Jin

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Intro

Kim Seok Jin obligó a la saliva bajar a través de su garganta, sin estar nervioso del todo, pero con una sensación un tanto extraña oprimiéndole las entrañas. Estaba parado frente a la casa de su novia, listo para llamar a la puerta.

Sin saber que ésa extraña opresión era la advertencia de que algo realmente malo estaba a punto de ocurrir.

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Colocó su dedo sobre el botón del timbre, preocupado durante un par de segundos por llegar a despertarla antes de que tener la oportunidad de prepararle alguna sopa que sabía que ella necesitaría.

Su mirada quedó atrapada por la madera de la puerta, pintada de un caoba profundo, un color al que ella llamaba ''relajante''. Tal vez, sólo debió de haber entrado, pero continuaba haciendo cosas parecidas a tocar el timbre o dar un ligero toque con sus nudillos en la puerta antes de entrar siempre que iba, por costumbre. Para no tener que asumir en cada visita que ella estaba en aquél rincón del suelo de la sala, acostada, abrazándose las rodillas, y medio borracha todavía. En aquél rincón al que sólo acudía cuando su consciencia de sí misma estaba trastornada, ése que tenía un olor desgastado a vomito mal limpiado, y que ella buscaba repeler a toda costa cuando se encontraba sobria.

Ejerció la presión adecuada, sin embargo, con la esperanza (que nunca desaparecería) de que las cosas fueran diferentes, por lo menos ésa vez, y pudo escuchar el sonido que fue emitido a continuación: Nada, aparte del timbre. Ni un sólo movimiento adentro, ningún arrastre de pies y ningún ''ya voy'' desganado vociferado desde algún lugar de la casa.

Ella nunca abría las puertas, ni siquiera para él.

Ya estaba preparado para que eso pasara, a pesar de que no pudo evitar sentir que su corazón se hundía un par de centímetros en su pecho con el peso de la decepción. Decepción que había ocurrido cientos de veces, decepción que estaba acostumbrado a experimentar.

Introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar, tratando de hacer los sentimientos inútiles a un lado para poder adentrarse a la casa sin sentir aquél estúpido peso sobre los hombros. Tomando una respiración, tan profunda como pudo, dio un dubitativo primer paso dentro. La ausencia de vidrios que se interpusieran en su camino le dijo que podía entrar sin sentir que caminaba en arenas movedizas ruidosas.

Le había comprado flores para que las colocara en ése jarrón que siempre estaba vacío sobre la repisa de la sala, pensando que tal vez la casa se vería mejor, que tal vez el ver las flores marchitándose un poco más todos los días le daría a ella la noción de lo que hacía, que tal vez se vería reflejada en ellas y trataría de cambiar su situación. Mantenía el ramo apretado entre su pecho y su antebrazo, casi esperando que ella apareciera corriendo escaleras abajo para examinarlo, con la felicidad brillando en sus ojos y la sonrisa infantil que él tanto extrañaba.

Al verla en el suelo, como todas las veces anteriores, no sintió la ternura que había experimentado la primera vez, ni tampoco los deseos de levantarla entre sus brazos y llevarla hasta su cama. Parecía que sólo estaba dormida, con un brazo tapando la luz que conseguía abrirse un camino entre las cortinas y el otro alrededor de sus piernas dobladas, convirtiéndola en una clase de ovillo a medio hacer, con los labios entre abiertos, acurrucada sobre sí misma. Pero él sabía que no era de ésa manera. Ella no estaba dormida, se había desmayado, aunque faltaba poco para que recuperara el conocimiento.

Minutos después se daría cuenta de lo equivocado que estaba. Y llamaría a emergencias con las lágrimas escurriéndose de sus ojos.

La miró acerca de un minuto más de lo usual.

La amaba, y no creía ser capaz de dejar de hacerlo. Aún con los blancos retazos vacíos de consciencia sobre los que ella lloraba, aún con aquel estúpido rodete desordenado de las mañanas en las que todo era normal momentáneamente, aún con sus estados de semi inconsciencia ocasionales.

Y la amaba aún con todas las botellas causantes de peleas que encontraba dispersas en la casa, y con todas las veces que había tenido que sostener su cabello para que vomitara. No la amaba porque era hermosa (que lo era), ni porque fuera graciosa o inteligente. La amaba por las largas conversaciones que podía mantener a pesar de que se tornaran repetitivas o perdieran el significado. Por sus comentarios rasposos. Por la manera en que era capaz de eructar delante de él y luego pedir perdón ocultando una sonrisa. La amaba porque no era el tipo de chica que fingía ser perfecta. Porque ella no tenía miedo de ser como era con todo el mundo, ni tampoco con él.

Colocó las flores sobre la mesa de los muebles que ella casi no usaba con cuidado de no hacer sonar demasiado el envoltorio de plástico, reparando demasiado tarde en que no había escrito una de esas tarjetitas que se adjuntan a los ramos.

Se acercó a ella para acunar su cara entre sus manos y besar su frente. Sin reparar en que ésa vez no había ninguna clase de botella a su alrededor, o en que el suelo de la sala se encontraba inusualmente limpio, a excepción del regüero de pastillas blancas con forma ovalada.

Él pisó algunas, convirtiéndolas en un polvo blanco y espeso, antes de darse cuenta de que ella no respiraba.

En los intervalos de sus pensamientos entre su descubrimiento y la absorción del mismo, tuvo el pensamiento irracional de que quizás las flores si eran la mejor metáfora para ella, después de todo: Manteniendo su belleza por unos instantes luego de ser separadas de sus raíces, si, y marchitándose al final, perdiendo su elegancia de vida. Flores con espinas para protegerse del daño que traten de infringirles desde afuera, pero que alejan también al cariño y a los cuidados en cierta magnitud. Flores que se muestran gráciles y erguidas, pero que una vez que reciben un pequeño corte, empiezan a marchitarse desde dentro.

Gritó, y sintió a su garganta desgarrarse. Entonces marcó a emergencias, las lágrimas empeñando su visión, el miedo helándole las venas.
No quería asumirlo, quizás nunca lo hiciera; ella estaba muerta.
Se había suicidado, por razones que él nunca comprendería. No del todo.

De parejas y amores (BTS Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora