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Ocho de Junio de 2011. Stiles tiene 16 y Derek 22.

La bandeja de brownies se sentía pesada en sus manos. Stiles y Lydia caminaron por la entrada del parque para perros de Beacon Hills. Las personas corrían por todos lados con sus mascotas. Habían grandes, otros pequeños; caninos por todos lados. Una mujer robusta apretaba la correa de un enorme Gran Danés. Ver a todas esas personas lo hacía sentir melancólico: su papá nunca le permitió tener mascotas.
— ¿Dónde se supone que está?— le preguntó Lydia.
Stiles estiró su cuello, buscando por todo el lugar a su mejor a amigo Scott McCall.
—Iba a esperarnos aquí— añadió ella.
—Lo sé ¿Puedes llamarlo?
—Deje mi teléfono en casa.
—No, olvídalo. Ya lo vi.
Scott se encontraba en el área que la veterinaria había reservado, al lado de un grueso roble. Decoraron el lugar con globos verdes y blancos en varias ramas, veía una mesa llena de comida a un lado y un cartel alto que decía «Proyecto de adopción» en letras verde oscuro. Parecía alterado.
Stiles y Lydia fueron hasta él, esquivando a los animales que se atravesaban. Podía escuchar risas, combinadas con muchos ladridos. Al llegar, Scott suspiró y se abalanzó hacía ellos.
—Llegaron— dijo en un tono de alivio.
Stiles observó el lugar: habían alrededor de 20 jaulas con diferentes tamaños y corrales de metal en el área, vacíos. Sólo estaban ellos tres.
— ¿Dónde está el resto?— le preguntó a Scott.
Él pasó una mano por su cabello —No lo sé. Allison no vendrá, está castigada y Jackson dijo que llegaría tarde. Faltan cinco minutos para empezar y yo...— suspiró de nuevo.
El proyecto de adopción fue idea a Scott, él propuso recoger perros salvajes y cuidarlos para luego darlos a las personas que los quisieran. Scott le pidió ayuda a Stiles y las chicas decidieron unirse voluntariamente. Él tuvo que preguntarle a Jackson si quería formar parte y, cómo siempre, no se negó a Stiles.
—Podemos comenzar sin ellos— dijo Lydia.
Scott observó el parque —Supongo que sí. Pongan esos por allá —señaló a la mesa con comida, refiriéndose a los brownies —. Y, Stiles, ve a la entrada. Vas a recibir a los invitados. Lydia y yo nos ocuparemos del resto.
Él asintió —Grita si necesitan algo.
Stiles dio la vuelta. Se sentí bien ayudar a su mejor amigo, además, estaban haciendo algo bueno para los animales. Los adoraba tanto. Lástima que aún no podía tener uno. Había un perro pequeño que encontraron cerca del basurero; era blanco y tenía una nariz rechoncha. Quería quedárselo para él sólo.
En la entrada, una mujer de pelo castaño caminaba con su bolso colgando del hombro. Stiles experimentó un deja vú. Sus miradas se encontraron y ella abrió mucho los ojos.
— ¡Stiles! Oh por Dios. Estás enorme— exclamó con una sonrisa. Puso sus grasos alrededor del cuello de Stiles y lo abrazó con fuerza.
Un aroma a durazno flotó en su nariz. Lo reconoció al instante.
— ¿Señora Hale?— preguntó.
La mujer se apartó, la sonrisa aun brillando en su rostro.
— ¿Hace cuánto no te veía? ¿Dos? ¿Tres años?— dijo, tocando su brazo.
—Cuatro —respondió alegre—. ¿Cómo están Cora y Laura?
—Perfectamente. Laura se mudó hace unos días a Virginia —llevó sus manos a la boca—. No puedo creerlo, estás enorme.
Ella también había cambiado: su cabello llegaba a la barbilla y unas mínimas arrugas se asomaban en los bordes de sus ojos.
—A pasado mucho tiempo ¿Cómo está tu padre? Oí que es el nuevo Sheriff del pueblo.
Ahora él sonreía. Recordó lo feliz que estaba cuándo recibió la noticia.
—Sí. Ahora no pasa mucho tiempo en casa, pero al menos hace un buen trabajo. ¿Y qué está haciendo aquí?
—Oh, Cora me pidió que asistiera a éste evento de adopción. Estoy enterada de que tú también formas parte.
— ¡Claro! Lo lamento, me distraje. Puede ir por allá —señaló el lugar dónde Lydia empezaba a acomodar los cachorros—. Mi amiga la atenderá muy bien.
—Muchas gracias y fue un placer verte, Stiles— le dio otro abrazo.
—Igual, Sra. Hale.
Se separaron y se despidió con la mano, antes de comenzar a caminar hasta la campaña. Fue extraño verla de nuevo. Hace cuatro años, él y su papá se mudaron de casa, además, Cora cambió de escuela; así que perdieron cualquier contacto con la familia. Aunque, de hecho, no recordaba exactamente por qué se mudaron.
El teléfono en su bolsillo vibró. «NUEVO MENSAJE DE TEXTO» brillaba en la pantalla. Presionó «Abrir». Era de Jackson.

En camino. Espero verte allá.

Stiles sonrió. El mundo creía que Jackson Whittemore era un idiota que se aprovechaba de los demás; pero él lo conocía mejor. Se podría decir que, desde hace una semana, ambos habían entrado en una especie de coqueteo. Pero no lo sabía muy bien. Sí, Jackson siempre se sentaba a su lado y le invitaba algunas bebidas en la cafetería (Una vez, incluso le guiñó el ojo durante una clase); pero también era el mujeriego más grande de todo Beacon. No estaba seguro de si jugaba para los dos equipos.
—Eh ¿Disculpa?
Stiles subió la mirada. Frente a él, un hombre de cabello negro, ojos verdes y barba lo miraba fijamente. Devolvió su teléfono al bolsillo.
—Ah sí, lo lamento ¿Vienes por el proyecto de adopción? —el hombre iba a decir algo, pero Stiles recordó una cosa: no respondió el mensaje—. Por allá hay una mesa llena de bocadillos —señaló el lugar—, más no comerás ninguno hasta adoptar a una mascota.
El extraño soltó una risa —Perdón, no vine por eso.
—No puedes comer bocadillos si no adoptas a uno... —respondió, cómo si eso fuese a cambiar su opinión.
— ¿Tienen lobos?
—No hay lobos en California.
—Entonces no puedo adoptar ninguno.
—Bien, tú te lo pierdes.
—Bien.
—Bien.
Se quedaron unos segundos mirándose, luego el hombre dijo:
—De hecho, puedes ayudarme con algo.
Stiles enarcó una ceja — ¿Ah sí? ¿Qué es?
—Vine a buscarte a ti.
Sus palabras lo confundieron.
—Perdón ¿Qué dijiste? — soltó otra risa —. ¿Qué es tan gracioso?
—Me sorprende que no me reconozcas.
El instinto de Stiles le gritó que corriera, podía ser ese hombre al que accidentalmente le rayó su motocicleta estando ebrio.
—Disculpa, tengo que ir a...— empezó a alejarse, pero el extraño agarró su brazo.
—Espera, tal vez esto te ayude a recordar.
Ahora sí estaba muerto. Cerró sus ojos, esperando un golpe. Después de todo, eso era lo que los malos hacían luego de decir esa frase. Al no recibirlo, los abrió. El hombre le estaba entregando un papel doblado.
— ¿Qué es esto?— preguntó.
—Ábrelo.
Con lentitud, agarró el pequeño trozo y lo desdobló. Había un nombre escrito en él, cuándo lo leyó, su alma cayó al piso: «Derek Hale». Miró las letras y luego al extraño. Los engranajes de su cerebro empezaron a moverse. Claro, el cabello oscuro y los ojos verdes ¿Cómo no lo habían visto antes? Era la misma cara que veía todos los días hace diez años sólo que más desarrollada, la misma cara que... lo mandó al infierno en el lago. De repente se sentía frío, mareado y enfermo. Dejó caer el papel.
—Yo... tengo que irme— le dijo a Derek.
Su sonrisa se había esfumado. Intentó pasarlo, pero él puso una mano en su pecho, deteniéndolo.
—Stiles, aguarda un minuto. Lo único que quiero...
—No. Y-yo tengo que irme. Te veo luego.
Apartó su brazo y empezó a caminar lejos de él. Sus manos empezaron a temblar. Una bombilla se encendió en su cabeza y la razón por la que se mudaron quedó tan clara cómo el agua.

Tres fases. •||Sterek||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora