Jimin

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Intro
Las típicas inseguridades de un adolescente que se siente perdido en la vida por el simple hecho de no saber lo que quiere hacer en un futuro. Presionado por el hecho de que su chica que lo sabe.
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Fue en él momento en que ella sonrió que la sensación de premonición lo invadió. Haciéndolo estremecer ligeramente.
Aferrado a los bordes de la mesa, se obligó a estirar los labios para ella, distraído en la tarea de espantar las lágrimas que empezaban a acudir a sus ojos.
La idea -la premonición- había sido sacada en claro unos días después de qué empezaran a salir, cuando se descubrió a sí mismo perdido dentro de las pupilas de ella, que reflejaban su rostro con una nitidez parecida a la de un charco de agua.

Ese día fue la primera vez que se atrevió a besarla. Un simple roce de labios, demasiado breve, antes de dejarla en la puerta de su casa, luego de la escuela.
Pero ése no había sido el motor de impulso de sus pensamientos. Fue la diminuta sonrisa que ella le obsequió después. Una muy parecida a la que le estaba dando ahora. Y el susurro:

- Eso me gustó.

Lo que le hizo pensar que no la merecía. Se trataba de una frase ligera que pronto fue arrastrada por la marea de emociones provocada por el beso.

Sólo que él no había pensado en eso de nuevo. Hasta ese momento, cuando ella le sonreía y aquel brillo atravesaba sus ojos.

Estaba seguro de que ella lo dejaría.
Lo haría. Tan pronto abriera los ojos acerca de cómo él era en realidad.
Había aceptado la idea con cierta celeridad. Sentado allí mismo. La miró, como tratando de absorber sus facciones con la mirada, para memorizarlas, y de esa manera, cuando ella encontrara a alguien mejor, ser capaz de evocar la imagen de su fina nariz, de los mechones revueltos de sus pelo. Y de sus manos, unidas tan apretadamente por encima de la mesa que ambas palmas sudaban.
Se aprendería cada uno de sus rasgos. Y lloraría. Y se lamentaría. En silencio.

Ella lo dejaría porque soñaba demasiado alto. Demasiado grande. Y él, por otro lado, apenas había descubierto el refugio que le permitía escapar de sus preocupaciones sobre lo que haría en él futuro. Música.

Mientras escuchaba las notas y las voces dejaba que aquella especie de "propiedad mágica" actuara en él. Que lo ahogara todo. Esos acordes conseguían no sólo acallar el ruido proveniente fuera de los audífonos, sino también a la parte de su cabeza que nunca dejaba de hablar.
La parte de su subconsciente que chillaba como reloj de alarma. Haciendo la misma pregunta una y otra vez: «¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a hacer?
¿Qué vas a hacer?»

Conseguía ponerlo frenético por momentos. Sobre todo cuando no era capaz de dar, ni siquiera a tientas, con una respuesta vaga en la oscuridad de las cosas que podía hacer bien. Que no eran demasiadas, desde su punto de vista.
Si todo llegaba a tornarse más insoportable de la cuenta, sólo tenía que conectar los auriculares hasta olvidarlo todo.
La música parecía ser el único medio por el podía auto consolarse. Parecía susurrarle al oído que todo estaría bien. Que hallaría algo que le gustara hacer. Algo que le saliera bien.

Ella no tenía un problema como ese. Ella sería doctora. Era decidida, inteligente, y sobre todo, a sus 17 años, estaba segura de lo que quería hacer con su vida.
Para él, el hecho de que fuera hermosa sólo era un punto extra a su favor.
Y la quería por todas esas razones, pero, también por todas esas razones estaba seguro de qué ella encontraría a alguien mejor que él. Y las cosas entre los dos acabarían allí.

Porque ella tenía todo su camino dibujado. Y él nisiquiera sabía cuál era el suelo en que pisaba. Ella estaba tantos pasos por delante de él que era increíble el hecho de que pudiera verlo.

Él tenía suerte por eso, se dijo. A pesar de estar sintiendo que la engañaba al retenerla con él.

Como si sostuviera un globo de helio entre las manos. Anclandolo para que no despegara hacía arriba. Lejos. Hasta un lugar que sus ojos no alcanzarían a ver.
Se sentía egoísta.

Se dijo también que, durante el tiempo que ella decidiera estar a su lado, se esforzaría por hacerla feliz.
Y por, de alguna manera, ser suficiente para ella, en la medida de lo posible.

En la medida de lo que pudiera soñar para sí mismo.

De parejas y amores (BTS Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora