Ash

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miércoles 19 de junio

ashton

Ya se cumplía un mes de las visitas recurrentes de el chico de ojos marrones y piel canela, había agotado las opciones del menú dulce, lo cual para la poca cantidad de estas bebidas que teníamos tardó un tiempo considerable, estuvo repitiendo algunas que sospechaba que eran sus favoritos pero luego de tantas visitas por fin pidió lo último que ofrecía la pequeña cafetería.

Recuerdo que antes de su llegada eran extrañas las ocasiones en las cuales preparaban alguna de esas bebidas; el pequeño café de la familia Martin era tan antiguo en el barrio como sus comensales habituales por lo cual el menú no tenía muchas variaciones y los clientes no eran tan experimentales, prefiriendo un americano antes que cualquier cosa, nuestro menú contaba con no más de 10 bebidas de estilo dulce y me entere a la mala que ni siquiera surtimos algunos ingredientes para algunas.

Fue un jueves, creo, cuando el chico pidió un frappuccino de caramelo con jarabe extra que tuve que regresar a la mesa para informarle que nos habíamos quedado sin jarabe. Lo que no esperaba era el tenue sonrojo que apareció en sus mejillas tras escucharme, y cómo mi propio aliento quedó atrapado en mi garganta al verlo. No sabría decir si yo también me sonrojé junto a él.

Esa misma tarde antes de cerrar hablé con Alex y le insistí en que necesitábamos surtir nuevamente esos ingredientes.

La próxima vez que lo vi tomar su lugar habitual, no pude evitar la emoción y, creo, lo sobresalté un poco con mi efusivo saludo.

—Uh, lo siento—me corregí de inmediato luego de asustarlo.

—No te preocupes, estaba algo distraído.

—Bien, creo que te alegrará saber que ya surtimos jarabe de caramelo —dije de golpe, más rápido de lo que debería, notando cómo mi entusiasmo se volvía casi vergonzoso. Me apresuré a añadir—: Uh, por si aún quieres pedirlo, claro.

Su respuesta fue apenas un susurro.

—Oh... —Tomó un momento para procesar mis palabras, y su sonrisa disminuyó levemente, aunque el rubor volvió a sus mejillas—. Sí, un frappuccino de caramelo suena bien. Gracias.

Me reprochaba mentalmente no haber hecho algo para mantener la conversación. Ambos estábamos atrapados en un punto muerto, pero no era como si yo fuera tímido, al menos no con los clientes. La timidez no era compatible con mi trabajo, y nunca antes lo había sido. Sin embargo, él me ponía nervioso de tantas maneras que aún no lograba procesarlo.

Aun así, dudaba que mi comportamiento pasará desapercibido. Él debía haberse dado cuenta de que no actuaba igual con los demás. Desde el día en que le llevé un nuevo café tras un accidente con su bebida, algo había cambiado sutilmente entre nosotros. En aquel momento no pensé mucho en ello; habría hecho lo mismo por cualquier cliente que pareciera tener un mal día. Pero cuanto más tiempo pasaba, más evidente se volvía para mí. Mi atención se detenía en él de formas que no podía justificar, y mi propio comportamiento era tan evidente que incluso los otros empleados me hacían señas cada vez que él entraba.

Ahora, cada saludo que le daba era respondido con una pequeña sonrisa que nunca iba más allá. Esa falta de reciprocidad comenzaba a frustrarme, como si estuviera persiguiendo algo que no existía.

No entendía mi obsesión con él. O tal vez si que lo hacia pero me negaba a ir por esa tangente aun. Era suficiente con aceptar que mi corazón y mi mente se empeñaran en complacerlo, incluso sin ponerle un nombre a aquello.

Así fue como me encontré a las tres de la madrugada de un sábado, buscando recetas de cafés dulces en internet. Me repetía que esto no era por él, sino por la oportunidad de ampliar el menú y ayudar al negocio.

Is it sweet coffee or only you ? (cashton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora