ambos avanzaron hacia el interior del salón. Allí, la decoración era un reflejo del estilo de ambos: sofisticada, elegante y llena de pequeños detalles que hablaban de su trabajo en conjunto. Cada mesa, cada centro de flores, todo parecía diseñado para impactar.

—¿Lista para ser la estrella de la noche? —le preguntó Yolo mientras le ofrecía su brazo.

Mariana respiró profundo, mirando la gran cantidad de personas que ya estaban en el lugar. Sabía que una parte de la velada requería que ella subiera al escenario. A pesar de los nervios, asintió.

—Siempre lista, Flavio Andrés.

Él sonrió con orgullo y la guio hacia la primera mesa, donde los esperaban algunas figuras importantes. Pero mientras avanzaban, no pudo evitar inclinarse hacia ella y susurrar:
—Si por mí fuera, me quedaría toda la noche contigo, Mariana Ávila.

—Entonces no te distraigas, Flavio Andrés —respondió ella, divertida, sin dejar de caminar.

Ambos estaban en el centro de la atención, y aunque Mariana mantenía la compostura, había algo en la forma en que Yolo la miraba que la hacía sentir diferente. Era como si, por un momento, olvidara todas las dudas que guardaba en su interior. Pero la noche apenas comenzaba, y lo que no sabían era que esta velada traería más que simples aplausos y sonrisas.

La atención de todo el salón se centró en Mariana cuando subió al escenario. La música comenzó a sonar suavemente, y el murmullo de los invitados cesó por completo. Con un vestido que brillaba bajo las luces del escenario y una voz que capturaba cada emoción, Mariana comenzó a cantar. Su interpretación era intensa, cada nota resonaba en el corazón de los presentes, como si su alma hablara a través de la música.

Yolo, que observaba desde su lugar, no podía apartar la vista de ella. Su orgullo era evidente en la sonrisa que se formaba en sus labios. Para él, Mariana no solo era la estrella del evento, sino la estrella de su vida. Cada movimiento, cada mirada que ella lanzaba al público lo hacía sentir que estaba viendo a alguien completamente única.

Cuando terminó la canción, el salón estalló en aplausos. Las personas se pusieron de pie, ovacionándola con entusiasmo. Mariana sonrió, ligeramente sonrojada, mientras agradecía con una inclinación de cabeza. Entre la multitud, su mirada se cruzó con la de Yolo, quien no aplaudía solo por cortesía, sino con una admiración sincera que parecía llenar la habitación.

Él se acercó al pie del escenario mientras Mariana bajaba, aún con el brillo de su actuación reflejado en su rostro. Extendió su mano para ayudarla a bajar los últimos escalones.

—Estuviste increíble, Mariana Ávila —dijo él con suavidad, apretando ligeramente su mano.

—Gracias, Flavio Andrés —respondió ella con una sonrisa tímida, aún sintiendo la adrenalina de estar frente a tantas personas.

Una apuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora