Tres casas a la izquierda, la de los adornos extraños en el jardín. Había pasado mucho tiempo desde que vio la casa de los Hale, sin embargo, aquí estaba: parado frente a su puerta. Su mano vaciló. Quería tocar, quería entrar y hacer un montón de preguntas ¿Cuándo había vuelto Derek? ¿Seguía viviendo ahí? La última vez que Stiles lo vio, fue el mismo día en el lago. Después de eso, Derek se había ido a casa de su tío... de nuevo. Por varios meses se estuvo culpando de su partida, fue él quien lo empujó en el mueble y fue Stiles quién dijo que Derek fumaba frente a todo el mundo. Se sintió tan mal que era doloroso vivir a sólo tres casas de la suya, así que le pidió a su papá que se mudaran.
Dio tres toques en la puerta. Se arrepintió de inmediato ¿Qué pasaba si el que la abría era Derek? Cuándo se fue del parque, sólo huyó a su casa y estuvo pensando un buen rato, lo suficiente para convencerse de que ir a la casa Hale era una buena idea.
La puerta se abrió y al otro lado estaba Talia. No pudo evitar sentir un enorme alivio. Ella se veía sorprendida.
—Stiles, qué... ¿Qué estás haciendo aquí?— usaba la misma ropa que tenía en el parque, quizá apenas llegaba a casa.
—Uh, Hola Sra. Hale. Quería preguntarle...
—Oh, que grosera soy. Pasa, adelante.
—No, yo...
Pero ella ya había atrapado su muñeca y lo metió dentro de la casa. Para su sorpresa, no se veía diferente; sólo unas fotografías de Laura en su graduación y Cora en la feria de ciencias hace dos meses. El resto seguía igual.
—Ven, por aquí— dijo la Sra. Hale, caminando a la cocina.
Stiles la siguió. Ésta era la segunda casa en la que había crecido ¿Cómo si quiera se le ocurrió apartarse de ella? Y no sólo de ésta, sino también de su antiguo hogar. Pero, claro, todas sus preguntas tenían una sola respuesta y empezaba con D. Ya en la cocina, la Sra. Hale apuntó a una bandeja repleta de galletas.
—Puedes agarrar una, si quieres. Recuerdo que las adorabas— abrió uno de los estantes superiores y sacó una bolsa de espaguetis.
—No, gracias. No tengo hambre.
—Buenas noticias: tú amiga Lydia me ayudó a encontrar al perro perfecto. Estará aquí en dos días.
El proyecto de adopción. Lo olvidó por completo. Scott iba a matarlo — ¿En serio? Eso es genial.
Era difícil ignorar la buena forma de Talia. Sin ánimo a sonar grosero, sus piernas eran firmes y su cintura estaba bien formada. Puede que practicara yoga. No muchas madres se veían así de bien a su edad. Pero no era a eso por lo que Stiles vino.
—Sra. Hale...
—Basta de llamarme así— interrumpió, sonando natural —. Siempre me llamabas Talia cuándo eras niño.
Sí, antes de que su hijo me tratara cómo basura frente a la mitad del pueblo.
Stiles no era un chico rencoroso, pero tampoco podía ignorar ese hecho.
—Ah, sí, Talia. Quería preguntarle —ella se volteó, su mirada fija en él. No sabía exactamente qué decirle, algo cómo ¿Desde cuándo Derek volvió y por qué nunca me dijo? sonaría muy desesperado. Tomó aire y dijo: —Encontré a Derek hoy en el parque y...
La bolsa de espaguetis cayó al suelo. La boca de Talia estaba abierta y mostraba una inmensa sorpresa en su expresión.
— ¿D-Derek?— se acercó a Stiles y lo tomó por los brazos — ¿Mi hijo Derek Hale?
Por el tono en su voz, supo que ella desconocía el estado de su hijo y si Talia no sabía que él había regresado... ¿Acaso Derek fue primero hacía Stiles antes que a su propia madre? Definitivamente fue una mala idea ir a la casa.
La apartó con gentileza — ¿Sabe qué? Tengo que terminar unos asuntos con mi papá. Lamento haberla molestado, Sra. Hale.
Se dirigió a la entrada.
—Stiles, Stiles espera.
Él la ignoró. No podía seguir en éste lugar. No quería. Llegó a la puerta, giró el pomo y salió de la casa.
Impactó con algo.
Algo fuerte. Dos manos lo agarraron por los hombros.
—Stiles, lo lamento ¿Estás bien?
Se congeló al oír esa voz.
Vine a buscarte a ti.
Derek lo miraba con cuidado, cómo si sólo respirar cerca de Stiles haría que su cuerpo se rompiera cómo el vidrio. Se zafó de sus manos. De nuevo, encontró sus ojos verdes. Se quedaron así por unos momentos. Stiles apartó la mirada.
—Oh Dios mío ¡Derek!— a su espalda, Talia miraba a su hijo, perpleja. Tenía ambas manos en la boca. Sin perder un segundo, corrió y lo abrazó con fuerza.
Stiles retrocedió. Cada segundo se sentía más incómodo.
—Dios, mírate ¡Eres enorme!— sollozaba ella. Unas lágrimas mínimas se asomaban en sus ojos. Tocó su barba, tocó sus músculos. Éste era el hijo al que no veía por seis años, Stiles estaba seguro de que quería apreciar cada segundo con él.
Se abrazó a sí mismo, sintiéndose sólo de repente. Si tan sólo su madre estuviera con él... Los esquivó a los dos. Quería irse de ahí.
—Stiles— llamó Derek tras él.
No quería verlo. Ni a él, ni a nadie. Sintió un rencor enorme hacia cada ser vivo cerca; pero se obligó a voltear. Derek y Talia ya no estaban abrazándose.
—Mamá— puso una mano sobre su hombro — ¿Puedes darnos un segundo?
Sin perder la sonrisa, dijo: —Claro.
Y entró a la casa.
Derek dio un paso hacía Stiles, pero él retrocedió dos.
—Si no te importa, tengo que irme— le dijo.
—No. Espera, sólo un momento. Escúchame.
—No quiero escucharte.
Suspiró —No, no aquí. Vamos a un lugar dónde podamos hablar con calma.
El cansancio se apoderó de su cuerpo —Derek, estoy ocupado. No puedo.
—Claro que sí. Mira: ahora necesito estar con mi familia, pero te enviaré un mensaje con la dirección del lugar. Tenemos mucho que contarnos.
—No tienes mi número.
Sonrió —Tu amiga Lydia me lo dio ¿Qué dices?
No. No. No. No.
—Bien.
Su expresión se llenó de alivio. Sin embargo, Stiles sabía que iba a arrepentirse. No dijo más nada, ni si quiera se despidió. Ahora, lo único que necesitaba era alejarse de Derek Hale y sus malos recuerdos.
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Tres fases. •||Sterek||•
RandomStiles y Derek pasaron por muchas cosas juntos, pero las peores y mejores fueron las tres fases. Fase 1: infancia. Fase 2: conflicto. Fase 3: conciliación.